Jean Meyer y el profeta de un continente

El interés, la pasión y exigencia de un historiador han persistido durante más de medio siglo para consumar no sólo la biografía de un héroe nacional, sino también el relato coral de un país —Canadá— que cifra la ruta del continente americano en el siglo XIX. Su registro comprende el devenir de la sociedad, las migraciones, la naturaleza, el medio ambiente, las fronteras, el desarrollo del capitalismo, pero ante todo la defensa de los derechos de sus indígenas y mestizos, nunca a salvo de la violencia. Es una historia “más extraordinaria que cualquier ficción”, obra de plenitud “magistral por más de un motivo” —y estas páginas detallan las razones.

Louis Riel (1844-1885). Fuente: cbc.ca

En El profeta del Nuevo Mundo: Louis Riel, de Jean Meyer, resuena, como en una variación musical, ese lema mestizo: “Por mis razas hablará el espíritu”. El libro es un ejercicio de y sobre la multiculturalidad americana, una muestra de arreglo de las diversas partituras en el concierto americano.

Hombre de varios mundos, varias historias y geografías, Jean Meyer es un escritor cuya obra se afinado a lo largo del tiempo, y en este libro cosecha los frutos de sus diversas facetas históricas y literarias.

I. OBRA DE EXCEPCIÓN y gran aliento, fue realizada cincuenta y ocho años después de haber encontrado a Louis Riel en 1964, leyendo la Cambridge History, cuando Jean Meyer tenía 22 años y tuvo que concursar para la agrégation en Historia en París, escribiendo un trabajo sobre un tema que le fue asignando al azar: “Canadá de 1812 a 1914”. La figura de Riel lo entusiasmó y le hizo ganar una calificación excelente. Tengo la curiosidad de saber qué decía la Cambridge History sobre Louis Riel. Esto sucedió antes de que Meyer viajara a México para emprender su investigación de lo que más tarde serían los tres volúmenes de La Cristiada (1973).

Cinco años después, en julio de 1969, cuando se vio obligado a salir de México a causa de un texto que publicó en la revista Esprit y le fue aplicado el artículo 33, que permite expulsar al “extranjero pernicioso” sin mediar juicio alguno, Meyer, como nos dice en la introducción, fue a pasar el verano de 1970 a Canadá. Ahí recorrió archivos, bibliotecas, librerías, fondos del arzobispado, y empezó la investigación propiamente dicha. El poeta Gaston Miron le aconsejó leer a diversos autores y, en particular, la obra recién reeditada de Joseph Kinsey Howard, Strange Empire, que haría pensar en Riel como un singular soberano americano, investido por un poder no heredado sino carismático y político, derivado de su reconocimiento entre las comunidades canadienses francófonas y mestizas.

Louis Riel ha acompañado a Jean Meyer a lo largo de más de cinco décadas, y éste ha tenido la fortuna de acompañar a su hijo, el cineasta Matías Meyer Rojas, a visitar en Canadá, en 2014, lugares relacionados con la vida de Riel, a fin de asesorarlo en la producción de su documental.

Es un libro único, sazonado por más de medio siglo de investigaciones, lecturas, viajes a los lugares por donde transitó el héroe de esta historia... en la que se cuenta la historia universal sin más

II. LA OBRA SE LEE como un paseo escrito en cuatro libros, más prólogo, epílogo, notas y bibliografía, por la historia de Canadá, centrado en el seguimiento del itinerario, peregrinaje, aventuras y desventuras de este personaje central en la historia de ese país, condenado en 1885 y a cuya memoria se eleva en la capital de Manitoba, en Winnipeg, una estatua “y lo celebran como padre fundador de la provincia”, al que se ha dedicado una caudalosa bibliografía debidamente estudiada y explorada por el autor.

Los cuatro libros que componen esta imponente biografía parecen conformar una gran non fiction novel que es también una genealogía y una geografía, además de una rica y compleja historia de América. Incluye y sustenta una relación de las migraciones transatlánticas, de la llamada “Conquista del Oeste”, la expansión comercial a través del desarrollo del ferrocarril y la colonización, el clima y del medio ambiente, las poblaciones indígenas, las confrontaciones políticas, la extinción de la fauna, en particular los bisontes y otras especies, los antagonismos políticos y económicos, de la resistencia y la guerra de la política y del crimen contra mestizos y aborígenes. Luego, “la construcción del Canadian Pacific Railway [que] coincide con el encierre de los indios en reservas, la derrota de la nación mestiza y la muerte de Louis Riel en la horca” (p. 10). Meyer subraya con fino sentido literario “la coincidencia exacta entre el levantamiento de la horca para Louis Riel y la puesta del último clavo [de oro] en el último durmiente del Canadian Pacific Railway” (p. 13).

III. ES UN LIBRO ÚNICO, sazonado por más de medio siglo de investigaciones interrumpidas y retomadas, por lecturas, viajes a los lugares por donde transitó el “héroe” de esta historia, “más extraordinaria que cualquier ficción” y en la que se cuenta no sólo el devenir de América sino también del gran juego capitalista, la historia universal sin más.

En sus páginas el lector siente respirar el viento de la historia y se advierten, como una experiencia del cuerpo, la geografía, el bosque, los ríos, las manadas de búfalos, el trabajo de sus cazadores, la vida cotidiana de indios y campesinos, el día a día de las mujeres y los trabajadores.

El profeta del Nuevo Mundo: Louis Riel

IV. LA HISTORIA DE LOUIS RIEL (1844-1885) se inscribe en la de la compra a la Compañía de la Bahía de Hudson, por parte del gobierno central canadiense, de vastos territorios —incluidos su fauna y sus pobladores— para que los migrantes venidos del Este ocuparan los grandes territorios del Oeste y desplazaran a los diez mil mestizos de la Rivière Rouge, al sur de Manitoba, en la actual región de Winnipeg. Los agrimensores enviados por el gobierno tenían como misión dividir los territorios de una forma diferente a la establecida hacía años por los pobladores mestizos, quienes deciden defenderse y le piden a Louis Riel, de 21 años, hijo de un padre mestizo y una madre franco-canadiense, que encabece el movimiento de protesta, como años atrás había hecho su padre. Riel forma un gobierno provisional, compuesto de franceses e ingleses, que es aprobado por el gabinete federal. A partir de ese momento, su vida y figura serán indisociables de la historia de Canadá.

V. ESTE NUEVO ESLABÓN de la saga de Louis Riel o Rieliada, escrita no sin poética inspiración por Jean Meyer, se lee con fluidez, pero recomiendo releerlo con pausa para saborear las notas que sustentan y ensanchan esta vida de un individuo que es también la de un pueblo, la de una época y la de un continente. La épica y la política, la historia y la geografía respiran en esta obra de gran aliento estremecida por el viento de una historia que es un animado fresco, una visión, un sueño entrevisto por ese individuo inclasificable, mártir y visionario, místico y político, carismático, íntegro. El autor confiesa que tuvo la tentación de hacer “una comparación surrealista entre Louis Riel y Manuel Lozada” (p. 43).

Para no pocos es el padre fundador de la Provincia de Manitoba, abogado de los derechos de indios y mestizos.
Para otros, un hereje y un traidor, un hipócrita, un lunático. Algunos lo consideran un mártir, casi un santo

VI. NO SÓLO ES UNA VASTA construcción histórica, articulada en torno a este padre fundador de Canadá, abogado defensor de los derechos de los indígenas y mestizos, sino también un ejercicio asombroso de reconstrucción de la historia de un país. Lo consigue a través de la genealogía del personaje principal, de la geografía e historia de Canadá, que ha atraído al investigador durante más de cincuenta años y cuya fascinación logra transmitir al lector.

Los padres, abuelos y bisabuelos de Louis Riel de la Gimodiére, sus hermanos, primos y parientes, su infancia, el escenario, el teatro, el mundo rural en que se crió, su educación, son presentados por Meyer a partir de una elaborada destilación de la caudalosa información sobre el personaje: “Nada más en internet se pueden encontrar 13 mil 800 resultados, 767 obras dis-tribuidas en 2 mil 746 publicaciones en tres idiomas, biografías, diarios, memorias, procesos, literatura, artes, documentos editados e historia académica” (p. 37). Y como lo precisa, “tan sólo en los estantes de la biblioteca de Harvard hay 199 títulos referidos a Riel. Ya lo dije: ningún político, ni sir John McDonald, ningún personaje de la historia de Canadá ha provocado tal caudal de tinta”.

La Rieliada culmina en obras como Histoire de la nation métisse dans l’Ouest canadien, de August-Henri de Tremaudan (1926), The Birth Of Western Canada, A History of the Riel Rebellions, de George F. G. Stanley (1936), el ya citado Strange Empire, de Joseph Kinsey Howard (editado póstumamente en 1952), o Riel and the Rebellion: 1885 Reconsidered, de Thomas Flanagan (1985). A eso ha de añadirse la edición bilingüe de The Collected Writings of Louis Riel – Les écrits complets de Louis Riel, editados por la Universidad de Alberta en cuatro tomos, con un quinto de índices, en 1985, “a cien años de su muerte en el cadalso” (p. 36).

Si bien es verdad que se ha escrito mucho sobre Louis Riel, hay que admitir que no siempre se “oye la voz de Riel”, tampoco la de los métis [mestizos]. El mérito de Meyer estriba en que además de digerir la bibliografía existente, transcribe y traduce los escritos, oraciones, cartas, testamentos y mensajes de este personaje clave, catalizador del cambio y de la fragua de la identidad canadiense, que suscitó la admiración de quienes lo rodearon en vida y acompañaron en sus últimos momentos. Esa ensalada, compuesta por la bibliografía directa representada por los escritos de Louis Riel —católico y heterodoxo, rebelde— y por la bibliografía indirecta acopiada a lo largo de más de cincuenta años por el historiador franco-mexicano, produce una obra electrizante, construida con rigor histórico, sabiduría literaria y poética, pero sobre todo animada y movida por la pasión que suscitó en el investigador esta figura clave no sólo de la historia canadiense y norteamericana sino americana en el sentido más amplio de la palabra, y en consecuencia universal. Una obra ambicio-sa que no desdeña nunca el detalle de la experiencia pasada ni la reconstrucción pormenorizada del luminoso y trágico itinerario de Louis Riel.

Timbre postal canadiense, a partir de una litografía de Gérard DuBois, basada en una foto de 1848: Louis Riel y su gobierno provisional.

VII. LA BIOGRAFÍA DE LOUIS RIEL tiene como eje y emblema el ferrocarril, el camino de rieles de hierro que atravesó Canadá de costa a costa y que es un parteaguas en la historia y la geografía. Con él afloran en esa región los efectos de la gran política mundial y global. Una de las virtudes del paisaje complejo que presenta esta biografía es su incesante ir y venir: de la circunstancia concreta de las discusiones, batallas y debates sostenidos por Riel y su gente, al calendario más amplio de la circunstancia global en que se inscriben, sin que el autor pierda en momento alguno el seguimiento puntual de los pasos de su héroe, a quien vemos afirmarse página tras página como el caudillo o “dirigente de los métis” (p. 109).

VIII. EL LIBRO PUEDE LEERSE como una meditación sostenida sobre el concepto de frontera: no sólo geográfica —como muestran los tres mapas que incluye y dan idea de la vastedad del territorio en juego, de los territorios del noroeste y la Bahía del Hudson— sino histórica, cultural, religiosa, racial, étnica: frontera en el tiempo, a través de la historia y las regiones, sociedades, épocas, modos de producción y explotación. Visión de las fronteras lingüísticas y sociales de clase, entre la política y el crimen, la verdad y la simulación, la violencia y la crueldad, la oralidad y la escritura, la artesanía, el comercio y la industrialización.

Los años que abarca la vida del iluminado Riel, cuya afinidad con el Príncipe Mishkin de Dostoievski se toca en un par de ocasiones, son axiales en la historia planetaria y no sólo canadiense, cosa que nunca pierde de vista Meyer. Las fronteras caben ser imaginadas como una gran manta que el tiempo raya, una espiral creciente de movimientos, rebeliones, revoluciones, contrarrevoluciones, in-termitencias, corrientes y contracorrientes migratorias que atraviesan bosques, praderas, llanos, ríos, lagos, que hacen de este libro una novela de aventuras y desventuras ordenada en torno a un protagonista profético, bilingüe, plurilingüe, justo hasta el martirio, recto hasta el cadalso, tutor o titular de un extraño imperio del cual nunca tomó posesión.

En ese espacio poroso de la frontera, la identidad parece evaporarse. El libro de Meyer es por eso una obra coral en la que además de Riel toman la palabra muchas otras y muchos otros, por cuyos labios se deletrea esta historia que, para tomar un título de Alejandro Rossi, podría llamarse la de una nueva fábula de las regiones.

IX. LOUIS RIEL nació en octubre de 1844 y fue ejecutado en noviembre de 1885. Educado en la fe católica, iba a ser sacerdote, pero renunció para dedicarse a la política, es decir, a la resistencia de la comunidad métis, de la que fue guía y líder. Elegido al parlamento canadiense varias veces, nunca llegó a tomar posesión. Una y otra vez arriesgó la vida, dejó que se le imputaran crímenes que no había cometido, fue perseguido y vivió en el exilio y recluido en un centro psiquiátrico. Escribió incansablemente, no sólo textos políticos sino cartas, poemas y oraciones inspiradas por un aliento “divino”. Para muchos ha sido un héroe que fue capaz de volver al ruedo político y encabezar la resistencia que le costaría la vida. Para no pocos es el padre fundador de la Provincia de Manitoba, abogado de los derechos de los indios y mestizos. Para otros, un hereje y un traidor, un hipócrita, un lunático. Algunos lo consideran un hombre capaz de cambiar la historia en dos momentos, un mártir, casi un santo: su visión fue la de un país en que pudiesen convivir los hijos de franceses y británicos, indígenas y mestizos: un Canadá que no dejaba de tener afinidad con las colonias españolas. Para otros, en fin, es la víctima heroica de la única guerra que ha tenido Canadá, y en la que ocho mil soldados se enfrentaron a un grupo de trescientos rebeldes.

No es asombroso que Riel haya despertado tanto interés en Canadá y Estados Unidos, y que su nombre circule como una contraseña de libertad y honesta disidencia. Lo que tal vez pueda asombrar es que Jean Meyer, un historiador francés naturalizado mexicano, estudioso de la guerra religiosa conocida como La Cristiada y de sus regiones, un historiador no sólo de México y América Latina, sino de Rusia y sus imperios, un arqueólogo e historiador del antisemitismo, un profesor de historia internacional y autor de relatos y novelas de asunto histórico, haya estado cautivado durante más de cincuenta años por esta figura legendaria. En Louis Riel se cifra la geografía y la historia de Canadá, y que Jean Meyer haya decidido compartir esta fascinación en el 2022, en que celebra sus ochenta años de vida, sella con esta publicación, magistral por más de un motivo, su itinerario como investigador.

X. POLÍTICO DE LA CONCORDIA y militante de la paz, abogado de la unión de Canadá como confederación, Louis Riel fue también un combativo ciudadano que terminó en la horca por fidelidad a sus convicciones, luego de un proceso amañado con que culminó un itinerario que tiene algo de via crucis religioso.

Su momento final en la horca coincide con el instante en que pronuncia la frase final del Padre Nuestro en inglés: Give us this day our daily bread, and forgive us our trespasses, as we forgive them that trespass against us. And lead us not in temptation, but deliver us... En ese momento, el verdugo abre la trampa y Riel cae nueve pies, 2.75 metros. “El Doctor Dodd mira su reloj, checa el pulso y lo declara muerto. Muerto en dos minutos” (p. 24).

XI. EL PROFETA del Nuevo Mundo: Louis Riel es, en términos estrictamente literarios, la obra más compleja y mejor armada, mejor escrita y más inspi-rada del autor. En ella se siente respirar no sólo al historiador sino a la historia misma.

Su manejo de los tiempos narrativos, su exposición histórica puntual, iluminada y contrastada siempre con el calendario de la historia universal, su conciencia del paisaje, la Rivière Rouge, y el entorno de la geografía física y humana, de la familia, de las mujeres —la abuela, la madre, la hermana, la novia, la mujer—, su dibujo de los personajes secundarios, amigos, aliados o enemigos, su minuciosa reconstrucción siempre fiel al detalle y al conjunto da a esta obra un relieve y una consistencia poco comunes, no sólo en el terreno de la historia sino en el de las letras.

P. S. Sólo un detalle final. A una nueva edición de esta obra, no le vendría mal un índice de nombres.

Jean Meyer, El profeta del Nuevo Mundo: Louis Riel, Taurus, 2022.

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