Like a stone

El corrido del eterno retorno

La piedra de las galaxias Fuente: Editorial Moho

Existen libros que son como una tarde en hamaca, en los que el lector no corre riesgo alguno, pero hay otros que son como un viaje en avión con demasiada turbulencia, donde pese a que las palabras del piloto pretenden tranquilizar sabes que en cualquier momento puedes estrellarte. La piedra de las galaxias (Moho, 2020), de Adrián Román, pertenece a estos últimos.

Nada me apasiona más en un escritor que aquel que es capaz de construirse una mitología propia a partir de las cenizas. Una mitología exenta de adornos, de academicismos, de bibliografía. Que no necesita bastón. Este autor ha partido desde las cenizas mismas de una lata de aluminio para construirse una mitología despiadada pero sublime, con una prosa que deja perplejo a cualquiera.

Lo primero que viene a la mente del lector al enfrentar este tour de Francia de la piedra —la primera novela de Adrián Román, por mucho el mejor debut novelístico (junto a Declaración de las canciones oscuras de Luis Felipe Fabre) de los últimos cinco años en México— es la canción de Sumo, “Mejor no hablar de ciertas cosas”. En un país de drogos como el nuestro rara vez la literatura da cuenta del mundo del adicto. Nuestra República de las Letras prefiere siempre mirar hacia otro lado, con unas cuantas excepciones, claro, pero lo incuestionable es que si Román no publica esta novela sobre una de las plagas más atroces de la actualidad, nadie lo habría hecho. Adrián es quien sí enuncia esas cosas de las que es mejor no hablar. Sangre lo que sangre.

La piedra como materia literaria es posible porque es en sí una epifanía. Una intransitable, pero epifanía al fin. En la que aquel que se atreve a entrar en su universo se va a asomar al abismo. Y claro, sabemos que en los actos de escapismo siempre algo va a salir mal: el performer puede no encontrar a tiempo la llave que abre el candado de las cadenas que lo aprisionan y morir en pleno acto. Por otro lado, cuando consigue ejecutar su truco con la mejor de las prestidigitaciones salen a la luz joyas como La piedra de las galaxias.

Pero más allá de lo marginal, de lo podrido, de lo punk de estas páginas, el libro es literatura pura. Y de la mejor calidad. Es una piedra, sí, pero de platino. Cuyas páginas centellean como fuegos artificiales de la feria que se hace llamar vida. Lo confesional, lo crudo, lo inmisericorde sólo es posible gracias al oficio de su autor. Un verdadero crack de la ficción/no-ficción. Cada frase, cada línea, cada párrafo es una puñalada, un latigazo. Un azote. Pero no un castigo. Un deleite, para nosotros que nos asomamos a esta realidad omnipresente con el mayor de los azoros.

No quiero quedarme sin dientes como mis padres , confiesa Román como una plegaria

Esta novela es un viaje, no podría ser de otra forma, por una psique que ni la psiquiatría ni la neurociencia podrían explicar. “No quiero quedarme sin dientes como mis padres”, confiesa Adrián Román, pero lo dice como una plegaria, porque sabe que el futuro es algo indiscernible y desde ya le faltan dos piezas.

La dentadura de un hombre es su biografía, y basta revisar la boca del adicto para darse cuenta de cuánto ha luchado. Nadie que de verdad sea un vicioso puede tener una dentadura sana. Y no es por el hecho de que la sonrisa Colgate sea una de las mayores características de lo burgués, sino porque lleva dentro de sí un trozo del alma de Encías Sangrantes Murphy.

Para escribir este libro debió vagar muchos años, meterse en cuanta ratonera se le atravesara, pero también tuvo que deambular por demasiados libros. Y este libro posee una genealogía. Pertenece a una estirpe de novelas no tan extensas que son como un puñetazo: Drugstore Cowboy, de James Fogle, y Viólame, de Virginie Despentes, son sus primas hermanas. Pero no Trainspotting, porque ésta pretende reflejar una idiosincrasia.

Y si bien es cierto que La piedra de las galaxias es una novela que sólo pudo escribir un mexicano, aquí el único estereotipo es el adicto. Y ése, lo sabemos bien, no pertenece a ninguna parte, a ningún país, a ninguna familia que no sea la droga. “I’ll wait for you there / Like a stone / I’ll wait for you there / Alone / Alone”.

Me declaro fan absoluto de esta novela y de la escritura de Adrián Román.

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