Neruda en este planeta llamado Tierra

A medio siglo de distancia, la ensayista y poeta Malva Flores recuerda a uno de los latinoamericanos que han recibido el Premio Nobel de Literatura: el chileno Pablo Neruda, quien lo obtuvo en 1971. Al recorrer algunas estaciones de la obra nerudiana, la también investigadora revela ángulos poco estudiados del personaje: lo emparenta con Rubén Darío, no solamente por motivos poéticos, sino también de militancia antiimperialista, e incluso de arrogancia; abunda sobre sus diferencias con Vicente Huidobro y festeja poemas como la “Oda al gato”, con su “mínimo tigre de salón”, y ese prodigio atemporal llamado “Tango del viudo”.

El joven Pablo Neruda (1904-1973).
El joven Pablo Neruda (1904-1973). Foto: Fuente: pabloneruda.com

Para Aurelio Asiain, por su defensa de “Oda a la cebolla”

Soy el desesperado, la palabra sin ecos, el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo. Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última. En mi tierra desierta eres tú la última rosa.

PABLO NERUDA

Hace cincuenta años, en octubre de 1971, Pablo Neruda se encontraba en París, a donde había llegado para encargarse de la embajada chilena. Hacía días que escuchaba un runrún que ya era molesto para él. Tantas veces lo habían nombrado candidato al Nobel que aparecer en la lista ya le parecía ridículo, casi una afrenta.

“TODO ESCRITOR QUIERE EL NOBEL”

Esta vez, él y Matilde no colgaron un candado en el portón de Isla Negra, ni se abastecieron con vino y alimentos. El plan número tres de “defensa doméstica” establecido en 1963 —cuando su nombre sonaba como fuerte candidato— no se efectuó.

En aquella ocasión, los periodistas no lograron traspasar la barrera aunque —cuenta en Confieso que he vivido— no “ocultaban sus intenciones de sacar agua de un palo seco”. Cuando días más tarde se anunció al ganador, Giorgos Seferis, los periodistas se marcharon, pero llegaron el embajador sueco y su esposa con las viandas y botellas que habían comprado para celebrar el premio a Neruda, que daban por seguro. Así, brindaron por el griego y al despedirse, el embajador le preguntó:

—Con seguridad la prensa me va a entrevistar y no sé nada al respecto. ¿Puede usted decirme quién es Seferis?

—Yo tampoco lo sé —le respondí sinceramente.

La verdad es que todo escritor de este planeta llamado Tierra quiere alcanzar alguna vez el Premio Nobel, incluso los que no lo dicen y también los que lo niegan.

NERUDA Y DARÍO

En 1971, en París, no puso candado, pero a las once de la mañana del 21 de octubre otro embajador sueco le habló para pedir que lo recibiera dos horas más tarde y no le dio las razones de la visita. Casi enseguida la radio “lanzó un flash, una noticia del último minuto, anunciando que el Premio Nobel 1971 había sido otorgado al ‘poète chilien Pablo Neruda’.” Fue tal la conmoción que produjo el anuncio que incluso le escribió un misterioso y pobre hombre de la Guyana Holandesa quien, aunque no tenía dinero para un frac, le anunció que iría a Estocolmo “para sostener una entrevista de prensa y denunciar en ella el carácter imperialista y antipopular de esa ceremonia, así se celebre para honrar al más antiimperialista y más popular de los poetas universales”.

El tono de Neruda al narrar la historia —ampuloso en su falsa modestia— no puede asombrar a nadie que haya leído sus memorias o muchos de sus artículos periodísticos. Su egolatría tiene familiaridad con la de Rubén Darío, quien en Vida de Rubén Darío escrita por él mismo narra la heroica historia de su llegada a México en 1910. Había sido comisionado como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario para participar en las fiestas del Centenario, por el presidente de Nicaragua, el doctor Madriz, depuesto súbitamente mientras Darío viajaba a México y “quien pudo deshacer la revolución, en un momento dado, a no haber tomado parte los Estados Unidos, que desembarcaron tropas de sus barcos de guerra para ayudar a los revolucionarios”.

Fue en París donde probablemente le dijeron por primera vez a Neruda que al pensar en él, se pensaba en Darío. Fue César Vallejo quien lo saludó de esta manera: Usted es el más grande de todos nuestros poetas. Sólo Rubén Darío se le puede comparar

Para evitar un contratiempo diplomático con la delegación norteamericana, el gobierno mexicano le pidió que permaneciera en Veracruz, donde lo trataron como héroe, le recitaron poemas y pusieron su nombre a una calle del municipio de Teocelo. “Vítores y música” lo siguieron en su breve estancia, pero en la Ciudad de México, donde se le esperaba con fervor, nada sabían de los verdaderos motivos de su ausencia.

En Veracruz se celebró en mi honor una velada, en donde hablaron fogosos oradores y se cantaron himnos. Y mientras esto sucedía, en la capital, sin saber que no se me dejaba llegar a la gran ciudad, los estudiantes en masa, e hirviente suma de pueblo, recorrían las calles en manifestación imponente contra los Estados Unidos. Por primera vez, después de treinta y tres años de dominio absoluto, se apedreó la casa del viejo cesáreo que había imperado. Y allí se vio, se puede decir, el primer relámpago de una revolución que trajera el destronamiento.

He traído a cuentas a Darío, no sólo porque su tono nos muestre esa singular humildad del poeta que se sabe portador de la verdad y defensor de los que no tienen voz, o porque —pasa con tanta frecuencia— olvide que él había venido, igual que los miembros de la delegación norteamericana, a celebrar junto con el “viejo cesáreo”. Después de sembrar la semilla de la insurrección partió hacia La Habana y ya no pudo ver a la multitud congregada en la capital para celebrar las fiestas del Centenario y el aparatoso desfile de carros alegóricos organizado por Porfirio Díaz, donde apareció el emperador Moctezuma Xocoyotzin o, mejor dicho, su personificación. El falso Moctezuma fue retratado, en palanquín y con gran comitiva, en la esquina de Paseo de la Reforma y Bucareli, según muestran las viejas placas de aquel día. Hay cosas que no cambian nunca.

“DAR AL HOMBRE LO QUE ES DEL HOMBRE”

Fue en La Rotonde, en París, donde probablemente le dijeron por primera vez a Neruda que al pensar en él, se pensaba en Darío. No se lo dijo cualquiera. Fue César Vallejo quien lo saludó de esta manera: “Usted es el más grande de todos nuestros poetas. Sólo Rubén Darío se le puede comparar”.

Entonces no había escrito aún su “Oda a las Américas”, poema ligado por lazos de sangre poética y política a la “Oda a Roosevelt”, de Darío, aunque en la de Neruda la premonición de Darío se hubiese convertido en realidad.

No me importa tanto aquella liga ni quiero llamar la atención sobre su antimperialismo compartido. Me importa la capacidad para ver el mundo que ahora decimos defender pero que sólo vemos a través de una pantalla. Me importan el canto y la mirada que se posa, incluso, sobre esos habitantes terrestres que son hermanos nuestros. Dice Darío en “Filosofía”:

Saluda al sol, araña, no seas

[rencorosa.

Da tus gracias a Dios, oh sapo,

[pues que eres.

El peludo cangrejo tiene espinas

[de rosa

y los moluscos reminiscencias

[de mujeres.

Sabed ser lo que sois, enigmas

[siendo formas...

En su “Oda al gato”, Neruda canta a ese “pequeño / emperador sin orbe, / conquistador sin patria, mínimo tigre de salón”:

El hombre quiere ser pescado

[y pájaro,

la serpiente quisiera tener alas,

el perro es un león desorientado,

el ingeniero quiere ser poeta,

la mosca estudia para golondrina,

el poeta trata de imitar la mosca,

pero el gato

quiere ser sólo gato

y todo gato es gato

desde bigote a cola,

desde presentimiento a rata viva,

desde la noche hasta sus ojos

[de oro...

“Deber de los poetas es cantar con sus pueblos y dar al hombre lo que es del hombre: sueño y amor, luz y noche, razón y desvarío”, escribió Neruda en la introducción a Las piedras de Chile. También nos invita a celebrar lo que queda del mundo, así sea una cebolla humilde: “redonda rosa de agua, / sobre / la mesa / de las pobres gentes”. Quizá no lo escuchamos pues nuestros sueños nacen entre cuatro paredes de grises edificios. Tal vez ya no somos capaces de ver la transparencia o la “rizada pluma de oro” de una simple cebolla en el aceite. Vivimos, sin saberlo, en el lado más oscuro del mundo y únicamente podemos denunciar.

HIGIENE SOCIAL

El 10 de diciembre de 1971, un Pablo Neruda serio, más delgado de lo habitual, caminó entre aplausos sobre la alfombra en Estocolmo. Recientemente había sido operado y acusaba una anemia profunda. Aun así, se dirigió erguido hasta el sitio donde daría su discurso. Dos años más tarde, Neruda murió: era el 23 de septiembre de 1973, después del golpe de Estado que derrocó a su gran amigo, Salvador Allende, el día 11 previo. El 16 de ese mismo mes y desde Cambridge, Octavio Paz le escribía a Carlos Fuentes (en carta que se encuentra resguardada en la Universidad de Princeton):

Lo de Chile ha sido horrible. ¡Qué fracaso el de la izquierda latinoamericana! Error tras error, horror tras horror: Venezuela, Brasil, Colombia, Uruguay, Bolivia y el Che, Chile y Allende. Y todavía nos falta asistir al otro acto, que no sé si será grotesco o sangriento o las dos cosas: Perón. Otra sorpresa (previsible) para los intelectuales: cuando se sepa lo que realmente ha ocurrido en Cuba —el terror, el fracaso económico, la Isla convertida en una gran hacienda... improductiva— ¿qué dirán? Lo mismo que dijeron cuando se destapó la olla de sangre de Stalin. Hemos perdido treinta años. [...] Ahora comprendo la amargura de Bolívar. También siento pena, a pesar de todos sus errores, por Neruda. ¿Qué dirá, qué pensará? Sé que está muy enfermo. ¿Crees que corre algún peligro? ¿Y nuestros otros amigos, como Nicanor Parra? Me parece que habrá que hacer algo para ayudarlos, ¿no crees? Yo he decidido no volver a firmar un manifiesto más pero sí estoy dispuesto a emprender cualquier gestión en favor de la seguridad y la libertad de los escritores chilenos, sin distinción de partido.

Victoria Ocampo (1890-1979).
Victoria Ocampo (1890-1979). ı Foto: Fuente: twitter.com

El poeta le aseguró a su amigo que la espantosa situación de América Latina encontraba, en la hora de Chile, un símbolo amargo: “Hay algo terrible en la muerte de Allende: se suicidó con un arma que le obsequió Castro. Alegoría fúnebre de la política latinoamericana”. En su respuesta, Fuentes comentó con Paz las actividades que había realizado en favor de los chilenos. La principal fue solicitar al presidente que protegiera a Neruda. Más de 300 chilenos se refugiaron en la embajada mexicana y aunque el embajador Gonzalo Martínez Corbalá realizó enormes esfuerzos por traerlo, el poeta no corrió con suerte, a pesar de que un avión mexicano estaba listo para traerlo a nuestro país.

El misterio de lo ocurrido a las 22:30 —hora oficial de la muerte de Neruda— en la Clínica Santa María de Santiago aún no se desvela, aunque parece ya muy próximo el veredicto sobre su probable asesinato. Fue velado en La Chascona, su casa de Santiago, y el 25 de septiembre una multitud indigna-da acompañó los restos del entonces querido “poeta del pueblo”.

Nada de esto podía imaginar Neruda cuando dos años antes comenzó su alocución en Estocolmo y se refirió —con un esplendor del lenguaje que hoy ya no alcanzamos a escuchar— a la belleza de Chile. Escucho su voz pausada y rítmica en un viejo video en YouTube. De pronto, cambia de tono y se refiere a los deberes del poeta:

El poeta no es un “pequeño dios”. No, no es un “pequeño dios”. No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios. A menudo expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree dios. Él cumple su majestuosa y humilde faena de amasar, meter al horno, dorar y entregar el pan de cada día, con una obligación comunitaria.

NINGUNA BLANCA PALOMA

La alusión a Vicente Huidobro me hizo sonreír: en enero de 1935, había dedicado el número completo de su revista Vital a denunciar a su compatriota. No puedo evitar reproducir el subtítulo de la publicación, que me recuerda el espíritu con que Robespierre y Danton crearon el Comité de salut public: “Revista de higiene social”. El lema me parece muy gracioso: “Contra los cadáveres, los reptiles, los chismosos, los envenenados, los microbios, etc., etc.”. Allí presentó “El affaire Neruda-Tagore” y reprodujo los poemas publicados por la revista Pro —uno de Tagore, otro de Neruda—, la acusación de plagio al autor de Veinte poemas de amor y una serie de artículos, escritos todos por Huidobro y uno por Volodia Teitelboim (“Habla el descubridor del plagio de Neruda”), que podría reseñar ampliamente pues se trata de una joya de la diatriba y el insulto entre poetas, pero no me alcanzaría el espacio de es-te artículo para hacerlo.

Neruda no fue, por cierto, una blanca paloma. Recuerdo estas palabras venenosas a un amigo suyo, Héctor Eandi, a propósito del lanzamiento de la revista Sur:

¿Qué hay de la gran revista de la Sra. Ocampo? No sé qué piensa usted pero me parece cosa muy antipática. Le consulta a Ortega y Gasset hasta para arreglarse los refajos. Y, mientras tanto, esnobismo literario, Frank, más Frank y el inocente De Torre, que es tan, pero tan idiota. Les falta sólo Huidobro en la pandilla. Vergüenza. Ortega y Gasset es el enemigo, el vampiro escolástico. Todo lo que es raciocinio y esterilidad en España viene de su “florida prosa”. Y esa postura de “bacán” de la literatura y las artes, de Apolo y Atenea, señor protector, con oficina en el Olimpo. Ese horrible espíritu crítico, y esa astucia para oler los movimientos que han comenzado en Trans-Europa, y luego con voz “artística” predecirlos en España. Conversación telefónica: —Qué le parece, Don Joseph, le pondremos Sur? —Bien, señora, póngale. —Y le pusieron Sur, los desvergonzados. (Recogida por Hernán Loyola en Pablo Neruda, Obras Completas V, Nerudiana dispersa II, publicado por Galaxia Gutenberg).

Es verdad que cuando Victoria Ocampo fue encarcelada por Perón, Neruda le escribió al presidente argentino para abogar por ella y otros intelectuales. En un telegrama publicado el 29 de mayo de 1953 en El Siglo, el poeta externó:

Presidente Perón

Buenos Aires

Agencias noticiosas norteame-ricanas informan detención escritores Victoria Ocampo, Francisco Romero, Enrique Bianchi y Roberto Giusti. Aunque ajeno ideas políticas y filosóficas persona-lidades nombradas, estimo estas persecuciones injustas, contra-rias libertad creadora y hermana, a su prestigio y honor de la gran nación argentina.

Saluda respetuosamente a Ud.

Pablo Neruda.

(Reproducido por David Schidlowsky en Pablo Neruda y su tiempo. Las furias y las penas. T. 2: 1950-1973).

Las andanzas de Neruda en la vida literaria son interminables, pero la vida literaria no era lo que es ahora, si es que hoy existe algo a lo que podamos llamar así. El chileno ha sido acusado de múltiples pecados, como los llama Hernán Loyola, en un libro mal escrito que flaco favor le hace al poeta: Los pecados de Neruda (Lumen). Sus capítulos se refieren a él como inútil, machista, fabulador, violador, mal marido, mal padre, plagiario, insolente, abandonador, estalinista y burgués.

Neruda, y no lo consigna su biógrafo, también fue un borrachín incontrolable e irascible y ya Ángel Gilberto Adame ha dado cuenta de esas otras aristas del poeta 

No puedo ignorar el malestar que me produce la extraña combinación de los adjetivos que ilustran esos subtítulos. No es lo mismo un burgués que un violador o un insolente. En su “Preámbulo” —y alrededor de la publicación de un “Decálogo” que proponía la prohibición de 20 poemas de amor y una canción desesperada, publicado por Neruda en 1924, a la edad de 19 años—, el biógrafo advierte:

No conozco en detalle las piezas del libro enarboladas por la severa fiscalía feminista como pruebas del delito de machismo, pero imagino que no falta entre ellas el verso inicial del poema 15: “Me gustas cuando callas porque estás co-mo ausente”, que a las feministas españolas del Decálogo sonará machista cuanto a ciertas feministas norteamericanas el famoso título del relato de Raymond Carver: Will You Please Be Quiet, Please? En ambos casos, por ignorancia o incomprensión del verdadero significado o función de las frases en el contexto de las respectivas composiciones.

En el país donde el número de atro-pellos, violaciones y asesinatos de mujeres provocó que el colectivo Las Tesis hiciera internacionalmente coreado el himno “El violador eres tú”, la prensa ha acusado a Loyola de “blanquear” al poeta. Neruda, y eso no lo consigna su biógrafo, también fue un borrachín incontrolable e irascible y ya Ángel Gilberto Adame ha dado cuenta de esas otras aristas de la personalidad del poeta en Pasiones, fracturas y rebeliones. Octavio Paz, Pablo Neruda y José Bergamín (Taurus, 2020). Doy constancia de estos hechos que no pueden soslayarse —“ni perdón ni olvido”—, pero en esta Tierra no es mío el papel del fiscal.

EL CONTAGIO

Quizá en el verano de 1936, Octavio Paz sintió el ritmo contagioso de los versos de Neruda y el 30 de septiembre de 1936 publicó el poema “¡No pa-sarán!” que tuvo largas y virulentas respuestas, como ya han mostrado Guillermo Sheridan y Adame. Uno de los “reproches” (por decir un eufemismo) fue el de Bernardo Ortiz de Montellano quien, firmando como Marcial Rojas, mostró que los versos de Paz provenían del poema “Galope muerto”, de Neruda. Yo supe de esa historia por Adolfo Castañón, que incluyó en su Trinidad profana. Octavio Paz, Efraín Huerta, José Revueltas (Ediciones Sin Nombre, 2015) la reproducción de la nota de Ortiz de Montellano, publicada en el primer número de Letras de México y donde su autor decía que “al azar y sin citar nombres” había encontrado un poema mexicano reciente y citaba un fragmento:

Como pájaros ciegos, prisioneros,

como temblantes alas detenidas

o cánticos sujetos,

suben amargamente

hasta la luz aguda de los ojos

y el desgarrado gesto de la boca,

los latidos febriles de la sangre...

El tono es, desde luego, la piedra de toque de la personalidad del poeta. He aquí el origen del tono de este fragmento lírico:

Como cenizas, como mares

[poblándose

o como se oyen desde el alto

[de los caminos

cruzar las campanadas en cruz,

como abejas muertas o números...

Si procuráramos entender lo que se dice y porqué se dice en los fragmentos citados veríamos que, en el primero, no hay más que un superficial dramatismo de fondo y de concepto de algo que va naciendo y que antes no existía “como mares poblándose”. Diferencias entre la retórica y la poesía.

Con el libro de Castañón en la mano, le escribí a él mismo:

... Creo que ya te he dicho cuánto amor le tengo al Neruda de Residencia en la Tierra. Hay, en el “Tango del viudo”, una línea que he intentado repetir mil veces sin ningún éxito. Lo que me interesa de ahí es la música, como una nota sostenida largamente por el chelo en algunas obras de Brahms. (“Así como me aflige pensar en el claro día de tus piernas / recostadas como detenidas y duras aguas solares”). Y al leer los primeros versos de Paz volví a encontrar otra línea melódica que adoro: “Co-mo temblantes alas detenidas / o cánticos sujetos”. Pensé que Ortiz de Montellano era un burro. Te lo quería decir y te quería agradecer por haber puesto a la trinidad profana en mi camino.

Pues sí, qué le vamos a hacer: soy esa sobrina del jefe de estación, una de las tontas de América de las que se burlaba Huidobro. Adolfo me contestó (y cito con su permiso), que “Bernardo Ortiz de Montellano no era un burro sino una mula. Cabría decir, entre paréntesis, que casi todos ellos lo eran, salvo Jorge Cuesta”.

La infección contaminó a muchos poetas e incluso narradores, que no eran tan mediocres como Huidobro suponía. ¿Podemos leer Ocnos, de Cernuda, y no pensar en el chileno? ¿No observamos en Alberti la sombra de aquella melodía? Dicen los expertos que sólo influyó en la Generación del 27. Pero, ¿podríamos leer Incurable, de David Huerta, sin escuchar o ver la voz, los adjetivos, el brillo de Neruda? (Y también de Lezama, claro). Aquel poema hermoso de Historia, “Oración del 24 de diciembre”, ¿no conversa con “El tango del viudo”? Y entonces pienso en Molina, en Enrique Molina y su “Alta marea”. Debo estar equivocada porque hablo de poemas de amor como si aún fuera posible escribirlos.

Raúl Zurita (1950).
Raúl Zurita (1950). ı Foto: Fuente: Wikimedia Commons

Hablemos, pues, de la tortura. Hablemos de América, de los países arrasados, de los países muertos, de las fosas (y también del amor). Canto a su amor desaparecido (1985) de Raúl Zurita, por ejemplo, es nerudiano desde el título (ese uso prodigioso de los participios de Neruda que son ritmo, acicate y nostalgia). El Canto general preside la fúnebre cartografía de Zurita, pero también hay un Neruda en el origen de su Anteparaíso (1982): un Neruda en movimiento.

No seguiré con los ejemplos. Son legión y Huidobro se equivocó.

COSAS PERDIDAS

1. No encuentro dónde dijo Juan Ramón Jiménez que Neruda era “un gran poeta malo”, pero todo el mundo lo cita.

2. No encuentro, tampoco, la entrevista donde García Márquez dice que una escena de El amor en los tiempos del cólera proviene directamente de estos versos:

Daría este viento de mar gigante

[por tu brusca respiración [...]

Y por oírte orinar, en la oscuridad,

[en el fondo de la casa,

como vertiendo una miel delgada,

[trémula, argentina, obstinada...

Cuando encontré la entrevista fui feliz porque había llegado a pensar, al leerla, que ya veía a Neruda hasta en la sopa. Ahora, como tantas cosas que he olvidado, no sé dónde la puse, pero sí puedo citar el párrafo:

Él fue el primer hombre al que Fermina Daza oyó orinar. Lo oyó la noche de bodas en el camarote del barco que los llevaba a Francia, mientras estaba postrada por el mareo, y el ruido de su manantial de caballo le pareció tan potente e investido de tanta autoridad, que aumentó su terror por los estragos que temía.

3. Un día dichoso leí en voz alta, de cabo a rabo, “El tango del viudo”. Me acompañó en la lectura José Luis Rivas. En la mesa había vino, higos y queso. Recuerdo nuestras voces, la emoción y mi ahogo al repetir los versos finales de ese poema prodigioso:

cuántas veces entregaría este coro

[de sombras que poseo,

y el ruido de espadas inútiles

[que se oye en mi alma,

y la paloma de sangre que está

[solitaria en mi frente

llamando cosas desaparecidas,

[seres desaparecidos,

substancias extrañamente

[inseparables y perdidas.

Canto a su amor desaparecido de Raúl Zurita, por ejemplo, es nerudiano desde el título... El Canto general preside
la fúnebre cartografía de Zurita, pero también hay un Neruda en el origen de su Anteparaíso... Huidobro se equivocó

MALVA FLORES (Ciudad de México, 1961), poeta y ensayista, es autora de Estrella de dos puntas. Octavio Paz y Carlos Fuentes: crónica de una amistad (2020) y A ingrata línea quebrada (2019), entre otros libros.

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George Segal, Mujer en mecedora de mimbre blanco, bronce con pátina blanca, 1985.