Ciudades malditas hasta los cimientos

Han congregado grupos humanos desde Egipto, Roma, Tenochtitlan, la Edad Media y hasta hoy: las urbes no son sólo un espacio físico de convivencia, de actividad económica, pues convocan tal número de miedos o mitos que se han convertido en protagonistas de la literatura, en particular desde el siglo XIX. Iván Farías repasa tanto puntos de encuentro como diferencias de ciudades imaginadas por Charles Dickens, Arthur Conan Doyle, Stephen King y el mexicano César Silva Márquez, entre otros autores.

Luke Fildes, Sin casa y hambrientos, grabado a partir de Charles Dickens, 1869.
Luke Fildes, Sin casa y hambrientos, grabado a partir de Charles Dickens, 1869. Foto: Fuente: stickitonyourwall.com

La idea de ciudad provino del avance de los pueblos antiguos, cuando el ser humano decidió asentarse en un lugar específico y no seguir vagando por llanuras, valles y bosques. Pronto surgieron las ciudades-estado, las ciudades amuralladas y, luego, las urbes caóticas que conocemos, con poca planeación y llenas de problemas, tan alejadas de las Ciudades jardín del mañana, pensadas por el urbanista Ebenezer Howard a principios del siglo XX. Pero existe otro tipo de urbes, las que viven en la imaginación de quien las escribe. Sitios como la Utopía de Tomás Moro o el Rivendell de J. R. R. Tolkien. Éstas no salieron de la nada, sino que poco a poco las reales dieron pie a una geografía fantasmagórica y ficcional.

EN EL ORIGEN, LONDRES

Sin duda, la metrópoli señera del siglo XIX fue la Londres que reinventara Charles Dickens, diametralmente diferente a la que es hoy, pero también bastante distinta de la que existía cuando el escritor vivía en ella. En sus novelas, la capital inglesa era una especie de sitio de suplicio, con el aire enrarecido por el humo de las fábricas, permanentemente cubierta de neblina y salpicada de tejados con chimeneas llenas de hollín; con tabernas y pubs, iglesias y plazas, habitada por niños buenos, herederos de familias ricas sin saberlo y gente con el corazón negrísimo, además de cárceles que mataban el alma, como en la que encerraron a John Dickens, padre del escritor. A esa prisión, llamada Marshalsea, en el sur de Londres, fue a dar toda la familia, ya que se acostumbraba encerrar con toda su prole a la gente condenada por delitos de faltas de honor y deudas. Años después, Dickens escribiría una crónica sobre una prisión aún peor, la tristemente célebre Newgate, sitio que dio pie a uno de los primeros diarios de nota roja del mundo, el Newgate Calendar, que llevaba por subtítulo: “El sangrante registro de los malhechores”.

Dickens conocía perfectamente la ciudad ya que sufría insomnio, entonces hacía largas caminatas nocturnas; según varios biógrafos recorría entre 16 y 24 kilómetros. Hoy día, por ejemplo, London Walks organiza viajes a pie —no tan largos—, pero sí lo suficientemente extensos como para reconocer varios sitios mencionados en la vasta obra de autor.

Sin embargo, sería hasta 1888, con la aparición de Jack El Destripador, que Londres acabaría convirtiéndose en una ciudad tenebrosa. Los asesinatos de siete mujeres en el barrio de clase trabajadora de Whitechapel, a unas pocas calles de distancia uno de otro, acabarían por otorgarle un aire siniestro y fantasmal. En 1897, Bram Stoker publicaría Drácula; si bien inicia en Transilvania, pronto la acción se traslada a Londres, a sus calles, sus casas y, claro, al ficticio manicomio del doctor Seward, en la también ficticia abadía de Carfax.

Otro escritor prominente que ayudó a crear esa Londres ficticia fue Arthur Conan Doyle. Para cualquier holmesiano, la dirección 221B de Baker Street remitirá siempre al sitio donde Sherlock Holmes y Watson discutían sus casos. Sin embargo, cuando Doyle escribía sus ficciones, el número 221 no existía aún, de modo que creó una dirección ficticia que acabaría haciéndose real. Algunos autores aseguran que la dirección salió de un error de tipografía. Me explico: el relato “La casa deshabitada” narra un atentado que comete el coronel Sebastian Moran contra la vida de Holmes, ayudado por un rifle de mira telescópica. Se supone que el diestro tirador está sentado en el número 21 de Baker Street, y que el narrador, es decir, Watson, asegura que dicha casa está frente a la del detective. La verdad es que Doyle no era amoroso con sus personajes, no le importaba cuidar esos detalles: por ejemplo, cambiaba la cojera de Watson de la pierna izquierda a la derecha, entre otros detalles que obsesionan a los lectores.

Actualmente, la dirección ya es real, o más bien no. El 221B de Baker Street existe, es cierto, pero legalmente debería ser el 239, no obstante, hasta ahora la autoridad londinense le permite al museo dedicado a Sherlock Holmes ostentar el mítico número.

Así como Bram Stoker veía que su Londres iba hacia la decadencia, debido a la revolución industrial, Stephen King ve con tristeza la muerte de los pueblos norteamericanos

CIUDADES PODRIDAS

Conan Doyle estaba verdaderamente obsesionado con Estados Unidos y con las cosas que pasaban del otro lado del Atlántico. Por eso en El Valle del Terror, su segundo libro, luego de un arranque bastante común donde Holmes es llamado a resolver un peculiar asesinato, saltamos a una novela dentro de la novela. En ésta, nos vamos de Inglaterra a la costa este norteamericana, donde nos enteramos de la incursión de un detective de la Agencia Pinkerton llamado Birdy Edward, que debe infiltrarse en una hermandad, Los Scowrers, que domina al sindicato de mineros de un pueblo llamado Vermissa Valley, en Pensilvania. Ese lugar es apodado El Valle del Terror, por la cantidad de crímenes que suceden en él.

Ésta sería la primera vez que un pueblo de la naciente nación norteamericana es retratado como un lugar lleno de corrupción y podredumbre moral. Por eso es que muchos especialistas afirman que Conan Doyle fue el precursor de lo que después llamaríamos hard boiled, es decir, el relato policiaco duro y alejado de la tradición inglesa.

Doyle seguía con detenimiento las noticias sobre Estados Unidos, así que su historia está basada en los juicios y posteriores ahorcamientos de una hermandad, Molly Maguires, de origen irlandés, que dominaba los sindicatos de Pensilvania. También fue verdad que un agente de Pinkerton, la prestigiosa agencia de detectives nacida en Chicago años antes, había infiltrado a un agente para detener a la hermandad. Algunos de ellos fueron colgados en la cárcel de Pottsville, en la misma Pensilvania. No debemos olvidar el nombre de esa población, ya que resonará en varios autores.

CIUDAD VENENO

Supongo que para Doyle, quien a la postre se convertiría en Sir, estas ciudades parecían infectas y llenas de maldad. Lo mismo sucedía con Da-shiell Hammett, quien fuera agente de la Pinkerton: retrató en su novela más famosa, Cosecha roja, un pueblo similar de nombre Personville, aunque los habitantes le decían despectivamente Poisonville, es decir, Ciudad Veneno.

Al igual que en la novela de Doyle, Hammett narra la llegada de un detective, éste de una agencia llamada La Continental, que acabará conjurando una huelga en una ciudad podrida, hundida en la miseria y llena de perversión. Sin embargo, aquí no hay buenos o malos, ni los obreros, ni los policías, ni los ricos, claro está, tampoco el detective. Se diluye la moralidad al máximo.

La descripción que hace Hammett de la ciudad es esclarecedora:

La encontré fea. Los edificios hacían gala de una arquitectura afectada. Tal vez había conocido tiempos mejores. Los altos hornos, con sus chimeneas de ladrillo levantadas al sur frente a una sombría montaña, habían impregnado la antigua pomposidad de una capa de suciedad ocre y de un humo espeso. En consecuencia, sus cuarenta mil habitantes vivían en una ciudad fea, hundida en un valle limitado por dos insípidos montes; las minas contribuían en gran manera a la fealdad general. Perdido entre las nubes negras que salían de las chimeneas de los altos hornos, se veía el cielo.1

1280 almas, ilustración de Jordi Benet.
1280 almas, ilustración de Jordi Benet. ı Foto: Fuente: javiercoria.blogspot.com

Muchos autores dicen que la novela está basada en una huelga en plenos años veinte del siglo pasado, cerca de las minas de cobre en Montana, cuando los guardias de la compañía dueña de las minas dispararon a mansalva contra los mineros: mataron a Tom Manning, su líder, e hirieron a otras dieciséis personas.

Sin embargo, el Potts County de Jim Thompson, aparecido en su novela más famosa, 1280 almas, acabaría por redondear esta idea de los pueblos terribles de Estados Unidos, dejando atrás la realidad para acabar convirtiéndose, como un espejo deformante, pero espejo a fin de cuentas, en la realidad de la América profunda. Potts County es un sitio perdido en el medio oeste, con un sheriff corrupto pero muy inteligente, aunque aparenta ser idiota, que es elegido por una población hundida en la pobreza, el racismo y la ignorancia, gente que juega y, en ocasiones, acaba teniendo sexo con sus vacas o cerdos.

El sheriff, Nick Corey, reflexiona siempre sobre la justicia y el carácter de los pobladores de Potts County:

Según la ley, yo debería estar al acecho de los grandes y los poderosos, de los tipos que realmente gobiernan este lugar, pero no se me permite tocarlos, así que me veo forzado a equilibrar la balanza siendo dos veces implacable con la basura blanca, los negros y los individuos como tú, que tienen el cerebro perdido por el culo porque no tienen otro sitio donde utilizarlo.2

CIUDADES DE TERROR

Uno de los grandes lectores de Thompson es, sin duda, Stephen King, quien siempre ha puesto su prestigio al servicio de Jim Thompson cada vez que reeditan su obra. En el prólogo a la reedición de su primer libro, Aquí y ahora, King escribía:

Sus novelas son aterradoras viñetas del dolor, la hipocresía y la desesperación existentes en tantas y tantas pequeñas poblaciones estadunidenses. Están marcadas por una fealdad imponente, por un mal gusto que se diría triunfal. Thompson narraba unas historias tremendas, pero las historias tremendas están lejos de ser verdadera literatura. ¿Quién puede saberlo mejor que yo mismo? Lo que convierte los libros de Thompson en literatura es su disección clínica de la mente alienada, de la psique trastornada hasta convertirse en una bomba de nitrógeno, de personas cuya existencia recuerda unas células enfermas e inscritas en el intestino de la sociedad norteamericana.3

Por eso no es de extrañar que Derry, la ciudad creada por King, tenga tantas reminiscencias de Potts County, con su aire de perdición y maldad. Si bien su geografía concuerda con Bangor, donde vive King, la verdad es que el adormecimiento ante la injusticia, así como la brutalidad con la que se conducen sus habitantes hace que ambas ciudades, Derry y Potts County, sean hermanas espirituales. Muchos han visto una relación entre las urbes de Lovecraft y las creadas por King, sin embargo, éste lo explica en una entre-vista concedida a Craig Ferguson. Afirma: “Leí mucho a Lovecraft en una época, leí mucho a (Edgar Allan) Poe, pero quienes realmente me influyeron fueron escritores de California”.4

King ha creado en su estado natal, Maine, una geografía maldita que, además de Derry, incluye Castle Rock y Jerusalem's Lot. Esta última es protagonista de la novela Salem’s Lot, que es en realidad una reescritura y un homenaje al Drácula de Stoker. En esta ocasión, el vampiro europeo no se traslada a la ciudad más pujante de Europa, Londres, sino a un pequeño pueblo rural, con nombre bíblico. Existen paralelismos interesantes entre ambas: el vampiro maligno que intenta crear un reino oscuro en un lugar fuera de sus tierras transilvanas, la llegada de un especialista en cazar vampiros y una tensión sexual que percibimos constante entre los personajes.

Así como Stoker veía que su Londres amada iba hacia la decadencia, debido a la revolución industrial, King ve con tristeza la muerte de los pueblos norteamericanos, a causa de la urbanización incesante.

Un personaje que reúne influencias góticas es Batman. En su universo existen dos cárceles: Blackgate, para criminales comunes; el Asilo Arkham, manicomio para psicópatas y cuyo nombre es una referencia a Lovecraft

CIUDADES DE PESADILLA

Ambrose Bierce fue un soldado y periodista norteamericano que vivió siempre al límite, trabajando en redacciones de varios diarios, una vez que acabó la Guerra de Secesión en la que fue soldado. El campo de batalla lo marcó. En gran medida lo convirtió en un escritor de humor negro, con una mirada muy cínica sobre la muerte. Varios de sus cuentos abrevan del realismo norteamericano de aquel entonces, al cual le insuflaba el aliento de su humor y sus obsesiones con temas paranormales, muy comunes hacia finales del siglo XIX.

Bierce publicó el cuento seminal “Un habitante de Carcosa” en la edición del 25 de diciembre de 1886 del periódico San Francisco Newsletter, diario en el que trabajaba. Posteriormente reunió éste y otros de sus cuentos de terror en el libro ¿Pueden suceder tales cosas? En el relato, un hombre recorre una ciudad fantasmal mientras descubre que en realidad está muerto, ya que ve su tumba en el cementerio:

Observé en la hierba un número de piedras gastadas por la intemperie y evidentemente trabajadas con herramientas. Estaban rotas, cubiertas de musgo, y medio hundidas en la tierra. Algunas estaban derribadas, otras se inclinaban en ángulos diversos, pero ninguna se conservaba vertical... Estas reliquias, vestigios de la vanidad humana, monumentos de piedad y afecto me parecían tan antiguos, deteriorados, gastados, tan manchados, y el lugar tan descuidado, que no pude más que creerme el descubridor del cementerio de una raza prehistórica de hombres cuyo nombre se había extinguido hacía muchísimos siglos.5

Si bien Carcosa no es la primera ciudad mítica en la literatura, sí planteó una nueva veta que muchos autores supieron utilizar: la de la ciudad antigua, caída en desgracia, como la misma Londres, que los norteamericanos veían con historia tan vieja en sus calles (en comparación con su propio país, de fundación reciente) y que guardaba secretos en los cuales no era bueno entrometerse.

Al poco tiempo llegaría Robert W. Chambers, otro escritor norteamericano que tomaría Carcosa como punto de partida para darle forma a una nueva mitología en su libro de cuentos El rey de amarillo. Tal monarca sería una deidad maldita, vestida con andrajos de ese color, que habita en esa urbe y ante quien se arrodillará la humanidad bajo el cielo de estrellas negras. H. P. Lovecraft tomaría lo iniciado por Bierce y continuado por Chambers, para ahondar en la pútrida ciudad de Carcosa agregando sitios como El Lago de Hali, además de inventar ciudades hermanas de ella como Innsmouth, Arkham o Dunwich, todas ubicadas en la costa este de Estados Unidos. En la novela corta La sombra sobre Innsmouth habla de un pueblo decadente en el cual sucedió algo terrible, ya que todos los habitantes del sitio acabaron haciendo un pacto con una serie de seres anfibios para mejorar el negocio local: la pesca. La gente local funda una iglesia llamada la Orden Esotérica de Dagón, quien tiene como dios a un ser anfibio llamado de tal manera: Dagón.

Con todo, sin lugar a dudas, la ciudad más icónica creada por Lovecraft sería Arkham, donde está la ficticia Universidad de Miskatonic, que guarda en su biblioteca el libro maligno y también ficticio: Necronomicón. Esta mitología, pero en especial la ciudad, dará pie a muchos autores para crear sus propias urbes fantásticas, como el mexicano Emiliano González, quien siguiendo la tradición iniciada por Bierce crearía a su vez un sitio oscuro llamado Penumbria:

Una vez que pisamos las márgenes del río que circula en torno a la ciudad y cuyas aguas hirvientes la vuelven inexpugnable, tenemos que aguardar, sobre el embarcadero desierto, a un ceñudo Caronte para cruzar al otro lado. Luego, durante la travesía, el barquero nos dice el nombre del río (Tang) y de la ciudad (Penumbria) y nos pregunta: “¿Cómo llegó [sic] hasta aquí? ¿Ha cruzado el pantano verdinegro? ¿Ha rasgado la cortina de zarzas? ¿Ha tomado el empalme de los gnomos?”... Penumbria conserva algunos ojos de agua, “restos de la lluvia de la noche anterior al día del encantamiento”, que no se evaporaron nunca. ¿Lugares de interés? Un cementerio, una iglesia, una plaza, una escuela religiosa para niñas y, sobre todo, la torre de Johan Rudisbroeck, tan alta que se pierde entre las nubes: nadie, hasta ahora, ha visto su cúspide. Sobre esa torre existe una

leyenda, que narraré más tarde. Quisiera evocar, por el momento, la imagen de Penumbria tal y como se me apareció hace veinte años: radiante, del color de la miel, porosa; húmeda y cálida a la vez como un cadáver en descomposición, pero fascinante y bella como una hoguera.6

Un habitante de Carcosa, ilustración de Patricio Bertacchini.
Un habitante de Carcosa, ilustración de Patricio Bertacchini. ı Foto: Fuente: artstation.com

CIUDADES DE PAPEL

La oscura Londres se ve reflejada en una de las novelas gráficas más oscuras y obsesivas de los últimos años: From Hell, escrita por Alan Moore y dibujada por Eddie Campbell. Mientras cuenta lo sucedido con Jack El Destripador, narra la historia de un gran complot al interior de las élites del poder inglés. La forma de narrar, además de los epílogos que acompañan cada capítulo, hacen de la metrópoli una verdadera urbe de terror.

Pero quien es un personaje de cómic y reúne en sí muchas influencias góticas es Batman. En su universo ficticio existen dos cárceles: Blackgate, para criminales comunes, que recuerda mucho a la inglesa Newgate; el Asilo Arkham, un manicomio para delincuentes psicópatas y cuyo nombres es una obvia referencia a Lovecraft. Las referencias a Inglaterra no acaban ahí. El nombre de Ciudad Gótica, Gotham (en inglés) proviene de un viejo mote que se daba a Nueva York a finales del siglo XIX.

Parece que este apodo fue impuesto por Washington Irving, quien llamaba así a Nueva York en sus artículos satíricos aparecidos en el periódico Salgamundi. Esto proviene de una vieja leyenda según la cual el pueblo llamado así, Gotham, había enloquecido previo a la visita del Rey Juan, alrededor del año 1565. El apodo caló tan hondo que aún hay sitios con ese nombre en Manhattan, como el Centro Gotham para la Historia de Nueva York. Los historiadores Edwin G. Burrows y Mike Wallace se explayan en el vínculo en su libro Gotham: Una historia de la ciudad de Nueva York hasta el año 1898.

ÚLTIMAS CIUDADES

Quiero mencionar cómo dos autores recientes crean ciudades de pesadilla. El alemán Stefan Kiesbye, en Puerta al infierno, comienza citando a Arthur Conan Doyle: “Piense en los actos de crueldad infernal, la maldad oculta que puede transcurrir en estos lugares, año tras año, sin que nadie se entere”. Así inicia el descenso a los infiernos de un pueblo de nombre Hemmersmoor, que debería ser tranquilo y pacífico, pero está lleno de canibalismo, parricidio y abusos sexuales. Las ciudades de Kiesbye parecen abrevar de los pueblos podridos norteamericanos, como Potts County o Poisonville, pero habitados por los personajes de los cuentos de los Hermanos Grimm.

El mexicano César Silva Márquez también crea en sus novelas una Ciudad Juárez que, de la misma manera que el Derry de Stephen King, pide su cuota de sangre para poder seguir viviendo. En Sombras nada más y en La balada de los arcos dorados asistimos a una urbe llena de fantasmas, donde los asesinatos se acumulan sin que nadie en la ciudad, excepto Luis Kuriaky —quien incluso puede hablar con los muertos—, trate de evitarlos.

Notas

1 Dashiell Hammett, Cosecha roja, Alianza Editorial, Madrid, 1997, p. 7.

2 Jim Thompson, 1280 almas, RBA, Barcelona, 2010, p. 58.

3 Jim Thompson, Aquí y ahora, con prólogo de Stephen King, RBA, Barcelona, 2014, p. 7.

4 De la entrevista transmitida el 8 de diciembre, 2012, en The Late Late Show with Craig Ferguson, 3'40'', consultada el 26 de septiembre, 2021: https://www.youtube.com/watch?v=9yGZDnW7F7U&=233s

5 Consultado el 27 de octubre, 2021: https://ciudadseva.com/texto/un-habitante-de-carcosa/

6 Consultado el 27 de septiembre, 2021: https://www.lashistorias.com.mx/index.php/archivo/rudisbroeck-o-los-automatas/