Robert Janitz en el Anahuacalli

Al margen

Robert Janitz en el Anahuacalli.
Robert Janitz en el Anahuacalli. Foto: Cortesía de la autora

Cuando en 1803 Alexander von Humboldt recorrió la geografía de lo que entonces seguía siendo la Nueva España, un paisaje en particular llamó poderosamente su atención y le inspiró a dedicarle varias líneas, tanto en texto como a lápiz: los prismas basálticos de San Miguel Regla, en los albores de la zona minera de Real del Monte y Huasca. De regreso en Europa, publicó su descripción de estas formaciones rocosas en el libro Vista de la Cordillera y monumentos de los pueblos indígenas, la cual acompañó con láminas de grabados desarrollados a partir de sus propios dibujos.

El contacto con estas imágenes y textos maravilló a muchos que veían por primera vez la riqueza natural y cultural de un territorio que durante siglos los españoles habían resguardado celosamente de la mirada de sus rivales europeos. Hoy ese mismo paisaje de piedra volcánica vuelve a tender puentes entre México, Alemania y sus artistas, con la exposición de Robert Janitz en el Museo Anahuacalli.

A TRAVÉS DE TREINTA PINTURAS y esculturas que intervienen los tres niveles del Anahuacalli, Janitz establece un diálogo con el paisaje del Pedregal de Coyoacán, que evoca el concepto mismo del museo que Diego Rivera y Juan O’Gorman construyeron entre 1940 y 1960. Ahí la figura del volcán, repetida casi obsesivamente por Janitz tanto en soportes bidimensionales como tridimensionales, emerge entre las piedras volcánicas talladas por manos prehispánicas; esas piezas integran la colección del museo, todo enmarcado por la misma lava petrificada que da forma al entorno y al propio recinto.

La vida de Janitz también emergió entre volcanes. Nació en Alsfled, quizá la única ciudad alemana en la que los dibujos de Humboldt no sorprendieron a nadie. “La parte de Alemania en la que crecí es la región volcánica más grande de Europa, pero no está activa. El paisaje en sí mismo está formado por volcanes antiguos, aunque es muy diferente. En el Pedregal hay formas en las que se aprecia la lava fluyendo y nosotros tenemos columnas octogonales de basalto, que se ven como formaciones rocosas cristalinas, casi artificiales”, me explica Janitz en entrevista para El Cultural. “Vivíamos con eso, los cerros eran maravillosos para esquiar y había una cantera en la que jugábamos a ser vaqueros e indios. Entonces crecí con ese entorno y su naturaleza, pero el volcán como tema para mi obra llegó después, apareció en una serie anterior que había creado en la década en la que viví en Nueva York, entre 2010 y 2020. Cobró fuerza una vez que empecé a visitar México en 2018, antes de vivir aquí”, continúa.

EL ENCUENTRO CON EL PAISAJE volcánico de la Ciudad de México fue en este sentido un parteaguas en los intereses del alemán; no sólo se convenció de explorar con mayor profundidad el motivo del volcán, sino también considerar nuevos soportes y medios para hacerlo. Si bien las pinturas exhibidas en el Anahuacalli no se crearon ex profeso para este museo y habían ya pasado una temporada en la Casa Giraldi de Barragán, el contacto con su paisaje y arquitectura detonó la creación de esculturas que retoman los mismos motivos, pero los expanden hacia el espacio. Tanto en la confirmación de que éste podía ser un tema para su obra, como también la búsqueda de nuevas formas para plasmarlo, fue decisivo su encuentro con México.

Al observar las intervenciones de Janitz es imposible evitar analogías entre su obra y aquella de algunos de los máximos exponentes del arte mexicano que también vivieron un encuentro catártico con el accidentado paisaje de la Cuenca de México. José María Velasco y el Dr. Atl aparecen inmediatamente en la memoria del espectador al recorrer las salas, así como el propio Rivera, quien descubrió los Pedregales de Coyoacán de la mano del primero cuando estudiaba bajo su ala. Desde esas primeras excursiones con quien fuera el más destacado paisajista del siglo XIX, el muralista quedó prendado de la lava del Xitle, por lo que años después emprendería ahí el ambicioso proyecto que hoy es el Museo Anahuacalli.

“¿Ves que ahora decimos que activamos una exposición? Creo que todo esto se activó en mí al llegar a México”, me responde Janitz al preguntarle si, además del contacto con el Pedregal, influyeron en él esas figuras de la historia del arte mexicano que hicieron de los volcanes su tema principal. “Como artista, el mayor problema son tus limitaciones; al mudarme aquí me di cuenta de que esto es algo que puedo hacer, que no es ridículo hacer del volcán un motivo para mi arte”, añade. Al describir este proceso recurre a analogías que llevan a reflexionar sobre el efecto que el territorio tiene en nosotros. “Conforme me fui acercando a México me di cuenta de que la tierra es distinta aquí porque está activa. A diferencia de mi tierra, que era fría, en México es caliente, tiembla y los volcanes son visibles. La tierra entonces hizo su magia, sus imágenes permearon mi proceso artístico”, afirma. Por un momento pareciera como si la conversación hubiera virado a las diferencias entre la cultura alemana y la mexicana.

El encuentro con el paisaje volcánico de la Ciudad de México fue en este sentido un parteaguas en los intereses del alemán

Llegar a México no sólo despertó en Janitz la fuerza creativa de los volcanes, hasta entonces latente pero inactiva —como los volcanes de Alsfeld—, sino también su interés por explorar de manera más frontal la relación entre el arte y el espacio en el que las obras habitan. De nuevo resuena en este aspecto de su trabajo la historia del arte mexicano, para la cual las confluencias entre arquitectura y pintura marcaron la producción creativa del siglo XX, como también lo atestigua el Anahuacalli que hoy alberga su obra. “Creo que el diálogo con la arquitectura estaba dormido en mi trabajo. En Nueva York me hice consciente del espacio en el que se exhibe el arte, hay cientos de galerías y museos increíbles, aunque son cubos blancos en los que produces algo inconexo a ese espacio y solamente se exhibe ahí. La Ciudad de México fue como encontrar un nuevo patio de recreo. Me di cuenta de que mi obra cobra vida en el espacio y a la vez trae nueva vida a éste”.

* La exposición Robert Janitz en el Anahuacalli estará abierta al público hasta el 11 de septiembre.