Invitación a David Huerta

Ante la desaparición del escritor, muchas voces dolidas recuerdan al ser humano entrañable que fue, quien se lamentaba de la poesía que se queda sin palabras, “como una reina internacional de belleza”. Julio Trujillo, amigo suyo, dijo en Twitter: “Este año han muerto mi padre y David Huerta. Ya no me quedan más papás. Adiós, poeta, ve con tu cargamento de palabras a un mejor lugar”. Aquí lo despide con un poema.

David Huerta. Foto: Cuartoscuro

A Verónica Murguía

Ahora ven al cuerpo del poema y cruza el blanco umbral en donde nacen las imágenes,

los tropos que te esperan ovillados en la inminencia de sus propias vísperas.

Ven con tu cargamento de sintagmas y tu asombro ante el chisporroteo de la sintaxis conforme se fija,

rebosante de tinta, sobre la superficie de la página.

Ven, ya puedo ver tu atado de interrogaciones, el resplandor de tu curiosidad

y la gravitación de tu lectura como la ligerísima pisada solar en los amaneceres de la Antártida.

Ven, allana la mancha textual a la que de todas formas perteneces como un signo vivo,

deslíe la ceremonia de este silencio sepulcral y da comienzo a una nueva singladura

con las inopinadas pero también dulces y precisas herramientas de tu retórica.

Entra en el bosque de la tipografía como quien ingresa en un laberinto gótico dispuesto a perderse para siempre,

dejando atrás el cuerpo para mejor moverte en la incandescencia de una hipérbole

o para detenerte en seco ante la breve contundencia de una apócope.

Ven, examina la mecánica de la sinécdoque como los astrofísicos van escrutando el universo

y cada una de sus cosas cósmicas, pues todo suena y se corresponde en esta música de lo que pasa.

Deja la muerte para entrar aquí, tu casa, donde respiran las palabras que han salido del limbo de la contingencia

para pasmarse como animales deslumbrados en el momento de la designación.

Inspecciona estos pedazos de irrealidad o ficción suprema y considera con clemencia las imperfecciones,

las cacofonías de la lengua acomodándose en las concavidades de un idioma

que tú esmaltaste con el óleo de tu imaginación cuantiosa, fértil como un pequeño Siglo de Oro,

como una cumbre cuyo oxígeno nos embriagó y en cuya luz, David,

nos descubrimos iluminados de inmensidad.

Así que ven, pisa el jardín de las vocales, respira el aire eléctrico de las conjugaciones y descansa

como quien se echa a dormir una benéfica siesta bajo la sombra del logos.

Explorador, ésta es la jungla de los cuadratines y los paralelepípedos:

ven con tu cuentahílos a verificar la urdimbre, las lindes y mercurios de un prodigioso glosario,

cuida el hervor de la multiplicidad y echa a andar el mecanismo con tu magia, bardo.

Choza del verbo, conjunto de aleaciones sorprendentes, matraz donde suceden las condensaciones,

cabeza de alfiler donde patina y va trazando signos de infinito una elegante locuacidad,

esta hoja en blanco está a la espera de tus lápices y estilográficas,

de tu escritura metafísica y humana al mismo tiempo, como la conversación,

como una historia que nos ha sido contada desde el Paleolítico, coloquio de centauros, sencillamente charla

de dos amigos en el fin del mundo.

Ven a alumbrar la eternidad con tus vocablos, ven.