El universo literario de Cecilia Eudave

Esgrima

El universo literario de Cecilia Eudave
El universo literario de Cecilia Eudave Foto: Archivo de Cecilia Eudave

Aún no terminaba la promoción de su más reciente libro de cuentos, Al final del miedo (Páginas de Espuma, 2021), cuando en febrero de 2022 apareció, bajo el sello de Alfaguara, su segunda novela: El verano de la serpiente. Es la historia calidoscópica de una familia mexicana acechada por un sentimiento de descomposición irrefrenable, que encuentra su espejo en determinados acontecimientos históricos y sociales de México y el mundo. No es que 1977, año que evoca la novela, haya sido particularmente crucial, pero para la familia de Ana y Maricarmen, las principales compuertas a este túnel del tiempo, lo es.

En esta entrevista, la narradora jalisciense nacida en 1968, quizás la cuentista de pulso más firme y peculiar de su generación (que se desarrolló al margen de sus contemporáneos del Crack), detalla su credo literario, su preferencia por los géneros híbridos, su adhesión a la narrativa de lo inusual y se rebela contra la inspiración creadora. Omito las preguntas y ella toma la palabra:

¿DE QUÉ AUTORES es consecuencia Cecilia Eudave? Es una lista tan extensa, que he optado por no decir nombres, siempre me falta alguno y me entra remordimiento porque suele ser fundamental como cualesquiera de los citados. Sin embargo, puedo decir qué busco en estas influencias que me forman y me perfilan constantemente. Destaco la puesta en escena de un universo particular donde vuelcan sus preocupaciones más íntimas, ya sean intelectuales o emocionales, poseen una voz narrativa inconfundible, estructuran sus textos con inteligencia y detalle, y me logran conmover en distintos grados. Tengo autoras y autores favoritos en todos los géneros literarios, y los admiro por su capacidad de diversificarse en una literatura, en sus discursos, en su manera de representar la realidad y, sobre todo, porque dialogan con el lector de manera menos convencional y me desafían constantemente como lectora.

Eso, en cuanto a lecturas. Yo construí mi vida literaria sin un centro fijo; es decir, me muevo en el territorio de la literatura, de la ficción, que es abstracto y se puede ubicar en cualquier punto geográfico. Para escribir y crear tus universos literarios no necesitas estar en una capital o en otra. Creo que eso responde a pertenecer o no a grupos, recibir premios, hacer antesala, conocer de cerca a editores, compartir con otros amigos o colegas de oficio para intercambiar impresiones, si no estás viviendo en el lugar donde todo eso se concentra puedes sentir que te pierdes de algo. Pero eso no te hace ni mejor ni peor escritora o escritor. No me obsesiona estar en el centro de la intelectualidad de ninguna capital del mundo. Me gusta vivir en Guadalajara porque aquí está mi vida, mi trabajo, mi familia, no tengo tantas distracciones y me puedo enfocar de mejor manera.

Soy miniaturista de la literatura. Me siento cómoda narrando desde los silencios; sugiriendo más que aseverando .

Sobre el tipo de literatura que hago, Carmen Alemany, crítica española, mencionó que era difícil clasificarme porque, por un lado, no era fantástica al uso, ni realista al uso. Esto la llevó a observar un fenómeno que pasaba con algunas escritoras en América Latina. Dedujo que somos la puesta en escena de una dialéctica escritural que opone lo real como tesis a lo insólito como antítesis; su síntesis: una narrativa inusual que toma lo mejor de las dos partes para representar el mundo. Yo estoy de acuerdo, creo que en mis textos lo insólito roza la realidad. Así esta nueva forma de narrar lo inusual privilegia una narrativa dialógica entre lo insólito y lo real desde la anomalía; es decir, desde el sueño, la alucinación, la histeria, la locura, lo extraño, lo improbable, pero al mismo tiempo posible.

No intento que algo distorsione la realidad a momentos dejándonos entrever que detrás está la realidad pactada y asumida. Me interesa escribir sobre lo anómalo a distintos niveles, ya sea a través de mis personajes, de las situaciones a las que se enfrentan, de los espacios que habitan, de las consecuencias que genera su diferenciación en un mundo normativizado y estandarizado socialmente. En todos mis libros vas a encontrar la anomalía, o la puesta en escena de subjetividades anómalas; por ejemplo, mis personajes femeninos como masculinos se mueven en mundos abismados de inquietud que los conduce hacia rutas siniestras, desconcertantes y llenas de desasosiego.

UN LIBRO ES MUCHAS COSAS y cada lector tiene derecho a denominarlo como quiera, lo importante es que lo disfrute. Sin embargo, persiste el enorme problema de seguir tratando de leer toda la literatura desde modelos narrativos tradicionales, desde géneros literarios rígidos. Cuando me preguntan si El verano de la serpiente es una novela o Al final del miedo es, en efecto, un libro de cuentos, no ven que es una manera de narrar que hibrida géneros, modelos, e intenta romper con la lectura convenida de los siglos pasados. ¿Qué estás leyendo cuando me lees? Un libro, artefacto o no, que te saca de tu estado de confort, que se despliega en distintas formas de narrar y desde ahí te cuenta una o varias historias, te vuelve copartícipe incluso de la escritura.

Denomino novela a El verano de la serpiente porque no sólo está articulada por varias perspectivas sobre un mismo tiempo y espacio, por diferentes clases sociales desde distintas edades o narradores, sino porque eso me ayuda a entender la crueldad, motivo principal de la misma. El caso del libro de cuentos Al final del miedo tiene distintos motivos, cada cuento tiene el suyo y todos se amparan en el tema que le da título: el miedo, los miedos.

Lo que unos llaman “estructura de la novela o del cuento”, para mí es en realidad una forma particular de narrar y representar la realidad que he empleado desde mi primer libro de cuentos, Técnicamente humanos, y desde la primera novela, Bestiaria vida. Y que no ha sido ajena a muchos autores y autoras, pienso en Juan Rulfo con Pedro Páramo, La vida instrucciones de uso de Georges Perec, Si una noche de invierno un viajero o El castillo de los destinos cruzados de Italo Calvino, o la magnífica novela Los recuerdos del porvenir de Elena Garro, entre muchos otros textos tan singulares, tan propios, que no importa dónde los quieran colocar, ni si responden a la estandarización de las clasificaciones literarias. Deberíamos hablar más de cómo cuentan lo que cuentan sin la obsesión de dónde ubicarlos o clasificarlos.

SOY UNA MINIATURISTA en la literatura. Pero más allá de mi filiación a la poética de la brevedad, me siento cómoda narrando desde los silencios; sugiriendo más que aseverando; provocando más que complaciendo al lector, de quien demando que sea atento y sensible al detalle. En los detalles está la insinuación de que algo imposible puede ser posible, y eso dota al texto de un sentido distinto y perturbador. Tengo todo calculado, evito los cabos sueltos, no hay nada gratuito ni accesorio para alargar una historia, no me gustan los efectismos, las salidas fáciles y trilladas. La idea de que el texto me llevará por donde quiera, de que yo sigo su ruta fiel al instinto creativo, no va conmigo.

TE RECOMENDAMOS:
Non santa