Mar de fondo

OJOS DE PERRA AZUL

Mar de fondo Foto: Cortesía de la autora

Me fui a dormir, muerta de calor, apenas cubierta por una frazada delgada de la que pronto me despojé. En la cueva que es mi alcoba, me incomodaba la humedad del verano. Inicié el ritual de abandonarme al reposo, contar planetas y galaxias, repasar lo hecho y deshecho en el día, morir de ansiedad por la incertidumbre de mañana, dormir, dormir, tal vez soñar.

ESCUCHÉ UN MURMULLO, grave y cercano, me fascinó. Una voz pronunció mi nombre tres veces, resonó en mi interior como un eco submarino, conocido, quise buscarlo. Bajo la cama noté que había olas que inundaban la habitación. Las ventanas permanecían cerradas, no había goteras, no sabía de dónde se había filtrado tanto líquido. Observé mi reflejo en un reflejo cristalino, el mundo se duplicó frente a mí. El llamado se repitió y yo, curiosa, me dirigí hacia el misterioso clamor. Encontré un ser furioso, tosco, violento, a la vez sosegado y melancólico. Me aguardaba con los brazos abiertos, piel azul, la mirada acuosa y transparente. Lo reconocí. Era el mar, él, el siempre mar, una invitación a la vida o a la muerte.

Me aguardaba con los brazos abiertos, piel azul, la mirada acuosa y transparente. Lo reconocí

Me sumergí en su inmensidad desconocida, me encomendé a la marea salvaje, dejé de respirar. La corriente me llevó hacia un destino líquido, errante. Un remolino, estelas y espuma me envolvieron, sentí un hormigueo de burbujas en la piel erizada. Un cardumen de peces dorados cruzó entre mis pies, cabalgué sobre un delfín de aleta blanca, guiada por estrellas luminosas. Atravesé arrecifes, descubrí restos de navíos fantasmales, tesoros de naufragios centenarios, un ancla, espadas y el garfio de un histórico pirata. El piano de un crucero que aún tocaba el vals de los pasajeros ahogados, medusas y pulpos procedentes de otros mundos me abrazaron con sus tentáculos pegajosos. En el delirio el océano me hizo suya, adornó mi boca con corales, el pelo lo llenó de conchas trituradas y el cuerpo de caricias placenteras. Me inundó por dentro, fui fluidos toda entera, marejada, origen de la vida, arena, piedras, caracoles, organismos primigenios. Nos contemplé en profundidad, el mar y yo, fusionados en tsunami incontenible, envueltos en sargazo, arrasando pesadillas. En su rostro se asomó la tempestad, el presagio de que yo nunca más existiría.

Nadé hasta la cama, hallé sobre la almohada una perla solitaria, testimonio de que agua somos y del mar venimos.

* Estoy loca de hartar.