Letra sin destino

Ojos de perra azul

Letra sin destino
Letra sin destino Foto: Cortesía de la autora

Anoche me encontré entre papeles viejos una misiva. Esta palabra suena a misil, a proyectil autopropulsado, cargado de pólvora. El arma poderosa alcanza su objetivo y lo hace explotar, mientras que una carta elimina la distancia y establece la presencia del ausente. Cuando me da por ponerme más masoquista que melancólica, abro la caja donde conservo mis diarios, recortes y demás objetos inútiles, apegos que he ido recolectando a lo largo de la vida. Ahí estaba una hoja manuscrita por los dos lados. Reconocí mi caligrafía, la leí. ¿Para quién era? ¿Por qué no la entregué? El ya casi pergamino no tenía destinatario.

La materia de Español nunca fue mi favorita, no le tomé el gusto a la morfología ni a la sintaxis. Para mí, el lenguaje es una herramienta para darme a entender mejor, expresarme, explicar mi idea del mundo. Si quería escribir bien, debía respetar las reglas de ortografía y gramaticales, concretas y lógicas, que jamás he podido memorizar. Un ejercicio que hicimos en clase fue redactar cartas formales. Tenían que incluir fecha y lugar, el nombre de la persona a quien iba dirigida. Un breve saludo de cortesía. En los párrafos siguientes, el asunto o el problema. Un mensaje de despedida y al final, la firma del emisor. ¿Y cómo se le escribe a un enamorado? Pregunté a la maestra. Yo estaba segura de que para ello no había normas ni formatos. Además de las declaraciones de amor, creía importante rociarle perfume al interior del sobre y la marca del labial rojo como rúbrica, o si era un reclamo por despecho, una gota de mi sangre.

¿Y cómo se le escribe a un enamorado? estaba segura de que
no había normas

MAYO, 1995. Van a pasar días para que llegue a ti esto que siento y te digo. No sé tu dirección y el servicio postal es malo. Te vi hace dos semanas, ahora ya no estás. Hablar contigo fue como dialogar con mi otro yo. No dije mucho entonces, no importó. Repito las cosas, estoy escribiendo como pienso, desordenadamente. La distancia acalla el sonido de mis murmullos. Vivo fuera del tiempo, del espacio que no habito…

No sé quién eras, no me acuerdo de ti ni de tu nombre, tampoco de tu cara. Esta epístola que hallé es testigo de la imposibilidad de comunicar lo que fui, lo que soy. Antes de que se borre la tinta azul, la enviaré a todos los hombres, a ninguno, al que quizás nunca existió, lector amante, real o imaginario. A ti, desconocido, que me lees desde lejos y mi voz no te toca.

*** Me gustas tal y como no eres.

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