Cuando Fante decidió volver a escribir literatura lo hizo con tiento y se dedicó a trabajar unos relatos. Había publicado Pregúntale al polvo en 1939 y después tuvo que sumergirse en el profundo pantano pestilente que era Hollywood, en donde pasó cinco años escribiendo guiones, corrigiendo por la mañana y jugando golf y luego emborrachándose por la tarde. Ganaba 250 dólares a la semana. Volvió a la literatura de forma intermitente. Nunca dejó de trabajar para el cine, algo que lo destrozaba, pero comenzó a esforzarse por hacer algo más que aquel trabajo que pagaba las cuentas, pero lo hundía en una depresión que lo acompañó casi toda su vida.
Unos años después llegaron otra vez las novelas, pero el éxito nunca fue constante. En 1952 publicó Llenos de vida, que no hizo mucho ruido. Más de veinte años después apareció La hermandad de la uva, que despertó más interés, pero tampoco trajo la suficiente fama para que pudiera dejar atrás los guiones de cine.
TANTOS AÑOS Y TAN POCA OBRA, podría decirse. Tres novelas y un libro de relatos durante su juventud: Espera a la primavera, Bandini; Pregúntale al polvo; Un año pésimo y El vino de la juventud. Luego una larga pausa y entonces dos libros más, ya mencionados. A continuación la enfermedad y una novela que le dictó a su mujer mientras la diabetes se lo iba comiendo. La muerte le llegó antes que el reconocimiento.
En medio de todo eso escribió los cuentos. Y con la publicación de Hambre en español podemos descubrir el proceso de Fante para escribir novelas y también los intereses que tenía, que nunca se convirtieron en novelas. Hambre está conformada por diecisiete textos publicados en distintas revistas a lo largo de los mejores años de escritura del autor, el prólogo original de Pregúntale al polvo y un par de historias protagonizadas por inmigrantes filipinos. Todo ello fue rescatado por Stephen Cooper, quizá la máxima autoridad literaria en el mundo sobre Fante. El investigador halló, en casa de la viuda del autor, un montón de papeles y documentos que éste acumuló durante toda su vida. En ese tesoro pudo recopilar no sólo el material para su biografía, sino también lo que integra Hambre.
Encuentro en los cuentos de Fante al autor que tanto admiro, aunque fragmentado. Para explicar esto necesito regresar a sus novelas. Las separo en dos secciones. Por un lado están las que retratan la niñez y la juventud del escritor a través del alter ego Arturo Bandini. Está el llamado cuarteto Bandini: Espera a la primavera, Bandini; Camino a Los Ángeles; Pregúntale al polvo y Sueños de Bunker Hill. Por el otro, las novelas sobre Henry Molise, un fracasado escritor italoamericano que tiene un fuerte lazo con su padre, Nick. Tres historias integran este universo: Un año pésimo, La hermandad de la uva y Mi perro idiota. Ahí queda sola, casi en un rincón, una pequeña novela que parecería el Fante menos potente, pero que tiene tanta ternura y emociones humanas que para mí es una pequeña joya: Llenos de vida.
Nunca dejó de trabajar para el cine, algo que lo destrozaba… lo hundía en una depresión que lo acompañó casi toda su vida
¿Cuál es la diferencia entre el cuarteto Bandini y el universo Molise? Para mí, Bandini es el joven autor lleno de sueños por cumplir. Una potente fuerza de la naturaleza que sigue adelante a pesar de los fracasos. En él hay vida y esperanza. En cambio, Molise es ya un creador adulto, decepcionado de todo y listo para renunciar pero que, por alguna razón, no lo hace y sigue escribiendo. Pero es más una condena, algo que está ahí y no se va a ir. Por eso prefiere dialogar con su padre, ya sea vivo o muerto, y comprender por qué lo veía siempre en la amargura de los sueños rotos.
Aparte de las novelas existen dos libros de cuentos. En ellos podemos encontrar, con otros tratamientos, las mismas obsesiones. El primero que publicó fue El vino de la juventud, originalmente llamado Dago Red, un juego de palabras para referirse a un vino barato y también a un modo peyorativo que utilizaban los estadunidenses para referirse a los inmigrantes italianos. Por supuesto que iban a cambiarle el título. En El vino de la juventud casi todos los relatos abordan la vida de un niño, hijo de rudos peninsulares, que se convierte en joven y busca su camino como escritor.
NO SORPRENDE que los primeros cuentos sean sobre la infancia del alter ego de Fante. Su lenguaje es más crudo porque intenta recrear el pensamiento de un niño, aunque también podría ser por cierta inexperiencia del autor. Estaba en la búsqueda de un lenguaje, pero ya había encontrado la honestidad y las emociones que lo acompañaron durante toda su vida. A la mitad del libro, la escritura es más elaborada, los temas ya no son los de la niñez y el autor puede explayarse narrando historias que no son por necesidad parte de su alter ego. En este mismo libro vemos sintetizado el proceso de escritura de Fante durante aquellos primeros años; marca el camino que lo llevaría finalmente a escribir el cuarteto Bandini.
En cambio, en Hambre vemos al autor que luchaba por encontrar un sitio en el mundo de la literatura y por abandonar la cómoda vida de guionista de Hollywood. Titulado originalmente The Big Hunger, apareció hace 23 años y apenas llegó al español a finales del 2022. ¿Por qué a los editores de Iberoamérica les toma tanto tiempo traducir a Fante? Yo tuve The Wine of Youth en mi librero muchos años antes de su traducción al español. No lo comprendo, cuando se sabe que el autor es sinónimo de calidad literaria y de ventas.
En Hambre también aparecen dos cuentos protagonizados por Julio Sal. El inmigrante filipino que se enamora de una japonesa se convierte rápidamente en un personaje entrañable. Los relatos donde figura, uno de ellos en El vino de la juventud y el par que incluye en Hambre, se iban a convertir en parte de una novela de título The Little Brown Brothers. No sucedió, por lo que Fante fue publicándolos en distintas revistas. También podemos encontrar algunos de los mejores relatos que el autor entregó. Algunos llenos de ternura, horror. Otros, de humor y drama. Ésa es una de las habilidades que más me gustan de Fante. Puede, casi sin notarlo, mover al lector de una emoción a otra apenas con unas líneas. Tal vez la frase que escuchó su hijo, Dan Fante, en una fiesta en la casa familiar, se refería más a esto que a una verdadera maldad. El escritor alcohólico y depresivo habría dicho: “Si quisiera podría destruir tu vida en veinte palabras o menos”. No sé qué tan fácil era lograr eso en los años cuarenta, pero pareciera que en nuestros días un tuit es suficiente para conseguirlo.
En el caso del autor, creo que tiene que ver con la habilidad para retratar en pocas palabras un montón de humanidad. Por ejemplo, en “La madre de Jakie”, uno de los relatos típicos de Fante, un niño italoamericano explica su mundo utilizando un lenguaje que parece poco elaborado, pero que requiere mucha habilidad estilística para engañar al lector. En esta historia, el narrador cuenta cómo es que la madre de su amigo Jakie es la peor mamá del mundo. Es una mujer que tiene a su hijo encerrado en el cuarto y le aplica pequeños castigos corporales. Algo que no parece tan grave y que incluso produce cierta ternura en el lector, de pronto se ve interrumpido por uno de los más grandes horrores de toda madre: la muerte de un hijo. El hermano menor de Jakie es atropellado. La historia se dirige hacia lo que un niño ve en un funeral. La escena es predecible, pero bellísima. La madre de Jakie se arroja sobre el niño en el ataúd y le pide a su Dios que se la lleve a ella. La mirada del protagonista viaja del ataúd con la madre de su amigo echada encima hacia un compañero de clase que no se inmuta ante nada. El final del relato muestra a un grupo de niños que entienden el dolor de su amigo, pero nada pueden hacer.
Otro ejemplo que deja en claro esta idea de drama y humor sería “El sueño de mamá”. En este relato —escrito a finales de los años cuarenta y que fue parte de la experimentación de Fante para recuperar las habilidades literarias tras pasar cinco años sin escribir ficción, dedicándose al golf y al alcohol—, podemos ver al Bandini ya adulto, que sabe todo lo que pasa en su familia, aunque él no esté ahí. En realidad, Fante utiliza a un narrador omnisciente pero ciertos detalles nos hacen creer que es un personaje secundario, que todo lo sabe. El narrador se dirige con demasiada familiaridad a los demás personajes. Pareciera que los conoce muy bien porque vivió con ellos casi toda su vida.
“El sueño de mamá” presenta una anécdota casi ridícula: la mamá del narrador ha soñado con la muerte de Nick, quien es su hijo mayor, posible autor del cuento y quien vive en otra ciudad. Está convencida de que es una premonición. La llegada de un telegrama confirma su idea: efectivamente, Nick ha muerto. Nunca abre el sobre, pero lo sabe, en su seno materno tiene la seguridad de que el hijo más querido ha muerto. El drama se aposenta en la pequeña casa familiar. El resto de la familia —su padre y su hermano— reciben la noticia y se lamentan con amargura. El telegrama sigue cerrado, pero la desgracia italiana se ha instalado con ellos. Aunque la historia es mínima, lo importante son los detalles de los personajes, su carácter y la forma como reaccionan ante las desgracias de la vida. La cocina se convierte en el escenario fundamental porque, al parecer, para Fante gran parte de la vida sucede ahí o mientras se come. Es como si estuviéramos viendo una película de Fellini. Las reacciones exageradas, el llanto, los gritos, el vino y la comida. Sólo falta que el lector termine hablando italia-no después de leer a Fante.
No quiero dejar pasar el cuento que le da el título al libro: “Hambre” sigue a un niño de siete años llamado Daniel, que es alérgico a la higiene, tiene una imaginación desbordada y odia las órdenes de su madre, en especial, cuando lo manda a comer. Es algo que le causa asco mientras sea bajo la mirada de su familia, pero que disfruta enormemente cuando lo hace a escondidas, de preferencia en la cama. Dan tiene un hermano llamado Nick y una pequeña hermana, Vicky. Mientras Nick se porta como un hijo modelo, Vicky es una niña amable que a veces tira alguna mordida por aquí y por allá. La vida de Dan es sencilla y eso hace el cuento todavía más entrañable. Las correrías del niño por el vecindario jugando a los ladrones, su imaginación imparable, el amor y odio que siente por sus hermanos lo convierten en un personaje vivo, tan cercano que casi podemos oler su ropa percudida y ver las sucias uñas, que no se corta.
FANTE SIEMPRE SE USÓ a él mismo, a sus padres y también a su esposa para crear personajes. Tanto, que en algún momento su propio padre se indignó por la forma en que lo retrataba. Antes de conocer este cuento, jamás había visto que utilizara a sus hijos como personajes, pero Dan, Nick y Vicky son los nombres de sus descendientes en la vida real. Dan Fante, escritor y alcohólico, se convirtió en una sombra de su padre. Ha escrito sobre la complicada relación que tuvo con él. El relato “Hambre” fue escrito a principios de los cincuenta y publicado en el 52, cuando Dan tenía entre ocho y nueve años. ¿Es posible que su padre ya supiera quién de sus hijos sería heredero de sus obsesiones? “Hambre” convierte a un niño desmadroso en un personaje favorito, en el rebelde, el preferido, el niño que no desea perder nunca, el pillo que se sale siempre con la suya. Pareciera que Dan y John son casi el mismo personaje.
No quiero dejar pasar el cuento que le da el título al libro: Hambre sigue a un niño de siete años, Daniel, que es alérgico a la higiene
Encontré en la red una relación que enumera todo lo que Stephen Cooper halló en aquella pequeña bodega llena de documentos. Hay de todo, desde manuscritos hasta papelería fiscal. Mientras reviso el PDF descubro que en más de veinte cajas se encuentran manuscritos de relatos con varias versiones o no terminados, algunas de sus novelas publicadas, otras inéditas o incompletas, guiones de radio, televisión y cine; además hay un montón de ideas sueltas que no terminaron en nada. Son más de veinte cajas de trabajo para un hombre que apenas pudo publicar unos cuantos libros en vida.
Era Fante un escritor de tiempo completo. Su vida estaba dedicada al arte y su mente, a la escritura. El fracaso editorial no lo mandó a la inmovilidad. Era un hombre que no podía detenerse, tenía que luchar contra este mundo de mierda a través de su máquina de escribir. Nos enseña que la literatura no se trata de aplausos, palmadas en la espalda y miles de seguidores en la red. La literatura se trata de sentarse frente al teclado y batirse a muerte. Nunca detenerse y continuar luchando, porque el hambre te puede mover a ganar dinero, pero la necesidad por expresarse también le puede ganar al hambre.