De cómo reemplazar el corazón

Ojos de perra azul

De cómo reemplazar el corazón
De cómo reemplazar el corazón Foto: Cortesía de la autora

Hay muchas maneras de extraviar el corazón. Lo roban, trafican con él, se derrite en la nieve o puede ser intercambiado por uno artificial y menos caprichoso. Yo me lo extirpé bruscamente porque se puso romántico, meloso, soñador y fantasioso. Le dio por escuchar canciones tristes todo el día, en las madrugadas se echaba a llorar a la luz de la luna. Me tenía harta de tanto sentimentalismo; lo había educado para ser frío, calculador, a no quebrarse por cualquiera ni ante cada decepción. Cuando lo extraje se resistió, parecía aferrarse a su antigua cavidad. Mientras decidía qué hacer con él lo llevé entre las manos, me acompañó a la cafetería, al consultorio, a la firma de mis libros, y lo dejé olvidado sin querer en algún lugar, no sé dónde, por ahí, como distraída.

Suelo perder las llaves, los lentes, la cartera, plumas, fuera y dentro de mi propia casa, incluso la cabeza, pero nunca el corazón. Por eso decidí abandonarlo.

Del lado izquierdo quedó un hueco que empecé a rellenar con palabras, con las pulsiones que me mantienen viva, aunque a veces sienta que me matan. Recargo ese vacío con suspiros para recuperar aliento. Con tu voz. El espacio no tiene el tamaño de un puño, pero lo cubro con un puñado de recuerdos, sueños incumplidos, ambiciones desdichadas, amores fracasados. Por ilusiones y sonrisas. Entonces siento algo dentro, un extraño aparato de amar que sufre de arritmia, muy diferente al de todos los demás y al que tuve antes. Funciona mejor porque ya no se enamora a la primera.

Del lado izquierdo quedó un hueco que empecé a rellenar
con palabras

EN LUGAR DE TEJIDO MUSCULAR hay una maraña de emociones que, por más que intento, no puedo procesar. Las cuatro válvulas, cuando me quedo quieta y en silencio, dejan escapar un soplo que se escucha como un lamento a media noche. En la aurícula derecha habitan mis ambivalencias, se pelean entre sí para ver cuál gana la batalla. En la otra está enquistada la necia compulsión a la repetición que rige mi comportamiento. Al centro, al lado de la aorta, radica mi demencia.

Por la arteria pulmonar viajan pensamientos extraviados que no encuentran un lugar para posarse. El ventrículo es ventrílocuo, habla por mí cuando no puedo expresar lo que siento. La sangre ardiente que transporta por el cuerpo es lo que soy.

Cuando te veo mi frecuencia de latidos se acelera. Entonces creo que me está naciendo otro nuevo corazón.

*** Quédate en caza.

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