Estaba tan cansada que dormí por años. Era siempre lunes, tenía los párpados a media asta, el cuerpo ya no respondía. Tomé un baño centenario, cerré las cortinas, quedé a oscuras en la noche interminable. Me acosté en el lecho, el reloj se detuvo en la hora cero, quedé en pausa, desnuda en el espacio tiempo de la nada.
Me despertó el hombre lobo de los siniestros bosques. Me levanté y corrí, entumida y débil, hacia el espejo embrujado del lago tempestuoso. Vi mi reflejo transparente. El color del pelo había cambiado, era gris y lo llevaba corto. Alrededor de los ojos tenía arrugas, líneas finas en la frente y el entrecejo, piel delgada y seca, cara afilada, labios más delgados, pecas en las manos temblorosas. La figura encorvada. Envejecí mientras pernoctaba, no me di cuenta de que el mundo siguió girando aunque no estuve, el sol salió por el Oriente, la lluvia cayó sobre los pastos, la luna brilló sin ocultarse. El planeta Tierra giró sobre su eje cada día. La vida siguió su propio curso. Lo que pasó pasó, yo estaba dormida sin saberlo.
La vida siguió su propio curso. Lo que pasó pasó, yo estaba
dormida sin saberlo
SE APAGÓ LA MENTE SATURADA, silencié las voces que murmuraban mis adentros. Intenté evitar la tristeza cuando me atraparon las garras del sueño, mi memoria aletargada acalló los recuerdos dolorosos, los reclamos de los otros ya no estaban. En la larga pausa del descanso no hubo conflictos con mi ser, tampoco decisiones que tomar. Anestesié todos los sentimientos. Desactivé el corazón paralizado, sin vibraciones pasionales. Amanecí en otra era, en otra temporada, a un ritmo diferente, mayor velocidad. Mi cuerpo iluminado por una luz clara y distinta. Volví a ser yo, la misma edad, la mirada brillante, la piel sedosa. Salté de un brinco, abracé la posibilidad de regresar igual, mortal, eterna. Con los labios húmedos pronuncié el nombre secreto de mi amante. Decidí ser yo quien lo encontrara, a ese capaz de despertarme. Quien me haga tocar el fuego aunque me queme, acelerar a pesar de que me impacte contra el muro de la realidad, mirar el sol que habrá de cegarme. Busco a alguien que me arranque por completo la médula de la existencia y me enseñe a arder la sangre por las venas. Sentir y a la vez que lastime, amar no obstante duela.
Si eres tú, lector, capaz de darme el elíxir de la vida, aquí te espero. Vamos a dormir juntos para perpetuamente despertar en el eterno retorno de los siglos.
* Eres mi lugar inseguro.