Cien años de un pionero: el camino de Kerouac

Carlos Velázquez subraya los territorios expresivos que fundó la escritura de Kerouac, cuya huella se extiende a numerosas manifestaciones que incluyen, desde luego, el cine. Indaga en su estrecha afinidad —y correspondencia artística— con el espíritu del jazz y en especial del bebop, así como en su vertiente de poeta. A manera de antítesis, y ya que fue un autor controvertido, incluimos también una selección de colegas ilustres que se encargan, sin reserva alguna, de cuestionar sus méritos.

Jack Kerouac, nacido en Massachusetts.
Jack Kerouac, nacido en Massachusetts. Foto: Fuente: fahrenheitmagazine.com

Jack Kerouac fue un narrador extraordinario. Pionero de la no ficción. Además de la obra que le dio notoriedad y prestigio, escribió sobre el proceso de escribir. A la par de En el camino, en sus años más fructíferos escribió poesía y también incursionó en el relato, y además registró su proceso creativo en Windblown World. The Journals of Jack Kerouac. 1947-1954. Quinientas páginas que narran tras bambalinas la historia que lo llevó a situarse como el mejor narrador de la era del jazz.

Más allá del mismo Francis Scott Fitzgerald, Kerouac instrumentalizó el bop en la prosa y creó un sonido único dentro de la narrativa estadunidense. Basado en un grupo de amigos, aquellos enigmáticos locos que configuraron la Generación Beat, consolidó una mitología personalísima, que abrevaba de su amor por Walt Withman y Thomas Wolfe, con un poder tan deslumbrante como el de Moby Dick, pero donde el viaje era por las carreteras de su país. A Kerouac el tiempo le hará justicia también como uno de los padres de la no ficción. Sin él, la escritura en primera persona no sería lo que hoy conocemos.

A cien años de su nacimiento, van aquí tres momentos clave de su vasta producción literaria.

EN EL CAMINO

Todo se resume en la historia de dos amigos. Una trama sencilla pero de aspiraciones odiseicas. Sí, muy cercana al corrido, la novela narra las aventuras de Sal Paradise y Dean Moriarty. Sin ser una pieza cómica, alcanza las proporciones de una comedia de la picaresca contemporánea. La de dos hombres imposibilitados para existir bajo el mandato de la clase media estadunidense, que se ven comprometidos a atravesar el país en coche, con urgencia por llegar a un punto sólo para volver a comenzar el recorrido. Así que en sus páginas podemos encontrar cierto espíritu que hermana a Kerouac con el Henry Miller de Trópico de Cáncer. También, y de manera no menos velada, hay una conexión entre el autor y Homero. Jack plantea una hipotética Ítaca en algún punto de la ruta, pero a diferencia de Ulises, jamás la encuentra. Sin olvidar por supuesto los paralelismos con James Joyce, Ulises es a los años veinte lo que En el camino es a los cincuenta del siglo pasado.

Las correspondencias con Joyce son múltiples. En un tiempo de su vida ambos padecieron el apabullante flagelo de la religión. Lucharon contra malestares físicos y metafísicos, el irlandés contra el glaucoma y el gringo contra la flebitis. También sentían debilidad por la bebida. A su manera, los dos experimentaban una gran preocupación por la figura materna, Jack en vida y Joyce por medio de Stephen Dedalus. Creían profundamente en la epifanía como medio de acceso al conocimiento. Los dos escribieron libros con personajes que idealizan la juventud como etapa privilegiada de la vida y las novelas de ambos son consideradas biblias literarias.

Además de lo anterior, Kerouac puede ser rastreado a través de sus aportes a la cultura neoyorquina. Quizá sea, junto con Charlie Parker, la figura más importante de una era germinal. Claro que el Village ya ocupaba el lugar de meca importante de la cultura en la Gran Manzana, pero es Jack quien lo explora de manera honesta y lo cristaliza de forma directa e indirecta en su narrativa.

Las correspondencias con James Joyce son múltiples. En un tiempo de su vida ambos padecieron el apabullante flagelo de la religión. lucharon contra malestares físicos y metafísicos

Los jóvenes blancos de la época, por lo general, rechazaban las pulsaciones bop de la música negra. Él rompió con esas ataduras para dejarse seducir por el fraseo de Parker y convivir con Miles Davis, John Coltrane, Chet Baker, y no sólo convivir, sino ser uno de ellos en lo referente a la manera de observar la realidad. A partir de En el camino, el circuito negro jazzístico se develó para un sector blanco intelectual.

Jack también profundiza sus raíces en todo lo que ostenta la marca road. Inaugura una nueva etiqueta para la vanguardia. Sin duda, el adjetivo road-movie proviene de él: la categoría de historias de carretera se inspira en Kerouac. Incluso existió una tendencia a escribir obras bajo ese precepto. Una de las más sobresalientes es París, Texas, y en general todo Sam Shepard toma prestado de Jack. Él y todos los que abanderarían el modelo literario por el que apostó Kerouac. El de la escritura directa y confesional, en primera persona, herencia milleriana. Gracias a eso el público respondió con una mayor aceptación y recibimiento para las enérgicas obras que vendrían después, por ejemplo las novelas de Charles Bukowski.

Entre sus compañeros de generación, William Burroughs se convirtió en el gran sabio, el mayor monstruo literario del siglo XX, el príncipe del hielo; en un principio se mostró inseguro para decidirse a escribir. Fue Jack quien siempre estuvo ahí para alentarlo: hasta le obsequió el título de Naked Lunch (El almuerzo desnudo) para su novela. Por su parte, Allen Ginsberg, quien bautizó Aullido su poema por sugerencia de Kerouac, siempre vio en él al poeta marino mercante y compartió con él su gusto por las discusiones literarias. Con quien Jack tuvo la oportunidad de analizar todas sus teorías antes de ponerlas en práctica. Los diez mandamientos de la “prosa espontánea”. Derivado de la improvisación jazzística, plantea que la reescritura es una especie de traición, pues el verdadero yo surge con la mente en ayunas, con mucha droga pero fluye desde el inconsciente.

La primera edición de En el camino fue publicada por Viking Press. De entre las más famosas reimpresiones destacan la de Penguin y la de Grove Press. Sería interesante saber cuántas ediciones existen de la novela, cuántos tirajes y en cuántas casas existe un ejemplar de esta obra. Inspiración para miles de jóvenes de las generaciones nacidas a partir de los sesenta, no hay otra pieza que identifique más a la juventud que las aventuras de Jack Kerouac por Estados Unidos y México.

El escritor y John Coltrane comparten a su vez muchas obsesiones. El saxofonista nació en 1926, cuatro años más tarde que el novelista. Murió en 1967, wdos años antes que él, a causa de un cáncer en el hígado. Toda su carrera en el sax fue un motor incansable, que siempre lo puso a la vanguardia de la experimentación musical. De igual forma, Kerouac actuó como un John Coltrane toda su vida. Ambos fueron fervientes practicantes de la fe, creían en Dios.

Para celebrar el aniversario cincuenta de En el camino, Viking Press lanzó una edición conmemorativa que como añadido solamente incluye la reseña seminal del crítico Gilbert Millstein. El reconocimiento absoluto del talento de Kerouac por una autoridad literaria que convirtió al libro y a su autor en un fenómeno que conserva su fuerza narrativa hasta nuestros días.

Jack Kerouac.
Jack Kerouac. ı Foto: larazondemexico

UNA PROEZA ESCRITURAL

Jack Kerouac nació en 1922. Año exacto en que se publicó el Ulises de James Joyce. Con el tiempo, el irlandés se convertiría en una influencia capital para la obra de Kerouac. Quien entendería la importancia del monólogo interior y la epifanía como un modelo literario. Jack creía con firmeza que la vida estaba llena de momentos de iluminación (la principal causa que después lo acercaría al budismo) y en sus libros a cada momento parece que sus personajes experimentan la ascensión.

Dividido entre la glorificación del gabacho a la manera de Thomas Wolfe, el lirismo amargo y poético a la vez de Viaje al fin de la noche, de Céline, y la abducción divina, Kerouac consolidaría una poética del lenguaje provocadora, arriesgada y propositiva a partir de sus experiencias. A la que llamó La leyenda de Duluoz, con la que pretendía conformar un “vasto libro... una enorme comedia, como la de Proust”.

Que sus libros se sumaran, uno a uno, hasta convertirse en uno solo, sin duda es una proeza, tanto física como escritural. De la misma forma procede El libro de Jack, una biografía oral de Kerouac por Barry Gifford y Lawrence Lee que pretende emular el modelo kerouaquiano para representar la vida del autor. Publicado por primera vez en 1978, lanzó al camino a Gifford y Lee para atravesar Estados Unidos en dos ocasiones y visitar todos aquellos lugares, personas, paisajes y memorias frecuentados por el autor de En el camino. Debido a que la mayoría de las carreteras por las que Kerouac fraguó su leyenda habían sido absorbidas por el sistema hegemónico de la autopista interestatal de Estados Unidos, llevaron a cabo la tarea casi siempre en avión.

Dividido entre la glorificación del gabacho, el lirismo amargo y poético a la vez de Viaje al fin de la noche, de Céline,
y la abducción divina, Kerouac consolidaría una poética del lenguaje provocadora, arriesgada y propositiva

El prólogo de este libro comienza con el siguiente párrafo:

Estados Unidos plantea extrañas exigencias a sus autores de ficción. No nos basta con su arte; esperamos de ellos que nos proporcionen modelos de comportamiento, con tal intensidad que a veces los juzgamos más por su vida que por su obra. Nos gusta que declaren formar parte de un movimiento o de una generación, porque nos simplifica el uso que planeamos hacer de ellos. Si nos plantan delante un manifiesto, lo entendemos como un contrato con fuerza de ley.

Lo anterior, aunque los biógrafos lo denuncian sólo para decir a continuación que Jack fue víctima de ese utilitarismo, arroja una luz particular sobre Kerouac. Que fue un hombre que respondió a las exigencias. De forma deliberada o no, su espíritu siempre estuvo al frente de lo que consideraba su deber, luchar por conservar la tradición de la gran narrativa estadunidense y por crear además una nueva épica, la de su país, que lo alentaba a entregarse sin reservas a una dinámica escritural de proporciones dostoyevskianas.

Jack fue capaz de llenar los huecos que su figura abarcaba. La del hombre, la del escritor, la del mito. Y todo a base de hazañas. Porque fue hombre de hazañas. Sus logros deportivos en el campo de fútbol, recorrer el mundo incontables veces, en tren, en barco, en automóvil, en autostop, denominar a su grupo como Generación Beat, escribir en sólo tres noches una novela como Los subterráneos, y sobre todo descubrirnos ese país insospechado y desinhibido que se ocultaba tras la límpida y en apariencia inalterable nación que gobernaba Eisenhower. La capacidad para modificar la conciencia colectiva y demostrar que en el underground existía una fuerza vanguardista y renovadora que incitaba al renacimiento, fuerza y condiciones que con el tiempo alentarían a espíritus como Bob Dylan o el hippismo.

Ya que se trata de una biografía oral, lo que hicieron los biógrafos fue rastrear a los personajes que convivieron con Kerouac y realizar series exhaustivas de entrevistas. Información de primera mano, con todo lo que esto conlleva, imprecisiones, contradicciones, descontextualizaciones y demás, pero que hacen del libro algo vívido, sobrecogedor hasta tal punto que le ha ganado el título de una de las mejores biografías de los beats. La historia oral está construida por personas claves en el mito kerouaquiano, vivas aún antes de la publicación de la primera edición, entre las que destacan Lucien Carr. Uno de los primeros beats, “un Rimbaud sin obra”, lo calificaría Allen Ginsberg, quien se separó del movimiento porque asesinó a un hombre y cumplió una condena en la cárcel. También Herbert Huncke, un yanqui robaabrigos y clochard experto en sobrevivir en las calles de Nueva York —después de Burroughs, la figura más reverenciada por Jack. Gary Snyder, el budista en quien Kerouac se inspiró para escribir su novela Los Vagabundos del Dharma. John Clellon Holmes, autor de Go!, la primera novela beat publicada. Y por supuesto Allen Ginsberg y William Burroughs, poeta y narrador respectivamente, compañeros inseparables de Jack durante sus años de formación y protagonistas de la Generación Beat.

El libro de Jack es un testimonio eficaz para acercarse más a la vida de un autor fundamental en el desarrollo de las letras estadunidenses de la posguerra. La información de las entrevistas realizadas por los biógrafos fue vaciada directamente en el libro, procurando respetar la oralidad (algo que hizo Kerouac en Visiones de Cody, la más experimental y joyceana de sus novelas), lo que hace de todo el trabajo documental una experiencia digna de Jack, que contiene momentos de insuperable belleza.

Observamos a otro Jack, borracho, manotear y desgañitarse. Más que el Rey de los Beats parece una caricatura

DEL BLUES AL HAIKÚ

En su prólogo a Book of Blues, Robert Creeley escribe: “Difícil ahora trasladarse al tiempo en que Jack Kerouac escribió estos poemas”. Lo mismo puede decirse de Libro de jaikus. Uno de los principales impedimentos para emprender la regresión es la pérdida de la inocencia. Conducta que en Kerouac sostuvo diversas luchas internas. Asumida como sencillez. En otras ocasiones como timidez. Incluso como confusión. En YouTube hay dos testimonios señeros que ejemplifican a la perfección cómo perdió la inocencia Jack Kerouac. El primero se descuelga de 1959, año boom del beat, en una respetuosa entrevista hecha por Steve Allen en su show. En pantalla vemos a un Jack ebrio leer un fragmento de En el camino, acompañado al piano por el mismo Allen. Aunque la cultura beat estaba despertando el sensacionalismo beatnik, la aproximación de Allen a la figura de Jack no fue trivializante. Sin embargo, a Kerouac se le advierte incómodo, inseguro. Un malestar ontológico comienza a formarse dentro de él. Paradoja insuperable. Jack, el escritor que había luchado por modernizar la prosa, se sentía minimizado ante el espectro contemporizador.

El segundo documento visual sucede diez años después, en 1969, el mismo año en que muere Kerouac. En la década entre una presentación y otra, el autor consiguió para sí un intenso background autodestructivo, digno de novela rusa. Observamos en el programa italiano a otro Jack, totalmente borracho, manotear y desgañitarse en elogios hacia la crítica italiana Fernanda Pivano. Resulta tan patético, que más que el Rey de los Beats, parece una caricatura de sí mismo. Estas dos postales fílmicas revelan el sufrido proceso, durante el que se corrompió, que la fama le infligió a Kerouac. Uno de los más prolíficos en la historia de la literatura, que no escribiría más de unos cuantos poemas en los últimos cinco años de su vida. Una muestra de que con inocencia había extraviado su lugar en el mundo. Su sentido de pertenencia. Su capacidad para trabajar con la pureza como materia. No es una casualidad que el estudioso mexicano del beat, Jorge García-Robles, haya titulado su trabajo sobre los días que Kerouac pasó en México El disfraz de la inocencia. Con tal disfraz Jack se aseguraba la supervivencia.

Esta compilación afirma, sin exageración, lo que se ha dicho acerca de Jack: “Más que un poeta, es una fuerza de la naturaleza”. Según el propio Kerouac, su obra podría ser observada como un panteón otoñal. Afirmación realizada con base en su narrativa. Pero conforme los textos inéditos del autor han salido a la luz, se aprecia que dentro de su poética también existe esta conexión. Book of Haikus es un hermano de Book of Dreams, que a su vez es hermano de Book of Blues, hermanado con Mexico City Blues. Poemario que Allen Ginsberg calificó como un “clásico original de la literatura posmoderna”. Descripción que nos sirve para hacernos una idea del potencial poético de Kerouac. Una anécdota que refuerza esa importancia es la historia que cuenta Ginsberg acerca de cómo Bob Dylan le confesó que la poesía de Kerouac fue la primera que realmente le habló en su idioma. Si su pericia descriptiva puede ser calificada como una comedia, la congregación poética será llamada a ser señalada como una suite tipificada por diversos movimientos: melancólico, blues, zen, beat.

Libro de jaikus fue planeado en un principio para albergar 212 textos escritos por Kerouac para este libro en particular. Publicado póstumamente por Penguin, su versión definitiva contiene más de quinientos poemas. Rescatados de cartas, blocs, cuadernos, novelas y correspondencia. Tal interés por reunir la obra confirman a Jack como un gran artífice del género. En Occidente, al realizar una historia del haikú —en su ortografía habitual—, sin duda este autor se llevará una revisión exhaustiva. No sólo en su papel de escritor, también en su faceta de estudioso del haikú. Entusiasmo que lo asocia con escritores en apariencia tan distintos como Octavio Paz.

El haikú es, sin establecerlo deliberadamente, dentro de las corrientes poéticas, el modelo más religioso. Si bien toda experiencia poética tiene algo de iluminatoria, es en el haikú donde prevalece con mayor presencia. En su libro La cultura de la contracultura, Alan Watts afirma:

Cuando empleo la palabra misticismo me estoy refiriendo a un tipo de experiencia —a un estado de conciencia, por así decirlo— que a mi entender es tan común entre los seres humanos como el sarampión. Es algo que sencillamente ocurre y no sabemos por qué.

Jack Kerouac
Jack Kerouac ı Foto: larazondemexico

El haikú, como ninguna otra práctica escritural, se basa en tales principios. Es el documento que captura con eficacia la experiencia mística. Es tan imponente su impacto iluminado que alcanza niveles religiosos, en un sentido no sectario, por su cualidad epifánica. Además, el instante que origina el haikú se produce de manera común. No se necesita un grado especial de concentración. Nace a partir de los hechos comunes, bucólicos, contemplativos.

Los accesos de fiebre escritural por el haikú que experimentó Kerouac fueron propiciados fundamentalmente por su conversión al budismo zen, hacia el año 1953, y su consecuente contacto con Alan Watts, y animados por la amistad que sostuvo con el poeta Gary Snyder. Personaje que no se salvó de la mitificación kerouaquiana.

Lamentablemente Jack no tuvo la oportunidad de ver sus haikús publicados. En 1968, Neal Cassady, su compañero de viajes y prototipo de la conciencia estadunidense que alimentaba la prosa de Kerouac, murió en México, en San Miguel de Allende, por una intoxicación de anfetaminas y cerveza. Un año antes, en 1967, había fallecido el saxofonista John Coltrane de cáncer en el hígado. En 1955 se había marchado Charlie Parker, su héroe, mentor e inspirador.

El mundo al que pertenecía comenzaba a desmoronarse. Por su parte, Jack se había resistido a avanzar junto con otros miembros de su generación. Cassady y Ginsberg se adhirieron al hippismo. Más tarde, en la década de los ochenta, William Burroughs se manifestaría a favor del punk. Jack se negaba a transformarse. Su última aparición en televisión junto a Fernanda Pivano lo hace parecer como un payaso.

Pero no es así como vamos a recordarlo. Para nosotros Jack siempre será el hombre que antecedió al punk en cuanto al no-future. Quien prefirió morir con su época que renunciar a ella. El hombre que murió en llamas, no como Ginsberg y Burroughs que murieron cobijados por la longevidad. El hombre que murió, como Charlie Parker, frente al objeto que más lo atemorizaba: el televisor.

El rollo original en mecanuscrito de En el camino.
El rollo original en mecanuscrito de En el camino. ı Foto: Fuente: John Cohen / ecole-occidentale-meditation.com