CASI NINGÚN HOMBRE se salva de experimentar la crisis de la mediana edad. Algunos se compran esa moto que desearon toda la vida, otros se decoloran el cabello y se perforan el lóbulo izquierdo. No faltan los que nunca hicieron ejercicio en su vida y de la noche a la mañana se aficionan a subir cerros. Existen otros que comienzan a sufrir severas crisis de ansiedad, fruto de replantearse su existencia. De cuestionarse, ahora que han comenzado a entrar en la categoría de rucos, hacia dónde se dirige
su vida. Sobran clichés para escoger. Y Antonio Ortuño, como modelo 76, lo ha atestiguado en carne propia.
Si la crisis de un cuarentón es dura, la crisis de los cuarenta de un metalero es el peor de los escenarios en la antesala de la vejez. Porque aceptémoslo, la hueste metalera siempre ha sido una de las tribus musicales más ridiculizadas. De émulos de Amanda Miguel no los bajan. Y es precisamente eso, esa falta de respeto que se les ha prodigado históricamente, lo que hace la crisis de Barry Dávila, protagonista de La Armada Invencible, tan especial. Porque su crisis no consiste en convertirse un sugar daddy y extraer juventud de una chava a la que le dobla la edad, no, su propósito es el más noble posible: reunir a su antigua banda. Sumergirse en la música como quien lo hace en el río de los inmortales.
LA HISTORIA QUE CUENTA La Armada Invencible transcurre en Guadalajara, pero podría ocurrir en cualquier lugar del mundo. En todas las ciudades hay un Barry, un Mustio, un Isaías y una Pato, el cuarteto estrella que nunca fue, pero con otros nombres. Seres que trataron de hacer de este mundo un lugar más habitable conformando una banda de rock. Porque existe un tiempo y una edad en que la música es lo más importante en la vida de los rockeros. Y en el caso de los metaleros esto se agudiza. Son la clase más aferrada a su culto, los más necios, los más inmunes al ridículo. Llega un punto en la vida de todo rocker que hace a un lado su religión por cuestiones familiares, en el caso de los metaleros esto es menos frecuente. Para muchos de ellos la música nunca deja de importar. Barry es la encarnación de ese metalero insigne.
A lo largo de su vida, Barry encaja golpes que lo alejan gradualmente de aquél que fue. Uno de los más significativos lo recibe en plena luna de miel, cuando se percata de que en su boda no sonó una sola canción de metal, ni siquiera un power ballad. Estos episodios lo empujan a tomar la determinación de volver a rearmar La Armada Invencible, lo que lo empuja a realizar un viaje al pasado, pero sobre todo al futuro. En su intento por recobrar lo efímero Barry se enfrenta a la cruel verdad: es un dinosaurio a punto de extinguirse, como el que aparece en la portada. El depredador implacable que va a terminar como un esqueleto en la vitrina de un museo.
La crisis de los cuarenta de un metalero es el peor escenario en la antesala de la vejez
Pero antes de abandonar el escenario va a cimbrar la tierra con sus rugidos prehistóricos. Mientras a su alrededor se desmoronan una serie de personajes que refuerzan el sabor de la derrota: el Gordo Aceves, Brenda y tantos metaleros que si bien nunca son nombrados, están presentes en cada playera negra, en cada banda que se menciona, en cada frase/riff de Ortuño. Como la audiencia de este concierto que es La Armada Invisible. El público que aúlla, que aullamos, con cada capítulo/track de esta novela.
QUIZÁ NINGUNA GENERACIÓN haya sufrido un final tan abrupto como la de Barry. Como la de Ortuño. Sus personajes han llegado a un páramo. Donde ya no hay continuidad para su visión del mundo. Por lo que la única manera de escapar al lugar común es abrazar con más pasión, si aun cabe, la única certeza que les queda: amar el metal con todas sus fuerzas. Hasta la muerte.
En la superficie La Armada Invencible cuenta la historia de una banda. Pero en sus entrañas trata sobre el final de una era.
Y con ella el esfumarse de nuestras certezas. Y lo difícil de la transacción para ciertos individuos. Y también sobre el declive inherente a cada uno de nosotros, seamos metaleros o no. Está llena de coraje y de guitarrazos, como conviene a un fan del metal como Ortuño. Quien ha escrito su novela más madura, basándose en un tema puerilmente universal: la juventud no está en la piel, si no en nuestros corazones.
Play it loud.