Un amigo que trabaja en el Ayuntamiento me contó que a su oficina habían acudido agentes de la Fiscalía para recomendarles que no consumieran cocaína porque estaba mezclada con fentanilo.
Días después me enteré por las noticias de que el nieto de 19 años de Robert De Niro murió de una sobredosis. Fue a causa de una sustancia adulterada con fentanilo. No la tomó de forma deliberada. Su objetivo era divertirse, no morir.
Otro amigo me cuenta con asombro sobre su reciente viaje a Vancouver. La epidemia de fentanilo ha desplazado el problema de salud pública que representaba la heroína. Un perímetro de cuatro calles marca una especie de islote donde cientos de adictos deambulan como zombies en busca de la siguiente dosis.
El fentanilo ha suplantado al cristal y la heroína como sustancia favorita del grueso de los adictos en Estados Unidos. En nuestro país el cristal continúa reinando, pero no falta mucho tiempo para que sea cosa del pasado. Esto coincide con el gusto cada vez menos arraigado de las nuevas generaciones por el alcohol. Que ya no sea preferencia número uno podría parecer indicio de una juventud más sabia y más sana, tanto emocional como físicamente. Prefieren doparse con LSD, ketamina y otras sustancias. Sin embargo, el riesgo de consumir fentanilo de manera accidental es un peligro latente.
PERO MIENTRAS LA PLAGA del fentanilo llega hasta el último rincón, la ley antitabaco promovida por el sector salud se ha endurecido hasta lo irracional. No bastó con que las cajetillas tuvieran la leyenda de advertencia contra el enfisema e incluyeran imágenes de ratas envenenadas y fetos muertos: ahora las cajetillas de cigarros están ocultas en ciertos establecimientos tras un plástico negro. Esto bajo el argumento de mantenerlas alejadas de los menores de edad. Ojalá que el gobierno protegiera a los que utilizan drogas de manera recreativa, como a los no fumadores. Ojo, no estoy defendiendo a los fumadores. Pero la persecución a la que son sometidos es ridícula. El grado de hipocresía que impera es apabullante.
El fentanilo ha suplantado al cristal y la heroína como sustancia favorita en Estados Unidos
El prohibicionismo es el pan de cada día. El sistema está tan preocupado por protegernos que te suspenden la cuenta de Facebook por postear un desnudo. Cualquier pretexto es bueno para ejercer la censura. Nadie está a salvo de ser juzgado. Y linchado. Medios prestigiosos han adoptado el credo de la nueva moral con tal de no volverse enemigos de la opinión pública acomodaticia en el aburguesado activismo digital. Tal es el caso de Pitchfork. En su reseña sobre el nuevo disco de Queens of The Stone Age, el crítico evalúa la calidad del álbum a partir de los problemas personales del líder de la banda, Josh Homme. Algo que es totalmente extramusical.
Si revisamos la historia de la música nos percataremos de que muchas obras maestras fueron elaboradas mientras sus creadores atravesaban por un mal momento. Pero este punto no es lo que se propone demostrar el reseñista. Su cometido es dejar muy claro que la vida personal de Homme no es intachable. Lo que nos faltaba: que ahora los medios se asuman como los nuevos policías de la moral.
LO TRISTE DEL ASUNTO, además de las libertades que hemos perdido día a día, que les costaron sangre, sudor y lágrimas a los que nos precedieron, es que nada ha cambiado. Al contrario, la vida es cada vez más dura. Nunca como en estos tiempos había visto a tanta gente en el semáforo que está en la esquina de mi casa. Son una legión de mendicantes que todo el día extienden la mano.
La propagación del fentanilo se veía venir desde que legalizaron la mariguana en Estados Unidos. Los cárteles no se quedarían de brazos cruzados, de alguna manera tenían que recobrar los millones de dólares que les redituaba el tráfico de yerba. Y para eso están creando un nuevo mercado. Cuyo producto estrella es el fentanilo. En México la mota todavía no es legal, pero campea la permisividad y tolerancia hacia los consumidores.
A los usuarios se les ha dejado de perseguir como a criminales. Ya era hora.
El pronóstico del tiempo anuncia que habrá más muertes por fentanilo. Nadie puede protegernos de él. Pero qué importa. Mientras Facebook nos ahorre los desnudos y las nuevas ediciones de los libros de Roald Dahl estén purgados de palabras ofensivas, el mundo está a salvo.