Las cicatrices del exilio español en el Museo Kaluz

Al margen

Las cicatrices del exilio español en el Museo Kaluz Foto: Cortesía Museo Kaluz

“El campo de concentración propiamente dicho, no tenía, al crearse, ni una tienda de campaña, ni una barraca, ni un cobertizo, ni un muro, ni una hondonada, ni una colina; ni tampoco árboles, arbustos ni piedras. Es en la playa abierta y arenosa frente al mar, y, tierra adentro en terrenos eriazos y viñedos escuetos, donde han vivido y viven los refugiados de España. Es decir, que los cien mil hombres alojados en Argelès no tuvieron en un principio abrigo de ninguna especie, ni fuego para contrarrestar el frío invernal, ni un techo que les resguardara del cierzo, ni una pared que les defendiera de los aires marinos”.1

Con estas palabras, escritas el 24 de febrero de 1939, Isidro Fabela le describió al presidente Lázaro Cárdenas las condiciones de los refugiados de la Guerra Civil Española en la frontera francesa. Como representante de México ante la Sociedad de las Naciones (antecedente de la ONU), fue un personaje instrumental en la apertura de México al exilio español, pero el motivo que lo llevó a ser testigo de aquella crisis humanitaria fue más bien personal: viajaba al encuentro de dos niños, huérfanos de la guerra, a quienes adoptaría como sus hijos. Sensible ya, por lo tanto, a la causa de las víctimas de ese terrible conflicto, se vio profundamente conmocionado. “En estas condiciones, el aislamiento de los refugiados ha sido casi total —continúa la carta de Fabela—. Viven como presos sin serlo, con la circunstancia de que los reclusos, en cualquier parte del mundo, tienen casa en que vivir, lecho en que dormir y comida segura, y los refugiados españoles no”.

A partir del pasado 16 de marzo, las heridas de ese aislamiento han resurgido de las entrañas del archivo de Francisco Marco Chilet para exhibirse en el Museo Kaluz. Bajo el título Cicatrices del cautiverio, la nueva exposición temporal del museo de arte más joven de la Ciudad de México nos enfrenta a los horrores de los campamentos en Argelès-sur-mer y Agde, de la mano de la obra de este artista valenciano. Sus dibujos, de trazo firme y denuncia contundente, son a la vez una invitación a reflexionar sobre las adversidades de la migración y la guerra —un tema tan relevante como necesario—, así como también a descubrir a un personaje fascinante del arte español que dejó huella en la cultura visual mexicana tras su exilio en nuestro país. Si bien con el paso de los años ésta había quedado casi borrada, la podemos encontrar todavía en ámbitos tan diversos como la pintura y el cine.

Cicatrices del cautiverio confirma la importancia de volver a traer a la luz la obra de Francisco Marco Chilet .

¿QUIÉN FUE, ENTONCES, Francisco Marco Chilet? Nacido en 1903, ingresó a la Academia de San Carlos de su natal Valencia en 1916, donde fue formado por dos figuras titánicas del arte español: Joaquín Sorolla e Ignacio Zuloaga. Su talento fue reconocido de inmediato por la institución, la cual le otorgó un premio a la joven edad de 17; sin embargo, ejemplo de sus convicciones, decidió pausar su carrera artística en 1922 para ingresar a la Academia de Infantería de Toledo y, más adelante, a la Escuela Militar de Aviación de Madrid.

A pesar de dedicarse de lleno a la vida militar, aprovecha una temporada en París para entablar relación con los círculos artísticos de Montmartre y el Barrio Latino. Congruente con sus ideales políticos, se incorpora a una unidad de migueletes (milicia voluntaria), una vez iniciada la Guerra Civil Española, y en 1939 es llevado a Argelès-sur-mer para luego ser trasladado a Agde.

Tras su liberación, un año después, desembarca en Coatzacoalcos a bordo del Saint Domingue para naturalizarse mexicano en 1941. Aquí reinicia su carrera como artista, impartiendo cursos de dibujo, pintura, historia del arte y decoración, y produciendo su propia obra. También continuaría alimentando una de sus mayores pasiones: la masonería. Además, en 1943 incursiona como escenógrafo, colaborando en algunas de las películas más emblemáticas de la época de oro del cine mexicano, entre ellas En la palma de tu mano, por la que recibiría un Ariel en 1950.

La recuperación de la sutil y a menudo ignorada presencia de este artista en la plástica mexicana se suma a los esfuerzos que el Museo Kaluz se ha planteado —desde su apertura al público en 2020— de dar su justo lugar a aquellos pinceles que la historia del arte ha pasado de largo. Asimismo, reafirma uno de los intereses más destacados de la colección, el exilio español, lo cual llevó a la familia de Chilet a donar su acervo artístico al museo y motivó que se realizara esta exposición —la primera de muchas, según lo expresó su fundador, Antonio del Valle, en la inauguración de la misma.

CICATRICES DEL CAUTIVERIO confirma, por lo pronto, la importancia de volver a traer a la luz la obra de Chilet, un artista trepidante. Las líneas de sus dibujos hoy exhiben no sólo su excepcional manejo del lápiz, sino también su inquebrantable pulso, muestra de su talento como dibujante y, sobre todo, de su carácter. El encuentro con estas obras resulta aún más sorprendente al enterarnos, gracias a la curaduría de Ery Cámara, que fueron hechas con los escasos recursos que el artista pudo encontrar en aquellos desprovistos campos: retazos de papel, envolturas, cabos de lápiz... Hay en esa realidad, sin embargo, un atisbo de esperanza: que a pesar de las duras condiciones a las que la crueldad humana somete a los más vulnerables todavía podemos encontrar un poco de solidaridad, pues todos esos materiales le fueron suministrados por sus compañeros. También confirma la importancia del arte para enfrentar la adversidad.

Para completar la sacudida que nos propina la obra de Chilet, el museo se ha planteado una museografía, a cargo de Saúl Briseño, que nos evoca en cada rincón la experiencia de las barracas con el uso de madera natural como elemento central del montaje que, a pesar de su sutileza, nos sumerge en el ambiente de los campos.

Cicatrices del cautiverio es, por lo tanto, una exposición no sólo imperdible sino urgente, ahora que las imágenes de guerra y refugiados vuelven a invadirnos.

Nota

1 Isidro Fabela, Cartas al Presidente Cárdenas, Instituto Nacional de

Estudios Históricos de las Revoluciones de México, México, 2020, p. 120.

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