¿Destruir arte para cancelar artistas?

Al margen

¿Destruir arte para cancelar artistas? Fuente: Josep Martins / unsplash.com

¿Se debe destruir una obra de arte si su creador es una persona de dudosa moral? ¿Es más justificable si se trata de alguien que cometió actos atroces, incluso criminales? ¿Una decisión así sólo debe recaer en los especialistas o como público deberíamos tener la posibilidad de exigirlo? Un canal de televisión está sumido en la polémica por proponerse contestar estas preguntas en una emisión en vivo.

EL CANAL BRITÁNICO CHANNEL 4 anunció que está desarrollando un nuevo programa, cuyo concepto se centrará en el debate actual sobre lo que se ha llamado la cultura de la cancelación para llevarla a su extremo más radical: la destrucción pública —y televisada— de obras de artistas que actualmente son cuestionados por sus acciones personales.

Conducido por el comediante Jimmy Carr, el programa incluirá una mesa de debate entre especialistas, que intentarán persuadir a la audiencia a favor o en contra de la preservación de su legado artístico, pero el veredicto final lo dará el público. De votar en contra de las piezas en cuestión, Carr utilizará un martillo —o quizá un soplete: la herramienta elegida no ha sido definida aún— para destruirlas, bajo la mirada de millones de televidentes en el Reino Unido.

Ante la crítica surgida en la prensa, la propuesta ha sido defendida por los ejecutivos de la televisora como un acto de iconoclasia muy propio del canal, reconocido por sacudir las buenas conciencias a lo largo de su historia, pero la realidad es que no han confirmado si seguirán adelante con el proyecto.

Por lo pronto, se sabe que han comenzado a adquirir piezas de artistas polémicos, entre ellos Adolf Hitler, con quien el programa debutaría.

Hitler se inició en el arte muy joven, antes incluso de enrolarse en la Primera Guerra Mundial. En los primeros años del siglo XX intentó ingresar en la Academia de Bellas Artes de Viena, pero fue rechazado en dos ocasiones. Interesado principalmente en el paisaje, hubo algunos profesores que le sugirieron que intentara en la Academia de Arquitectura, ya que era un tema recurrente en sus pinturas, la mayoría realizadas en acuarela. Pero estaba empecinado en ser pintor, así que lo intentó por la libre, vendiendo sus obras en las calles y frecuentando cafés donde podía conocer a otros artistas. Eventualmente asumió su derrota en el campo de las artes y decidió enfocarse en el de la guerra. Aunque logró colocar unas cuantas piezas con coleccionistas, era evidente que no lograría hacerla. Quizá la historia hubiera tomado otro curso de no haber vivido esa desilusión.

Esas pinturas sobreviven porque fueron confiscadas por el ejército de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial; éste las conserva como documento histórico, pero se rehúsa a exhibirlas. Otras pervivieron en casas de coleccionistas que luego las pusieron en venta, pasando así de mano en mano a través de casas de subastas. Fue así como llegaron a Channel 4.

Desde luego que muy pocas personas defenderían a Hitler en televisión, pero en el formato propuesto habrá quienes intentarán convencer a la audiencia de separar al artista de su obra o quizá afirmarán que hay objetos cuyo valor histórico sobrepasa nuestra opinión sobre las acciones que su creador llevó a cabo en vida. Pero en el caso específico del alemán es difícil sostener esta postura, no sólo porque se trata de quien perpetuó uno de los peores crímenes contra la humanidad, sino porque su obra es realmente mala —incluso me atrevería a decir que cursi.

Lo complejo es cuando el artista resulta tan bueno
que a través de su obra nos persuade de mirar el mundo
a su manera

SEPARAR AL CREADOR de su obra, o defender la conservación de la misma a pesar de conocer los sórdidos detalles de la vida del artista, se vuelve mucho más difícil cuando se trata de seres verdaderamente excepcionales, cuyo trabajo marcó un antes y un después para la historia del arte.

Ahí está Picasso, por ejemplo, de quien también Channel 4 ha adquirido obra, se presume que para el mismo programa. Ya hemos abordado aquí la violencia que el malagueño ejerció contra las mujeres que fueron sus parejas, motivo por el que es sujeto de cancelación. Otro artista denunciado por sus abusos y que ha entrado a la colección del canal británico es Eric Gill, de quien quizá de este lado del mar no tengamos muchas noticias; fue un escultor y artista gráfico fundamental para dar forma al art déco inglés, además de creador de tipografías que usamos aún hoy, como la Gill Sans. Su obra sido blanco de ataques.

A inicios de este año, un hombre intentó destruir las figuras monumentales de Gill para las oficinas centrales de la BBC, mientras denunciaba la larga historia de pedofilia y violencia sexual del artista, ejercida contra sus hermanas, sus hijas e incluso su perro. A pesar de que todo esto fue registrado en sus diarios y dado a conocer desde la década de los ochenta, sigue siendo considerado uno de los artistas más trascendentes del siglo XX británico.

La columnista del diario inglés The Guardian, Martha Gill, ha puesto en duda la decisión de la televisora, en particular el anuncio de que comenzaría por evaluar la destrucción de la obra de Hitler. Según ella no tiene ningún sentido hacerlo, precisamente porque es tan mala. Es decir, a su parecer la poca calidad del trabajo artístico del dictador lo hace inocuo. Lo complejo es cuando el artista resulta tan bueno que no sólo deja algo de sí en su obra, sino que a través de ella nos persuade de mirar el mundo a su manera.

Aun en ese caso, destruir la obra no cumple con ningún propósito, pues implica borrar esa mirada problemática, imposibilitando su cuestionamiento.

Un aviso que la Warner Brothers pone al inicio de sus caricaturas históricas resume perfectamente esta problemática: “Las caricaturas que vas a ver son producto de su tiempo. Pueden mostrar algunos prejuicios raciales y étnicos que eran comunes en la sociedad americana. Estas representaciones eran incorrectas entonces y lo son ahora [...] están siendo presentadas como fueron originalmente creadas porque hacer lo contrario sería como afirmar que esos prejuicios no existieron”. El mundo del arte podría tomar consejos de la televisión, definitivamente, pero no como lo propone Channel 4.

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