En defensa de la muerte

Al margen

En defensa de la muerte Foto: Bianca Berg / unsplash.com

El 9 de agosto, el gobierno municipal de la ciudad de Guanajuato aprobó la contratación de una deuda pública de 70 millones de pesos para la construcción de un nuevo museo que albergará a las momias de Guanajuato.

A primera vista, la apuesta por la creación de nuevas instituciones culturales, como un museo, parece alentadora en un momento en el que los recortes han precarizado aún más la cultura. Sin embargo, el proyecto ha generado polémica entre la sociedad guanajuatense y es criticado por especialistas, no sólo porque se trata de un endeudamiento público a diez años que se considera innecesario, sino sobre todo porque representa la explotación de restos humanos que, además, son en conjunto uno de los patrimonios más importantes del estado ya que es la colección de momias naturales más numerosa del mundo.

NO ES NINGÚN SECRETO que son el principal atractivo turístico de su capital y se entiende el interés por aprovecharlo para fortalecer los ingresos que generan para la ciudad —fondos tan sólo superados por el impuesto predial. Pero pelear porque no se permita su explotación en contextos meramente comerciales y turísticos no sólo implica defender a las momias; en el fondo se trata de defender a la muerte misma o, al menos, su dignidad. Esto lo convierte en un tema que sobrepasa el ámbito de lo local e incluso nacional; es una cuestión de enorme trascendencia humana que debería importarnos a todos.

¿Por qué genera indignación el nuevo Museo de las Momias de Guanajuato? Es un tema complejo que debe verse desde distintas aristas: así lo plantea Paloma Robles Lacayo, quien desde 2019 encabeza la mayor iniciativa de defensa de las mismas a través de la vía social y jurídica. Para lograrlo, ha creado una alianza entre miembros de la sociedad civil, la academia y el ámbito cultural, y presentado 25 trámites jurídicos. También gestiona una página de Facebook, “Defensa Momias GTO”, que difunde las acciones que llevan a cabo y concientiza al público sobre las problemáticas éticas y patrimoniales del nuevo proyecto.

Trasladarlas a un nuevo recinto que tiene por objetivo primordial atraer a la mayor cantidad de visitantes en beneficio, principalmente, de los comerciantes que viven de la derrama que generan, representa para Robles la denigración y el deterioro de aquellos cuerpos momificados.

Entender que cada uno de esos cadáveres fue una persona con una historia individual es parte importante de esa redignificación

“Según la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, son monumentos históricos los inmuebles construidos entre el siglo XVI y el XIX”, afirma Robles en una conversación que sostuvimos recientemente. “Aquí se inscribe el Panteón Municipal de Santa Paula”, continúa, “inaugurado el 13 de marzo de 1861”. Las famosas momias fueron en principio inhumadas en las gavetas del panteón para posteriormente ser trasladadas al osario, cuando la ley de secularización de los panteones eliminó la perpetuidad. Fue en esas gavetas que los cuerpos hoy expuestos se momificaron, a partir de las condiciones de humedad, temperatura, oxígeno y acidez propias del panteón, y es en ese osario donde se continúan exhibiendo.

Esto les brinda un carácter de bien mueble asociado al monumento histórico que es el panteón y que hoy es un museo de sitio; por lo tanto, es ahí donde deben permanecer si seguimos lo que marca la ley y las buenas prácticas museales. A esto es importante sumar que, a pesar de que el actual gobierno municipal asegura que el museo de sitio seguirá operando aun sin las momias, fueron éstas las que llevaron a su creación en un principio.

EL TRASLADO pone sobre la mesa, por un lado, la pregunta sobre el contexto en el que deben ser exhibidas para no pervertir su carácter de bien cultural, pero por otro el cuestionamiento sobre cómo éste puede impactar en su conservación. Si bien es cierto que el museo actual se encuentra lejos de estar en óptimas condiciones y que la nueva sede promete la más avanzada tecnología en cuanto a conservación, el simple hecho de moverlas puede generar daños irreparables, sin mencionar que el recinto considera un flujo de 15 mil visitantes al día.

Estas consideraciones sobre las buenas prácticas y políticas en torno a su exhibición comienza a plantearnos ya dilemas sobre los aspectos éticos de la misma. Éstos, a su vez, nos obligan a reflexionar no sólo sobre el dónde sino también el cómo. “La exposición debe darse en un contexto de humanización para que no se pierda la dignidad póstuma de los cadáveres”, me comenta Robles, quien en este tenor también lideró un proyecto de investigación sobre sus identidades, durante su gestión al frente del actual Museo de las Momias entre 2016 y 2017. Recuperar sus historias fue parte de un esfuerzo por resignificar la manera en que son exhibidas y sensibilizar al público sobre cómo nos enfrentamos a esos cuerpos humanos en el contexto de un museo. Entender que cada uno de esos cadáveres fue una persona con una historia individual que, al mismo tiempo, nos cuenta algo sobre su tiempo, es una parte importante de esa redignificación que debería preocuparnos como sociedad.

“LAS MOMIAS HAN SIDO denigradas, envilecidas en exposiciones en la calle subterránea, junto a bebidas alcohólicas, o llevadas a la Feria de León con un código QR para que los visitantes tengan descuentos en bares”, agrega Robles, indignada. No es para menos, las actividades emprendidas con ellas bajo esta administración no sólo ignoran la ley de monumentos y las recomendaciones de instituciones internacionales como la UNESCO y el ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios), sino también la Ley General de Salud y su reglamento, así como el Código Penal del Estado de Guanajuato y el reglamento de panteones del municipio de Guanajuato.

Hay aquí una oportunidad de construir un modelo de gestión que sea punta de lanza al incluir una perspectiva bioética, patrimonial y turística, sin embargo es urgente ejercer presión como sociedad para que así sea antes de que la iniciativa sea votada y eventualmente aprobada en el congreso estatal. Lo que en realidad está en juego es la dignidad humana.

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