Los Locos Adams son incesantes. Al Tío Lucas ahora le ha dado por reencarnar en Billy Corgan —líder de Smashing Pumpkins y promotor de lucha libre—, que el sábado pasado presentó su show luchístico, ñoñero y de humorismo involuntario en el Foro Sol.
Seguro sacó la inspiración de Disneylandia. Hace unas semanas subió a su perfil de Instagram unas fotos dándose un rol por la tierra del Ratón Miguelito, y para emular al aprendiz de brujo creó su versión del Vive Latino con emos, darks, punks y enmascarados.
The World is a Vampire o, como lo rebautizó la pandilla, el Vive Pelochas, abrió sus puertas a las dos de la tarde. Desde la una se veía por Churubusco una procesión de chamaques que se adelantaron en la celebración de Halloween. Un verdadero rocker, sea dark, metalero o whatever, siempre anda de negro sin importar horario ni fecha en el calendario. Ni grados de temperatura.
Los combates se repartieron en tres cuadriláteros. El Stage A, el Stage B y el ring. No es que uno sea tempranero, pero a las cinco de la tarde ya estábamos en la refriega, chela en mano. Deafheaven lo ameritaba. No cabe duda que el tío Billy ya es más mexa que las filas para pagar en Telcel, si no cómo se explica que la cerveza que dominara el evento fuera la Tecate. Después de Stallone y Bruce Willis, ¿acaso será William Patrick el siguiente en promocionarla?
PINCHES NOVENTAS, no se van a morir nunca. Mientras el sol le ponía demasiada luz a ese festival oscuro, la sensación imperante era de una regresión en el diván del psicólogo. De un viaje atrás en el tiempo. Incluso para aquellos veinteañeros que habían nacido del 89 para acá. Los años noventa ahora son una marca. Junto a mí pasó un morro con un libro de Chuck Klosterman en la mano. Era la clase de espécimen que paga más de cien dólares por una playera roída del Ride The Lightning, de Metallica.
The World is a Vampire o el Vive Pelochas
abrió sus puertas a las dos de la tarde
Y para reforzar este filin, nada tan contundente como el sonido de las Margaritas Podridas, que a las 6:50 se lanzaron desde la tercera cuerda para aplastar al público. Del bajo y las liras resultaron patadas voladoras, pierrotazos y cachetadas marraneras. Todo el tiempo nos tuvieron contra las cuerdas y madres, que empezó el azotadero del bajo de Carolina Enríquez. Y luego uno de los guitarros comenzó a volar por los aires. No se sabe si emulando a Kurt Cobain, que le encantaba lanzarse contra la batería, o a Mascarita Sagrada, ese gran, enorme mini que murió a manos de las Goteras.
YA ANTES, EN EL RING, se había dado el encontronazo entre carniceros de la Triple A y luchadores gabachos, pero no fue tan emocionante como ver a las Margaritas darse en la madre a sí mismos y a sus instrumentos.
Una de las principales atracciones de la noche, si no es que la más suculenta, era Interpol. Que a las 8:50 subió al escenario principal. El setlist: diez de diez. La ejecución: once de diez. El juego de luces: diez de diez. ¿El sonido? Fallaba como los franceses fallaron ante el Tibu. Turnstile corrió con mejor suerte. Pero como la entrega de Interpol fue tan intensa, levantaron el evento a pesar de las deficiencias. Hasta la gente les inventó una porra: “Paul, Paul, Interpol”, gritaba la bandita.
Lo que sí olió sospechosista es que cuando subieron los Smashing Pumpkins, a las once de la noche, el sonido mejoró. Ah, no má, Tío Lucas. No es de extrañar que con lo inseguro que es, William Patrick hubiera saboteado para que no lo opacaran. La expectativa era muy grande, el setlist que habían tocado los Smashing hace unos meses en el Metropolitanga había dejado la vara demasiado alta. Pero como Billy Adams es bien caprichoso, salió a aventar un setlist diferente. Uno de chile, mole y pozole. Tuvo sus grandes momentos, pa qué negarlo. El cover de los Talking Heads. Los enormes, guitarreros y feedbackeros diez minutos de “Silver Fuck”, de esas rolas que no cantaron los milenials ni la generación de cristal. Y el final fue una de esas cosas que valen la pena el regreso en pesero o caminar dos kilómetros para tomar un uber: las Calabazas invitando a subir al escenario a Pedro Garfio para que coverearan “No Love Lost”, de los mismísimos Joy Division. Hasta se nos olvidó el berrinche del Tío Adams de que ya no quiere tocar canciones del Mellon Collie.
Pues sí, el mundo es un vampiro que toma Tecate y se toma fotos con Blue Demon Jr.