Un nuevo virus flagela a Occidente: es la Viruela del Bono.
Pero no nació por comer patitas de tarántula lampreadas a la orilla de la carretera. Ni tampoco salió de un laboratorio chino para chingarse a los gringos (y de paso jodernos al resto de la humanideath). Surgió de la mente de uno de los mercadólogos más chuchas cuereras que han existido: Paul David Hewson, Bono. Nadie como él se tomó tan en serio la consigna de Patti Smith de ser activista de tiempo completo. Fue un visionario woke antes del woke y vislumbró que el nuevo puritanismo vendería más que la Coca Cola.
El virus tardó más de dos décadas en incubar. Hibernaba en la mente de su creador como el famoso mosquito cristalizado en una gota de miel. A Bono se le tomaba como un excéntrico. Como un evangelizador equiparable a los cienciólogos. O un aspirante a mesías, si quieren, pero nadie se lo tomaba en serio. Sólo unos pocos advirtieron la gravedad de lo que se cultivaba en su personalidad. Harry Browne supo ver las interminables red flags, más rojas que la rojilla que Bono abandera en “Under A Blood Red Sky”, y las vertió en un libro: Bono: En el nombre del poder.
Qué pendejos fuimos en no hacer caso. Ahora la Viruela del Bono ha salido de la cabeza de Paul David y ha infectado al planeta. Está demostrado que es una de las cepas más peligrosas de la historia. No existe cura. No existe vacuna. Es como el fentanilo combinado con la heroína. No hay rehabilitación posible. Sí, el Covid-19 mató a millones de personas en el mundo. Pero ahora que la pandemia está controlada es imposible detener esta cepa.
La única solución posible es la prevención. Y en ocasiones ni eso alcanza. No insertarse en el pensamiento dominante es una manera de contrarrestar este mal. Pero en estos tiempos en que la masa ama ser masa y todo intento de insurrección es castigado, el virus es dueño de la moral. Es con lo que el consenso generalizado soñó toda la vida.
Nadie se ha visto más beneficiado por la Viruela del Bono
que el mundo de la música
Bono fue un pionero al descubrir lo rentable que era apostar por el nuevo puritanismo. Su proximidad con el papa Juan Pablo II, gran puntada la de ponerle los lentes del vocalista de la banda La mosca tsé-tsé, le permitió atisbar el futuro. La iglesia nunca se reformaría. Así que la nueva religión sería lo políticamente correcto. El mundo del espectáculo tardó en entender la doctrina del buen Paul David. Pero finalmente el virus se propagó. Y hoy toda la mayoría silenciosa está contagiada. Uno de los efectos más nocivos de esa mayoría es que ha dejado de ser silenciosa. Ahora es imposible discrepar sin correr el riesgo de ser crucificado por neohereje.
Nadie se ha visto más beneficiado por la Viruela del Bono que el mundo de la música. Grupos y solistas, de rock y del género que se les antoje, han seguido los pasos de Bono con éxito rotundo. Un ejemplo es la banda inglesa IDLES. En cada uno de sus shows avientan un speech de güeva sobre ser bueno y bla-bla-blá. Cómo ha cambiado el punk. Antes las bandas eran recibidas con escupitajos, ahora se les prodiga el mismo candor que a Barney, el dinosaurio. Joe Talbot, líder de la banda, aspira a convertirse en un nuevo Bono. Su misión: propagar el mensaje del amor por el mundo.
EN LA ACTUALIDAD ES IMPOSIBLE asistir a un concierto sin que te receten el catecismo. La gente ya no disfruta de la música sin que la aleccionen. Quizá el peor caso de la Viruela del Bono que existe sea Roger Waters. Su carrera estaba en el olvido absoluto. Pero comenzó a lanzar diatribas contra Trump y resurgió como una fábrica de millones de dólares. Ahí radica uno de los principales riesgos de la Viruela, en que hay que despertar, pero los boletos para los conciertos cada vez están más caros. Y los sueldos más bajos. Pero no hay pedo, porque somos seres concientizados. Y alzaremos la voz y el puño ante toda clase de injusticias. Menos ante la injusticia de pagar un boleto para un festival en seis mil varos.
La lista de infectados con la Viruela del Bono es demasiado larga para consignarla aquí. Artistas, escritores, cantantes, nadie se salva. Y va más allá: todos tenemos un vecino que ha sido atacado. Es la peor plaga que ha azotado a la humanidad. Los Simpson, esa gran obra de arte de finales del siglo XX, ahora son mal vistos por su humor. Y si eso está ocurriendo, perdonen lo apocalíptico, entonces quiere decir que sí estamos pasando por una etapa muy pero que muy oscura.