Josefina Vicens / Pepe Faroles

Crónica taurina para tiempos nublados

Los cambios de la sociedad contra el maltrato a los animales han cancelado los circos en México, ya que los exhibían y sometían mediante la violencia. Hoy esa tendencia en ascenso está cerca de cancelar también, de manera definitiva, las corridas de toros —y con ello, su tradición de siglos. Los tiempos no son favorables. Aquí, un reflejo de sus épocas de gloria, en la pluma de una escritora notable que ejerció, de modo insólito, un oficio que parecía reservado a los hombres.

Josefina Vicens (1911-1988).
Josefina Vicens (1911-1988). Fuente: noticias.canal22.org.mx

Muy pronto, el Fondo de Cultura Económica pondrá en circulación Las crónicas de Pepe Faroles y otras escrituras, de Josefina Vicens (1911-1988), un libro que recoge parte de esos materiales diversos que se crearon a la par, o antes o en los intervalos (que fueron largos), de las dos novelas importantes de Vicens: El libro vacío (1958) y Los años falsos (1982). El tomo está a cargo de Norma Lojero Vega, que es quien más ha estudiado la vida y la obra de la autora en décadas recientes. A ella se deben, además de este libro próximo, una serie documental televisiva, una compilación de escritos sobre la autora realizada en colaboración con Ana Rosa Domenella (Josefina Vicens: un clásico por descubrir), y Josefina Vicens: una vida a contracorriente... sumamente apasionada, ambos de 2017.

Entre lo reunido en el nuevo tomo (que incluye guiones, teatro, un cuento, poesía) destaca aquello que le da el título principal: las crónicas de Pepe Faroles, aparecidas en el periódico Torerías, de septiembre de 1943 a octubre de 1944. El periódico fue fundado por la escritora junto con su amigo Alfredo Valdez, y se imprimía en los talleres del diario Excélsior.

COMO SE SABE, Josefina Vicens tenía apego a lo masculino; los protagonistas de sus novelas son José García y Luis Alfonso Fernández; y firmaba los artículos periodísticos como Diógenes García (en temas políticos o sociales) o Pepe Faroles (para hablar de la fiesta brava).

En este último caso era una observadora independiente de lo que ocurría en el ruedo, y por ello mismo solía incomodar. Contó un día, por ejemplo, los disgustos que provocó una de sus crónicas, al grado de que un amigo (boxeador) de un torero (Arruza) avisó que buscaría a Pepe Faroles para golpearlo. En efecto, el boxeador se presentó en la redacción de Torerías y conversó con ella; luego Josefina le preguntó a qué horas empezaría a pegarle. “¿A usted, señora, por qué?”. “Porque yo soy Pepe Faroles”.

Lo que resalta en Vicens es el modo profundo como entendía la experiencia taurina:

Creo que es la única fiesta metafísica. Es el único espectáculo en donde la muerte es otro de los personajes. Al igual que los toreros y toda la cuadrilla, la muerte hace el paseíllo. Porque el torero sabe que entra vivo, pero no sabe si sale vivo. La muer-te siempre está campeando en una plaza de toros. El torero que diga que no tiene miedo, miente; algunos de ellos, cuando están haciendo una buena faena, se apasionan y por un momento olvidan el miedo, pero éste es tremendo y constante. [...] En la fiesta de toros el torero deja de ser un hombre y adquiere esa calidad de moribundo que es un poder, un ascendente metafísico, un toque de lo sagrado.

Las crónicas de Pepe Faroles y otras escrituras surge en un contexto en el que se discute el toreo, un espectáculo que parece haber vivido sus mejores épocas en la Ciudad de México, y tal vez con escasos referentes culturales válidos en el presente.

Más allá de la polémica actual, estas crónicas son la incursión femenina en un mundo dominado por los hombres. Muchos queríamos leerlas y ahora, gracias al rastreo hemerográfico de Norma Lojero Vega, podemos hacerlo. He aquí algunos brillantes farolazos.

I

¿QUÉ PASÓ EL DOMINGO con la tradicional galantería mexicana? Preguntamos esto porque nos pudimos dar cuenta de que las señoritas invitadas para desfilar no fueron tratadas, ni mucho menos, como reinas. Ya estaba para finalizar la lidia del primer toro, y ellas todavía andaban buscando, en las lumbreras, un plebeyo sitio desde donde contemplar la corrida.

Sin embargo, cuando el salvajismo hace su aparición, ya la galantería es lo de menos. ¿Hasta cuándo las autoridades podrán evitar que se lancen cojines al ruedo? La víctima del domingo fue una señora que ocupaba una barrera de primera fila y que, como seguramente comprenderá el cafre que le propinó el cojinazo, no tenía la menor culpa de que los toros del Conejo fueran ratas.

Por cierto que cuando un resignado comentó al ver la furia del público: “¡Pero hombre, si el becerro es bueno!”, su vecino, que no era precisamente san Francisco, aclaró:

—¡Magnífico, pero... EN ADOBO!

El domingo vimos a Javier Cerrillo correr con tal prisa, que entró al burladero por un lado, le sobró vuelo, y salió por el otro. Con esto rompió el récord establecido por Maera en aquella histórica carrera por el callejón.

A la salida de la plaza y comentando el triunfo de Gregorio, nos decía uno de los novilleros que no han podido conseguir la oportunidad de actuar en El Toreo:

—Francamente, esto de Gregorio me anima, pero como aquí no le dan a uno oportunidades, de plano estoy decidido a irme a Portugal aunque sea por unos cuantos miserables millones de reis.

Pudimos ver claramente en un palco de contrabarrera a Lorenzo Garza y al Maestro Dihigo, sirviéndose con gran frecuencia sendos chatos de manzanilla.

Pero Paquito Malgesto, fiel a la casa comercial que anuncia en sus transmisiones, dijo con su entusiasmo característico, que en el palco de Lorenzo se habían consumido varias botellas de conocido habanero. Cierto que El Magnífico es de Monterrey, pe-ro ¿no cree usted, amigo Paco, que aunque sea de tarde puede olvidar esto y tener el gesto heroico de “disparar” auténtica manzanilla?

El periódico taurino que fundó la escritora.
El periódico taurino que fundó la escritora.

El magnífico muletero Heriberto García, después de dos años de ausencia, vuelve los toros. El próximo domingo actuará en Tijuana, nada menos que mano a mano con Silverio. Se lidiarán toros de Pepe Ortiz. Los que recordamos con emoción las extraordinarias faenas de Heriberto estamos de plácemes.

Aunque Gregorio García no hiciera nada meritorio, sería imposible negar, viéndolo vestido de luces, que es una primerísima figura.

II

El domingo, nuestro vecino de tendido era un señor muy serio, muy adusto, muy ponderado, muy viejo, muy si-lencioso. Por todos estos “muy”, tan raros en un asistente a las corridas de toros, nos llamó la atención.

—¿Quién era este buen anciano —pensamos— que no deja escapar un solo grito, ni una crítica, ni un olé?

Pero salió el cuarto toro y nuestro vecino se identificó plena y espontáneamente, cuando al leer en el cartelillo el nombre del burel dijo:

—¡Ah, Masón, éste es cuatito!

Y a propósito de los nombres de los de Xajay, oímos también el justo comentario de un procunista. Cuando Juan toreaba a Chilpayate.

No sólo Luis Procuna, el sonriente gitano, tiene “partido” entre las señoras aficionadas. Juanito Estrada también “se las trae”. El domingo cayeron al ruedo muchos costosos abrigos de pieles. Con uno de ellos, Juan hizo gentil distinción, pues levantándolo cuidadosamente, lo besó y lo devolvió a su dueña.

Al salir de la plaza, la dama compró medio kilo de bolitas de naftalina y a estas horas, el lujoso abrigo está guardado en el cofre de los recuerdos, de donde no saldrá, aunque su propietaria, con este tiempecito invernal, pesque una pulmonía. Y es que la señora opina que una pulmonía se pesca fácilmente, pero un rendido beso de Juan Estrada, ya es más difícil.

El colmo de la gorronería fue la solicitud de aquel señor que el domingo, a voz en cuello, lanzó esta tremenda frase:

—¡Juan, regala un toro!

En un palco de contrabarrera está Carlos León, descubriendo los secretos de la lidia de toros, a su gentil amiga, la distinguida Emilita Carricarte:

—Ése fue un par al cuarteo, aquello un farol de rodillas, esto un pase natural...

Emilita oía, atenta y asombrada. Pero cuando uno de los toros cayó, cuan largo era, en medio del ruedo, la señora Carricarte, creyendo que los conocimientos adquiridos le permitían ya expresarse taurinamente, dijo muy ufana:

—¡Azotó la res, amigo mío!

Paco Malgesto, nervioso, explicó a sus radioescuchas:
—Ahora, señores, vemos salir a la maravilla del toreo, a la graciosa, a la sin par Conchita

III

Indiscutiblemente Cantinflas es el ídolo de México. Llega al público como nadie. La cosa es explicable porque Mario tiene una gracia inimitable. La tarde del sábado la plaza de toros estaba pletórica de gentes que sólo fueron por Cantinflas, que sólo a Cantinflas querían ver y que, en su preferencia, ni siquiera tomaron en cuenta lo mucho bueno que Angelillo y Rutilo hicieron.

Por lo demás, Mario Moreno, taurinamente hablando, es bastante bueno: entiende la lidia, tiene valor y “estilacho, joven”. Y en el toreo bufo es sencillamente genial.

Al ver que la plaza se llenaba a reventar en el festival del sábado, un conocido cronista hizo esta frase, que es más elocuente que todo lo que pueda decirse de la gente que “está metida” en la fiesta:

—Los toros se han vuelto como la bamba... ¡costumbre!

Cuando Angelillo tomó las banderillas, el público, deseando ver la repetición de reciente hazaña del propio diestro, le pidió:

—¡Cámbialo, Angelillo!

Pero éste, que de seguro no deseaba otra cosa, dejó escapar al subconsciente y dijo:

—¡Ni modo que lo cambie; ni hay reserva!

El espontáneo que logró dar al toro de Rutilo aquellos magníficos muletazos que le valieron muchas palmas y muchos “quintos” renunció ayer mismo a su empleo y adoptó, como norma para su vida futura, el popular “Himno a la Laboriosidad”, que dice así:

Le pego un tiro al trabajo,

¡viva la holgazanería!,

la noche es pa’ andar de juerga

y pa’ descansar el día.

El domingo, cuando salió el cuarto toro, de nombre Cabaretero, oímos la sincera expresión de Elías D. Capon, conocido como “el Soldadista número uno de América”:

—¡Suave! Éste es de los míos.

Cabaretero, como todos los de su gremio —y del de Elías—, estaba tan crudo y tan trasnochado, que no podía tenerse en pie. El público le chilló, pero Elías, fiel a su partido, lo defendió a COPA y espada.

PACO MALGESTO, nervioso y excitado, explicó a sus radioescuchas:

—Ahora, señores, vemos salir a la maravilla del toreo, a la graciosa, a la sin par Conchita, manejando estupendamente su caballo y con el CINTRÓN de muerte en la mano derecha.

Alguien le llamó la atención y entonces Paco aclaró:

—¡Perdón, queridos radioyentes!

Como ustedes habrán comprendido, lo que Conchita trae en la mano derecha no es, por cierto, el CINTRÓN de muerte, sino el REJÓN de misma.

Ya en serio y con toda sinceridad y respeto, Torerías envía su más sentida condolencia a los novilleros Pepe y Jesús Muñoz por el fallecimiento de su señora madre, la señora Francisca López viuda de Muñoz, acaecido el miércoles último. En relación con este penoso caso debemos decir que los deudos de la desaparecida están muy agradecidos a la Unión Mexicana de Matadores de Toros, que cooperó generosamente a los gastos del sepelio.

IV

La gravísima cogida que sufrió Silverio es lamentable por muchos conceptos: por lo que para él significa, en estos momentos culminantes de su carrera, un percance de tal seriedad; porque es casi seguro que no volvamos a ver en mucho tiempo el dramático toreo silverista, ya que El Faraón, por lo menos mientras persista en él la impresión de la cogida, no toreará en el terreno que hasta hoy pisaba; y porque la temporada actual pierde, con la ausencia del de Texcoco, su más fuerte atractivo.

Cuando ya todos estábamos paladeando el mano a mano del “com-padre” con el “gitano”, viene la mala suerte a desbaratar el más espectacular cartel de muchos años a la fecha. En fin, lo más importante es que Silverio se restablezca pronto. Así se lo deseamos muy sinceramente.

Ahora cambia la decoración. El torero que puede llenar la plaza y ha-cer ganar dinero al empresario es Luis Procuna. El Soldado toreará más corridas (nuestro sentido pésame, señor Verduguillo), porque tiene esa desigualdad de la que el público mexicano gusta tanto: ¿Estará bien? ¿Estará mal? Y para averiguarlo la gente va a la plaza. Además, la ausencia de Silverio dará oportunidad a la combinación de carteles en que se incluya a otros diestros que ya habían perdido la esperanza de actuar, ante la amenaza de los “mano a mano” Silverio-Procuna. Vamos a ver cómo se las baraja el señor Algar para ganar dinero y dar gusto al respetable.

Unas preguntas amistosas a Carlitos Arruza:

Si cuando usted quiere puede ser tan buen torero, tan serio, tan convincente, tan efectivo, ¿por qué se empeña en hacer cosas de mal gusto? Si sabe usted torear de pie, como lo demostró el domingo, con tanto mando y tan viril sabor, ¿por qué se empeña usted en estar siempre arrodillado o encorvado o encuclillado?

Cierto que eso impresiona a los villamelones, pero usted no torea para ellos, ¿o sí? Con toda la buena voluntad del mundo y con el respeto que nos inspira un torero tan pundonoroso como usted, le sugerimos dos cosas: que procure torear a pie y que aprenda a veroniquear.