Un día de 2022 te levantas y te enteras de que Disney Plus acaba de lanzar una teleserie del grupo punk Sex Pistols. Simultáneamente lanzó, con obvias intenciones, el pink rock, un estilo musical que late como corazón de princesa en tacha. A la semana siguiente, atrapado en El día de la marmota, te levantas y te enteras de que Iggy Pop recibió el Premio Polar de Música de manos del rey Carl XVI Gustaf de Suecia. ¿Qué no eran éstos los rockeros censurados y perseguidos en los años setenta? ¿Y no serían hoy candidatos de la cancelación?
No he visto Pistol, la serie dirigida por Danny Boyle, porque mi presupuesto para plataformas de entretenimiento es muy punk. Pero sí leí Lonely Boy, la autobiografía del guitarrista Steve Jones en la que basaron la serie. Por las reseñas me entero de que le limaron las puntas a la historia y la edulcoraron con el toque Disney: un romance. Perdí el interés en los Sex Pistols después de ver la estupenda película Sid & Nancy, de Alex Cox, quien los muestra como eran: los maniquíes de Malcolm McLaren y Vivienne Westwood. Gran pista y papelazo de Gary Oldman como Sid Vicious. El grupo era un fraude cantado y los primeros en reconocerlo fueron ellos en su película The Great Rock ‘n’ Roll Swindle, de Julien Temple. El disco es mejor que la cinta. A algunos les parece lo más normal que Disney cuente a su manera la historia de la boy band controversial, pero descuadra el marco de referencia que la empresa más rosa y conservadora del planeta haya tenido la audacia de reescribirla. Qué huevotes tan azules los del mágico mundo del color, como los tuvo en su momento Richard Branson de Virgin al grabar y lanzar Nevermind The Bollocks, Here’s The Sex Pistols. ¿En qué giro histórico pasaron de ser enemigos públicos a botargas en el desfile de Disney? Al ver el tráiler de Pistol me queda la impresión de que Danny Boyle ya se puso las Crocs.
¿Qué no eran éstos los rockeros censurados y perseguidos en los años setenta?
Más que un premio, Iggy Pop se merece una medalla por sacudir los años sesenta e inventar casi todo. Lo extravagante es que haya sido un rey escandinavo el elegido para entregárselo durante una ceremonia en la Real Academia Sueca.
Se sabe que Carlos XVI Gustavo es un loquillo que se ha codeado con Chuck Berry, Paul McCartney, Bruce Springsteen, Led Zeppelin y Grandmaster Flash. Pero se topó con el que proponía coronar a cada vagabundo. El más canijo de los rockeros gringos movilizó a la realeza con “I Wanna Be Your Dog”, su baile del perrito, tras recibir un millón de coronas suecas, unos 98 mil 600 euros. Su expresión burlona lo decía todo. Y se puso camisa. Transparente, pero camisa.