Dos vocaciones, dos pasiones tal vez opuestas resultaban evidentes en Fernando Fernández (Ciudad de México, 1964) ya desde sus años de estudiante de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM: la de poeta y la de editor. Comenzó su aventura editorial en 1987 con una pequeña revista hecha en casa, Alejandría. Tres años después nacería una publicación en toda forma, Milenio, y dos años más tarde lanzaría Viceversa, revista que tuvo un lugar destacado en el panorama cultural mexicano, con 96 números editados de 1992 a 2001.
Editor audaz, Fernando supo captar el vértigo de una década y la rapidez con la que se dirigía al fin del milenio. Y por eso, por haber estado así imbuido en esta actividad vertiginosa que es la edición de revistas, sorprendió a propios y extraños cuando, en 2002, se fue a Asturias, la tierra de sus antepasados, donde vivió durante casi cinco años en un pueblo, alejado de la grilla cultural, del ruido, de lo que llamamos el mundo.
Fruto de esa estancia es el hermoso libro Oriundos, que Fernando editó bajo su propio sello, Cataria, en 2018. Libro de memorias, de biografías y testimonios sobre su familia, inmersión en el origen y ejemplo de gran literatura que reveló a un autor introspectivo, atento escucha y observador, maestro del detalle. Poco después nos sorprendió la pandemia.
Almas flexibles (Turner, 2021) es otro relato autobiográfico producto de un viaje de Fernández, ahora un viaje por la enfermedad —desde su inquietante premonición hasta su regreso a casa, pasando por una estancia en el hospital. Y es también mucho más que eso.
MUCHOS SERÁN los libros que surjan de esta experiencia colectiva que ha si-do la pandemia, pero sin duda pocos con la profundidad y belleza de éste, escrito en apenas dos meses, a siete de haber caído enfermo su autor, cuando apenas comenzaban a aplicarse las primeras vacunas.
El relato comienza a partir de una inmersión en la ciudad, vacía de gente, detenida en el tiempo, en aquellos primeros días de la contingencia, cuando todos los que pudimos nos encerramos a piedra y lodo en nuestras casas. En esa ausencia de distractores, Fernando sale a caminar todos los días por el Circuito Gandhi, y es como si pudiera observar por vez primera los árboles de ese pedazo de bosque. Ahí, piensa y camina, camina y encuentra un cartón tirado con las palabras “Séneca” y “Muerte”.
Antes que editor y ensayista, Fernando es un poeta: vive permanentemente en esa frecuencia casi mágica de la poesía, por eso ve y encuentra significados donde para otros sólo hay una extranjera oriental varada en un cuarto de hotel o un pedazo de cartón tirado.
Escrito desde la serenidad, sin aspaviento alguno, con la belleza propia de su literatura, con los adjetivos precisos, la sintaxis grácil, Almas flexibles es un viaje a la intimidad de un alma
Será en el Circuito Gandhi donde se encuentre por unas horas con su pareja, de quien se había alejado en esos días de contingencia, decidido a vivir a fondo su aislamiento. “Las almas más hermosas son las almas flexibles”, le había dicho ella para convencerlo de encontrarse, citando una frase de Montaigne (gran lector de Séneca), que había oído varias veces de boca de Fernando.
Aquel día, domingo 31 de mayo de 2020, él se contagia de ella, que ignora ser portadora del virus. Fernández cuenta con detalle el surgimiento de los primeros síntomas: la leve molestia en la garganta, la aparente infección li-gera; luego el frío atroz, inexplicable, después el sudor copioso, la congestión, la tos. Y antes de hacerse la prueba de laboratorio, el momento en el que una naranja convertida en un objeto inerte le hace caer en la cuenta de que ha perdido el sentido del olfato.
Hay diagnósticos que nos llevan en un segundo a otro lado, al lado de quienes se encuentran en la antesala de la muerte, de los condenados. Quedamos en un instante solos, ajenos.
Los condenados viven en otra realidad, se vuelven el otro. En el caso del Covid-19, el terrible diagnóstico entraña incertidumbre: puede ser algo que se curse prácticamente sin síntomas, o que dos semanas después nos mate. Es el misterio total, la indefensión más absoluta.
En efecto, pocos días después el autor se ve arrojado a otro silencio y otra soledad, la de quien está en un cuarto de hospital, enfrentado a sí mismo como nunca antes.
EN UN LIBRO donde no hay una sola pa-labra que falte o sobre, destaca el extraordinario capítulo V, que relata las ensoñaciones del enfermo, quien cree ver cómo dos señores árabes, Tocilizumab y Remdesivir, tratan de alcanzarlo “luchando contra una tormenta de arena que no poco los atenazaba y confundía, pero a la que ellos oponían su tenacidad para seguir avanzando”, así como un episodio, el único donde vemos al protagonista llorar, donde en la música de Beethoven encuentra “la manifestación repentina de una alegría que se me presentaba como ajena a cualquier justificación”.
Escrito desde la serenidad, con una especie de resignación o humildad, sin aspaviento alguno, desde el asombro, con la belleza propia de su literatura, con los adjetivos precisos, la sintaxis grácil e hipnótica, Almas flexibles es un viaje conmovedor a la intimidad de un alma que es también la de todos nosotros. Resulta una lectura imprescindible para entender ese descenso a los infiernos del que tantos no han podido regresar, un testimonio invaluable de esta peste, y es también, y sobre todo, poesía y verdad.
MÓNICA BRAUN (Ciudad de México, 1965) es editora, narradora y poeta. Autora de los libros de poesía La luz inversa (1996) y El pan de lo irremediable (2021), de Sexo chilango (2006 y 2017) y de Sexo sin dolor (2009, en coautoría con Alma Aldana).