Charles Simic: el mundo, bellezas y demonios

El pasado lunes 9 de enero trascendió la noticia del fallecimiento de uno de los poetas más reconocidos de las décadas recientes: Charles Simic (1938-2023). Nacido en Belgrado, Yugoslavia, su infancia quedó marcada por los bombardeos y la invasión nazi a su país: “Soy un producto de la historia —afirmó en diversas ocasiones—, Hitler y Stalin fueron mis agentes de viajes”. El primer número de este suplemento apareció, en junio de 2015,precisamente con una entrega amplia de sus poemas. Publicamos ahora una entrevista y pronto volveremos a su obra.

Charles Simic (1938-2023). Fuente: laslibreriasrecomiendan.com

TRADUCCIÓN MAX COLUNGA

En agosto de 2007, el escritor serbioestadunidense Charles Simic —fallecido esta semana— recibió el nombramiento de Poeta Laureado de Estados Unidos; ése es el punto de partida de la siguiente conversación, que sostuvo por correo electrónico con Michael J. Vaughn, poeta y novelista de su país adoptivo.

Como se sabe, la cruenta invasión nazi a la Yugoslavia de la infancia de Simic provocó su emigración cuando sólo tenía dieciséis años. Desarrolló su obra en Estados Unidos; fue también traductor y ensayista, además de coeditor de The Paris Review. Su libro de poemas en prosa, El mundo no se acaba, le mereció el Premio Pulitzer en 1990. El diálogo que presentamos es reflejo preciso de su poética y de su singularísima visión del mundo.

Varias notas sobre el nombramiento que recibió como Poeta Laureado describieron su obra como “oscura”, lo que no parece del todo exacto.

Soy un pesimista alegre. La vida es maravillosa, pero todos los días nos rodean tragedias; si no son nuestras, sí de otras personas. Depende de cada lector comprender de qué modo todo aparece de un poema a otro. Yo simplemente registro mi propia idea del mundo, sus bellezas y sus demonios.

Hablando de eso, muchos de sus poemas parecen ocurrir durante la noche y elevar escenarios y objetos comunes hasta un nivel casi sagrado. ¿Es éste uno de los trabajos de un poeta, iluminar lo inadvertido, lo que se da por hecho?

Así es. Vemos de manera un tanto rutinaria lo que nos rodea. Un buen poema restaura nuestra vista y nuestro oído. Ésa es, sin duda, una de las hazañas de la poesía. Siempre me ha gustado registrar tiendas de vecindarios pobres: casas de empeño, de mascotas, abarrotes, peluquerías, fondas. Toda mi vida he escrito sobre ellas. Mi insomnio de siempre habla de los paisajes nocturnos. Por lo general estoy despierto cuando el mundo ronca.

Como muchos otros, yo descubrí su escritura con la colección de poemas en prosa El mundo no se acaba. Hay algo en esos párrafos de apariencia sencilla, tan cargados de imágenes. ¿Cómo se fraguó ese volumen?

No fueron escritos deliberadamente como poemas en prosa. Los garabateé en mis cuadernos durante muchos años y luego los encontré. Desde luego, cuando me interesé en ellos los corregí sin pausa hasta ponerlos en orden. Lo bueno de ese libro es que yo no tenía idea de que lo estaba escribiendo, así que pude hacerlo con una libertad que nunca tuve hasta ese entonces.

Tengo mucho cuidado al cortar mis versos cuando reviso
un poema. Juego con ellos sin descanso

Otro aspecto de ese título es la presencia de un imaginario irreal, pero lo irreal parece más que nunca extraño en estos tiempos. ¿Tuvo dificultades para que sus alumnos “volaran” de ese modo al escribir?

Ellos no están acostumbrados a usar la imaginación. Muchos la tienen en abundancia pero les incomoda, así que mi trabajo es convencerlos de que todo es cuestión de tomar riesgos, de exponerse al ridículo y apostar a fondo. ¿Para qué escribir, si no es así?

Resulta asombrosa la brevedad de sus poemas, la percepción de que se han cincelado hasta la esencia misma. ¿Esto proviene del trabajo duro o más bien de su visión en sí, minimalista y austera desde el principio?

Corrijo interminablemente y sí, en el proceso, mis poemas se abrevian más y más. En algún punto me doy cuenta de que, sea lo que sea, ya está justo lo que necesito decir. El desafío de decirlo todo en unas cuantas palabras es para mí una tentación permanente.

El corte de versos parece ser el aspecto más confuso del verso libre para el poeta principiante. Algunos lo usan para sacudir al lector o para liberarlo de los ritmos habituales del habla, pero en su caso muestran una suavidad y discreción extrema. ¿Es esto deliberado o sólo surgen así?

Tengo mucho cuidado al cortar mis versos cuando reviso un poema. Juego con ellos sin descanso. El ideal es que los lectores olviden que están leyendo un poema.

Usted escribió un libro de ensayos y poemas sobre el artista del collage Joseph Cornell. ¿Es común que encuentre inspiración en artistas y músicos? ¿Se concibe aplicando los sentidos de la música a los sonidos de sus propias palabras?

No con la música. La escucho todo el tiempo, pero si se trata de la música del lenguaje prefiero leer a los grandes poetas del pasado, más que escuchar a Bach. En cuanto a las otras artes, la fotografía y el cine siempre han sido importantes para mí, igual que la pintura, pues amo las imágenes.

¿Qué le atrajo de la obra de Cornell?

La técnica del collage, la noción de que objetos encontrados al azar pueden formar una obra de arte.

¿Quiénes son sus poetas favoritos?

Pienso en Emily Dickinson, Robert Frost y Wallace Stevens.

¿Ha sentido la tentación de escribir versos tradicionales?

Escribí algunos poemas con metro y rima cuando era joven. Quizá lo haga de nuevo.

¿Existe algo en específico que lo haya llevado a vivir en New Hampshire?

Vine por trabajo, luego me enamoré del lugar.

¿Tiene algún pasatiempo favorito, que practique para buscar ideas?

La caminata.

¿Existen en su obra indicios de la infancia en Yugoslavia o aspectos de esa cultura?

Dejé Yugoslavia hace cincuenta y cuatro años, he escrito una y otra vez sobre mi niñez, pero rara vez pienso ahora en ella. No fue la cultura lo que tuvo un efecto en mí, sino las bombas que caían sobre mi cabeza entre 1941 y 1944, además de todas las otras cosas infames que ocurrieron durante la ocupación de Belgrado.

¿Disfruta ofrecer lecturas públicas? ¿Le ocurre que modifique poemas al leerlos en voz alta?

He ofrecido más de mil lecturas en cuarenta años, de modo que sí, lo disfruto. Y desde luego que cambio los poemas al leerlos. Siempre ha sido así.

¿Cuál es el consejo que comparte de modo más frecuente con los poetas jóvenes?

Que lean todo.

¿Cuál es el mayor obstáculo que se interpone entre el estadunidense común y la poesía?

La educación. No se lee suficiente poesía en la escuela, a pesar de que los niños la aman.

Fuente: terrain.org