Guillermo Fadanelli: "El único lugar habitable es la muerte"

Esgrima

Guillermo Fadanelli: "El único lugar habitable es la muerte"
Guillermo Fadanelli: "El único lugar habitable es la muerte" Foto: Cuartoscuro

Como en la oscuridad una maravillosa lámpara ofrece rápidas imágenes que brillan y se esfuman y perecen, y la noche resurge... eso será tan sólo lo que recordaré, para olvidarlo todo.

Robert Louis Stevenson,

“A mis viejos amigos”

En Stevenson, inadaptado (Literatura Random House, Ciudad de México, 2022) sucede una pandemia. Mario Stevenson —desdoblamiento literario de Guillermo Fadanelli (Ciudad de México, 1963)— pasa una temporada en un hotel en Ciudad de México. Fadanelli reveló claves de la novela. Plasmó que Robert Louis Stevenson “escribió La isla del tesoro y El club del suicidio. [...] Un escritor versátil, uno que podía convertirse en otro u otros [...] como sucedía abiertamente en El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde”. En entrevista, el escritor conversa sobre la desigualdad, el suicidio y la enfermedad.

Stevenson pensó “en los cátaros, aquellos albigenses del siglo XII que alababan el suicidio, puesto que, al matarse, el humzano abandonaba el mundo material”. ¿Qué opinión tienes de la muerte voluntaria?

Es necesaria si vivir causa un dolor permanente. Incluso si has llegado a esa conclusión sólo de una manera racional. Sin embargo, lamento el suicidio en la juventud. Uno debe esperar a volverse cínico o pensarlo más detenidamente. Los cátaros consideraban el suicidio una bendición, ya que abandonaban un mundo creado y gobernado por el mal. Creo que la mayor desgracia estriba en que quienes tendrían que suicidarse, por el bien de todos, ni siquiera piensan en ello.

“A veces perdía la noción del tiempo ordinario y volvía a un hotel en el que había ya pernoctado dos o tres días atrás. Esto le incomodaba porque él intentaba escapar de un lugar, no concentrarse o acuclillarse en uno solamente [...] El hotel hace de la casa propia una utopía innecesaria”, reflexionas. ¿De qué manera distingues los hoteles como espacios literarios?

El hotel es el vientre verdadero. Tarde o temprano serás lanzado de tu habitación: expulsado a sufrir la vida. La estancia allí es efímera y, por tanto, más real que lo real. Stevenson, como yo, ama los hoteles y le parece que pernoctar tantas veces en uno de ellos los convierte en una experiencia ordinaria. La casa es una celda en la que te acomodas hasta que un día se derrumba, te mueres o te percatas del cautiverio que tú mismo edificaste. Pasar de un hotel a otro accidentalmente me parece una buena forma de habitar el mundo. Por lo tanto, el hotel es también un espacio demasiado literario, digno e ideal para historias y aventuras. Hotel Savoy, de Joseph Roth, entre otros, se encuentra entre mis libros indispensables para paliar la amargura.

La humanidad no tiene cura. Su salud sería su extinción. El humanismo comenzó a deteriorarse después del genocidio judío

Expones la miseria nacional: “Llamar país al conjunto de atrocidades y bellos paisajes que se englobaban en la palabra México, le parecía ya un despropósito a Stevenson. Es decir, desde el día en que Stevenson había nacido, la calidad de la vida social había comenzado su cuesta abajo”. Y tratas la infamia global: “Este virus ha hecho millonarios a muchos, en cambio a otros nos quita el dinero y la vida. [...] Los pobres no tienen futuro, recuerda; la pobreza, sí.” ¿Cómo percibes la pandemia de la pobreza, de la desigualdad, del crimen y de la violencia?

Es un acto cínico exagerar de manera colosal el daño causado por un virus si lo comparamos con la desigualdad económica, la voracidad del crimen y la atrofia que causa la estupidez mediática. México es un país sólo por definición política. ¿Cómo construir un país concreto? La respuesta es demasiado larga; sólo diría que se requiere de ciudadanos y gobiernos inteligentes. Definiendo inteligencia como la comprensión de lo que nos rodea y nos afecta. Un país es una lengua y una cultura, no un conjunto de empresas y gobiernos que crean seres endeudados y carentes de futuro en lugar de ciudadanos. Stevenson es economista y define la economía como “el valor que cada quien le da al sufrimiento”.

Apuntas: “Les hacía creer que el mal se reducía a lo físico y se aprovechaba de ello para sumirlas en el deterioro mental”. ¿Cómo divisas el deterioro mental generado por la pandemia del coronavirus?

Lo comprendo, ya que las personas harían cualquier cosa con tal de evitar la reflexión y la defensa de su autonomía mental y corporal —que es lo mismo. El declive emocional, la docilidad ante los gobiernos que imponen drásticas medidas sanitarias cuando no pueden reducir la criminalidad, el miedo como un dios rector, en fin. La pandemia es una tragedia como enfermedad —aunque haya sido endiosada mediáticamente—, pero sobre todo como deterioro de la inteligencia y la cordura.

“Hay una colonia de enfermedades que me aguardan a la vuelta de la esquina, un tumulto, incluidos los virus bípedos más depredadores que puedas imaginarte. Me alegra no ser culpable del genocidio judío, de las bombas en Hiroshima, de ninguna guerra religiosa ni de la estupidez humana. Y tampoco de la pobreza de nadie”, reflexionas. Si consideras a la humanidad una enfermedad, ¿cuál sería la cura?

La humanidad no tiene cura alguna. Su salud sería su extinción. El concepto de humanismo comenzó a deteriorarse después del genocidio judío y de las dos últimas guerras mundiales. Ahora ha dejado de existir. Sin embargo es ésta la opinión de un ser consciente y la humanidad es la extensión de mi mente, de modo que mis opiniones son reales en el sentido más estricto que puede haber. Los antiguos aztecas buscaban la armonía a través del sacrificio y la muerte. Los mexicanos continuamos fielmente esa tradición. ¿Has viajado a Michoacán o Zacatecas en automóvil últimamente, por cierto?

“Las lágrimas brotaron de su rostro; ¿por qué sollozaba? ‘No hay un lugar a donde volver, un lugar habitable, sólo la muerte’”, narras sobre un Stevenson escindido como el doctor Jekyll y Mr. Hyde. ¿Por qué Mario Stevenson abandona el hotel, su isla del tesoro?

Porque tiene una casa para ejercer la hipocresía, para fingir que ha vuelto a tejer el vientre. Y, sin embargo, sabe que el único lugar habitable es la muerte, la idea de la muerte, de la nada, de volver a la dispersión y al caos. Por otra parte él vive en la Ciudad de México, el ombligo de la luna, saturado demográficamente, obsceno. ¿Cómo podría pensar otra cosa? Es un economista, un hombre de letras y números, no puede ser engañado por los políticos ni por los astutos maleantes. Volverá a la inexistencia, y con gusto.