Diatriba de muchos premios de literatura

Desde luego, en El Cultural es bienvenido el diálogo, el intercambio de ideas. En este caso, la socióloga e historiadora Sara Sefchovich responde de motu proprio al texto de Juan Domingo Argüelles publicado en estas páginas el sábado previo, en el que cuestionaba el Premio Nobel de Literatura. Además de coincidir con la visión general del ensayista, la autora enumera criterios extraliterarios que determinan estas distinciones, entre ellos intereses económicos de las editoriales y “modas ideológicas”, como la corrección política.

Diatriba de muchos premios de literatura Fuente: worldatlas.com

En un espléndido artículo titulado “Diatriba del Premio Nobel de Literatura”, que se publicó en El Cultural el pasado dos de octubre, Juan Domingo Argüelles se refiere a los errores cometidos por los jurados de ese galardón: premiados que no eran literatos, a los que se les concedió el honor por razones extraliterarias, y otros que sí lo eran, pero cuya literatura ha quedado en el olvido en razón de su mediocridad. También se opone con valentía al discurso oficial de nuestros críticos, que ha convertido en grandes a algunos autores mexicanos que a su juicio no lo son.

DE GRILLAS Y GALANES

Quiero agregar elementos a ese texto, porque lo que describe no solamente sucede con el premio más célebre de la literatura, sino con muchos otros. Por ejemplo, el Goncourt o el Renaudot en Francia, en los que los jurados abiertamente hacen grilla a favor de libros en los que tienen algún interés personal o profesional, sea porque el autor es alguien cercano a ellos o porque tienen relaciones directas con la editorial que los publicó. Hace poco hubo un escándalo porque uno de los títulos incluido entre los finalistas era de la pareja sentimental de una jurado, quien lo empujó para que quedara y además publicó una reseña criticando brutalmente el libro de otra finalista, que trataba sobre el mismo tema que el de su galán.1

En España la situación no es muy diferente, al punto que Alberto Blecua, el veterano jurado del premio más sustancioso en términos económicos, el Planeta, dijo: “Se ha aducido, y probablemente con razón, que los premios ya estaban concedidos”.2 Todo esto se puede ver en el reciente premio de la Bienal Vargas Llosa. De los ganadores hasta hoy (va la cuarta emisión), tres publicaron sus novelas en Editorial Alfaguara, y de los finalistas de la más reciente, tres están publicados por Alfaguara y uno por Literatura Random House, que es la misma empresa, sin que además sea casualidad que es la misma que publica al Nobel cuyo nombre lleva el premio. “Lo que es ridículo es que los premios los den las mismas editoriales que se benefician con la venta del libro elegido”, comentó un lector sobre los galardones.3

El problema empieza cuando se hace la preselección de cuáles libros sí van a conocer los jurados y cuáles se quedarán fuera, de cuya existencia ellos ni siquiera van a enterarse

COMPLACENCIA ACRÍTICA

El problema, como lo advirtió el escritor catalán Juan Marsé, empieza desde antes: cuando se hace la preselección de cuáles libros sí van a conocer los jurados y cuáles se quedarán fuera, de cuya existencia ellos ni siquiera van a enterarse. Marsé lamentaba que tal vez en esa criba se puedan quedar obras interesantes y que

... el comité de lectura que hacía la selección, de una incompetencia escandalosa a juzgar por los informes que me entregaron junto con las novelas... no podía evitar cierta complacencia acrítica que convenía a ciertos postulados oportunistas, meramente comerciales y literariamente vacuos.4

A mi juicio, esa conveniencia y ese oportunismo tienen que ver no solamente con los intereses de las empresas editoriales y con los amigos que se tenga entre los jurados, sino también con lo políticamente correcto del día. Dicho de otro modo, no es casualidad que en la más reciente bienal citada, tres de las finalistas fueran mujeres, tres de las jurados fueran mujeres, y cuatro de las novelas tuvieran que ver con temas de género y los problemas relativos a eso, después de que el año pasado se les reclamó que había muy pocas mujeres en el concurso y también entre los jurados. Y lo mismo sucedió en el Booker Internacional el año pasado: “De las seis novelas nominadas, cinco son de mujeres, cinco son de autores jóvenes, cuatro no son europeas”.5 Son las modas ideológicas del día.

Termino diciendo que, a pesar de todo esto, y de que como afirma la escritora Ana Caballé, los premios se deciden “entre el arte, el dinero y la vida social” y como apuntaba el poeta José Manuel Caballero Bonald “en ningún caso son una guía literaria, e incluso es posible que sean todo lo contrario”, yo estoy agradecida de que gracias a ellos he conocido autores excepcionales, como Svetlana Alexiévich. Sólo por eso vale la pena que sigan existien-do, al fin y al cabo de los otros nadie se acuerda ya, y de los que se premien equivocadamente hoy, nadie se acordará mañana.

Notas

1 Norimitsu Onishi y Constant Méheut, “In Paris It's Literary Scandal Season Again”, The New York Times, 29 de septiembre, 2021.

2 Maribel Marin Yarza, “¿A quién sirven los premios literarios?”, El País, 13 de febrero, 2017.

3 Idem.

4 Idem.

5 Sara Sefchovich, “Siete razones para apostar por Fernanda Melchor para ganar el premio Booker”, Confabulario, 1 de agosto, 2020.