"Tres mujeres"

Sylvia Plath, Retrato con triple rostro, tempera sobre papel, ca. 1950-1951. Fuente: huckmag.com

PRIMERA VOZ:

Soy lenta como el mundo, y muy paciente.

Girando a mi ritmo, los soles y los astros

Me observan con atención.

El celo de la luna es algo más personal:

Pasa junto a mí, una y otra vez, radiante como una enfermera.

¿Acaso la apena lo que va a ocurrir? No lo creo.

Simplemente la asombra tanta fertilidad.

Cuando salgo a pasear, soy todo un espectáculo.

No tengo que pensar ni que ensayar nada.

Lo que se gesta dentro de mí sucederá por sí solo.

El faisán se yergue en la colina;

Está ordenando su plumaje musco.

No puedo evitar sonreír por cuanto sé que existe en mí.

Hojas y pétalos me asisten. Ya estoy preparada.

SEGUNDA VOZ:

Cuando vi por primera vez el pequeño flujo rojo, no podía creerlo.

Observaba a los hombres ir de aquí para allá, en la oficina, ¡tan vacuos!

Todos tenían un aire plano, acartonado, que sólo ahora comprendo,

Esa vacía, vacía vaciedad suya de la que surgen constantemente

Sus ideas, destrucciones, buldózeres, guillotinas, blancos recintos

Repletos de gritos, y esos ángeles fríos, las abstracciones.

Sentada ante mi escritorio, con las medias, los tacones altos,

Escuchaba al hombre para el que trabajo decir riendo:

“¿Has visto al diablo o qué? Te has puesto pálida de repente”.

Y yo callaba. Veía la muerte en los árboles secos, un expolio.

Apenas podía creerlo. ¿Tan difícil le resulta

Al espíritu concebir un rostro, una boca?

Las letras surgen de estas teclas negras, y estas teclas negras

Surgen de mis dedos alfabéticos, ordenando partes.

Partes, pedazos, piezas, múltiplos brillantes.

Aquí, cada vez que me siento, muero. Pierdo una dimensión.