Rhidian Brook (Tenby, Gales, 1964) —un prestigioso escritor de ficción— escribió en su cuarta novela, El asesinato de Butterfly Joe (en traducción de Graciela Romero Saldaña, Seix Barral, Barcelona, 2019): “Sí estaba un poco desanimado, pero no le iba a contar a un completo desconocido sobre la reciente muerte de mi padre o mi tendencia a fumar para animarme”. Su primera novela, The Testimony of Taliesin Jones [El testimonio de Taliesin Jones], fue galardonada con el premio Somerset Maugham. En la segunda, Jesus and the Adman [Jesús y el publicista], profundizó en la muerte. Y la tercera, El día que vendrá (traducción de Aurora Echevarría Pérez, Lumen, Barcelona, 2014), resultó un éxito entre el público y la crítica especializada, traducida a más de veinticinco idiomas. Brook también es autor de la crónica More Than Eyes Can See [Más de lo que los ojos pueden ver] y escribe para la televisión y para el cine. Colabora con la BBC. Es verídico que trabajó vendiendo mariposas en cajas de cristal.
“Cuando tenía veintitrés años, en Estados Unidos, trabajé vendiendo mariposas colocadas en vitrinas. Laboré para un hombre que, además de vendedor de mariposas, tenía la ambición de ser el primer Papa de Estados Unidos (una ambición que abandonó porque quería casarse). Conduje por todo Estados Unidos y vendí especímenes en cajas de cristal en treinta y dos estados”, escribiste en The Arts Desk sobre el origen de tu cuarta novela, El asesinato de Butterfly Joe. ¿Cómo fue el desarrollo del libro?
Tuvo un periodo de gestación muy largo. En The Arts Desk escribí que era 1987, lo que aumentó la sensación de tener una aventura en una tierra muy, muy lejana. Yo no era novelista en ese momento, pero me dije a mí mismo que tenía que escribir sobre esos días de mariposas si podía. Y así lo hice, treinta años después. No era escritor y no sabía en ese entonces si quería serlo. Cuando decidí que sí, tras la publicación de tres novelas, pensé en escribir sobre las mariposas. Tardé mucho más de lo que esperaba, pero me alegra que exista esa distancia temporal. Recurrí a la ficción para recrear un periodo pretérito de mi vida.
El narrador de El asesinato de Butterfly Joe asevera: “Solía considerarme una persona honesta, pero a lo largo de los años he aprendido a decir muchas mentiras…”. ¿De qué manera vinculas la verdad con la ficción en la literatura?
Es una gran pregunta. La clave de la lectura es la credibilidad. No se trata de los hechos, sino de un cuestionamiento: “¿Creo esto? ¿Continuaré con la lectura de este libro?”. Algunos hechos en El asesinato de Butterfly Joe son ficción. Me conduje por la poesía. Cuando comienzo un libro me pregunto si se tratará de una pieza de ficción o una de no ficción. Me ocurrió con El día que vendrá, que versa sobre mi abuelo. Se trata de una historia real, pero a través de los recursos de la ficción la convertí en una historia verdadera.
Le otorgas importancia a la poesía. “Sólo escribiste ese poema por mí. Sígueme y te daré para escribir todo un libro. Joe conocía la forma (muy útil para un vendedor) de hacerte sentir que tu vida podía ser mucho más interesante si lo dejabas todo para seguirlo…”, precisas en El asesinato de Butterfly Joe sobre Joe Bosco.
Puedes ser rehén de los hechos, pero no se trata de la verdad. Es algo diferente. Tiene que ver con el alma. La poesía y la prosa poética permiten alcanzar la verdad. El asesinato de Butterfly Joe fue un ejercicio de libertad. Solucioné el dilema que planteaste: es el vínculo entre la verdad y la mentira. La novela se trata de una danza entre la ficción y la no ficción.
Yo no era novelista, pero me dije que tenía que escribir
sobre esos días de mariposas. Y lo hice, treinta años después
En El asesinato de Butterfly Joe planteas un tema relevante: “Era sobre ‘leer’ contra ‘experimentar’, y estaba ganando la discusión con creces cuando un auto, con música country a todo volumen, se acer-có a la casa”. ¿Prefieres la lectura o experimentar la vida “leyendo el libro del mundo”, frase que me obsequió Cees Nooteboom?
Esgrimes otra pregunta contundente. Creo que no hay una respuesta puntual. La experiencia de la lectura resulta definitiva. Pero es una decisión personal. Muchos autores han escrito libros magníficos sin experimentar lo que plasman. Stephen Crane nunca luchó en la guerra, pero escribió La roja insignia del valor, ambientada durante la Guerra Civil estadunidense, una de las más convincentes representaciones de un conflicto bélico. ¿Cómo lo hizo? A través de la imaginación. Debes confiar en ella cuando escribes. Hay una cierta intuición.
Me fascina la literatura, me apasiona leer, y al mismo tiempo siento una gran afición por los viajes, me gusta experimentar cosas nuevas y me encanta la gente. Soy un escritor extrovertido. Algunos autores se encierran mientras trabajan en sus textos. Los envidio por mi extroversión. A la vez disfruto la tranquilidad y el silencio. Así que me encuentro justo a la mitad de la ecuación literaria que planteas. En otros casos la experiencia supera aquello que el escritor puede imaginar. No creo que hubiese escrito El asesinato de Butterfly Joe sin mi empleo de vendedor de mariposas.
En tu primera novela, El testimonio de Taliesin Jones, narras la historia de “la búsqueda de sentido de un niño y su despertar espiritual en medio de una ruptura familiar”. ¿La literatura significa para ti una búsqueda de sentido?
Sí. Para mí la implica siempre. Empecé a escribir cuando tenía veintiséis años, cuando enfermé por un virus en Trinidad, que generó fiebre. Ese estado me condujo a plantearme muchas preguntas. Sentí la urgencia de narrar, porque se trata de una búsqueda de significados. A veces implica conectarte con algo que ya conoces. La enfermedad, tras recuperarme, me enseñó mucho. Afortunadamente me curé. Pienso que esa enfermedad es lo mejor que me ha ocurrido.
Más de lo que los ojos pueden ver describe un viaje de nueve meses que realizaste con tu familia en 2005 a lugares afectados por la pandemia del VIH/SIDA. ¿Cómo relacionas la literatura con la pandemia mencionada?
La literatura tiene una historia honorable de personajes enfermos. Los dos conceptos se relacionan en un sentido muy amplio. Hay tensión con la vida cuando se está enfermo. Ocurre una ruptura. En realidad ahí reside el drama de la enfermedad.
Tu segunda novela se titula Jesús y el publicista. “Es una fábula que explora los temas de la ambición, el miedo y la muerte”. ¿De qué manera vinculas la muerte con la literatura?
Exploré la muerte en ésa, mi segunda novela. Antes de enfermarme tenía miedo de morir. Traté ese terror a través de los personajes. Por cada temor hay un producto, planteé. Y detrás de cada temor está el verdadero miedo a la muerte. La idea de la muerte me condujo durante el proceso de escritura.