El cerebro y la consciencia

REDES NEURALES

El cerebro y la consciencia Foto: freepik.com

Hace unos días miré un video muy breve, diseñado por científicos que investigan el problema de la consciencia. Al iniciar, un mensaje descrito me indicó mirar a un conjunto de basquetbolistas y registrar con cuidado cada vez que un jugador lanzaba la bola. Puse mucha atención y conté quince ocasiones. Al terminar el video, un nuevo mensaje confirmó que la respuesta correcta era, en efecto, quince lanzamientos del balón. Pero apareció una pregunta en la pantalla: “¿Viste el gorila a la mitad de la cancha?”. ¡Yo no lo había visto!

Miré otra vez el video, buscando al animal y, para mi sorpresa, observé a un gorila que camina lentamente a lo largo de la cancha de basquetbol. El animal se detiene justo a la mitad, hace un gesto y mira hacia la cámara, después prosigue su camino hasta desaparecer. En realidad se trata de un actor con un disfraz de gorila, pero eso es lo de menos: lo inquietante de este pequeño experimento es que una proporción significativa de los espectadores no son conscientes de la imagen del gorila, a pesar de que se detiene en medio de la pantalla y no es una aparición fugaz.

LOS EXPERIMENTOS REALIZADOS en el campo de la neurociencia cognitiva muestran que muchos estímulos lumi-nosos son captados por la retina, que se convierten en señales electroquímicas que activan la corteza occipital, donde se forman representaciones cerebrales transitorias. Pero estos patrones de activación cerebral, es decir, las representaciones cerebrales, no siempre se relacionan con una experiencia consciente. Cuando hablo de una experiencia consciente me refiero a la vivencia subjetiva de una persona que advierte el estímulo —por ejemplo, la imagen de un gorila— y que puede describirlo verbalmente o por algún otro medio, como el dibujo o la mímica.

Muchos procesos inconscientes son importantes para la regulación fisiológica del organismo o para la interacción conductual con el medio ambiente. En el artículo titulado What is consciousness, and could machines have it?, los científicos Stanislas Dehaene y Hakwan Lau usan el término “C0” para referirse a estos procesos inconscientes, que tienen relevancia desde el punto de vista de la fisiología corporal, la cognición y el comportamiento. Los autores usan el término “C1” para referirse a otros procesos psicológicos que realizamos de manera consciente y que —al parecer— no podemos llevar a cabo sin el recurso de la consciencia. Es el caso de operaciones de cálculo sucesivas, como las que hacemos cuando respondemos la pregunta: "¿Cuánto es 3 x 4 + 2?". Si bien es verdad que una inteligencia artificial puede realizar esa operación sin necesidad de una experiencia consciente, la investigación empírica muestra que los seres humanos resolvemos ese tipo de problema mediante la actividad consciente y que no podemos solucionarlo de manera puramente inconsciente.

La teoría del espacio global de trabajo neuronal, desarrollada por Baars, Dehaene y Changeux, plantea que hay una diferencia significativa entre los procesos cognitivos inconscientes y la actividad consciente, a nivel cerebral: las funciones inconscientes se pueden realizar de manera local en estructuras cerebrales sin que haya una conectividad cerebral global, pero los procesos conscientes implican una disponibilidad global de la información, es decir, una transmisión desde las estructuras cerebrales locales hacia las neuronas de la corteza frontal y parietal. Con un poco de ironía, el filósofo canadiense Daniel Dennett se ha referido a esto con la frase fame in the brain, es decir, “fama en el cerebro”, como si algunos patrones de información fueran célebres, al transmitirse de manera global a lo largo y ancho del cerebro.

Apareció una pregunta: ¿Viste el gorila? . ¡yo no lo había visto!
Miré otra vez el video, buscando al animal

Esta transmisión global de las señales nerviosas permite que los mismos patrones de información sean manipulados y transformados por múltiples cortezas cerebrales, lo cual facilita la emergencia de procesos psicológicos como la flexibilidad cognitiva y la creatividad. Esto nos permite de hecho jugar con la información de muchas formas. Encontramos soluciones originales ante problemas científicos, tecnológicos, conceptuales o artísticos con el recurso de la consciencia.

LA TEORÍA DEL ESPACIO GLOBAL de trabajo neuronal no es la

única teoría científica que aborda este problema, pero sí es una de las dominantes, porque se basa en experimentos rigurosos. Por ejemplo, se puede verificar que las neuronas occipitales se activan cuando aparece el gorila en el video de los basquetbolistas, pero si soy consciente de esa imagen y comunico mi experiencia, la activación cerebral incluye también a las neuronas frontales y parietales. Algunos investigadores hablan de una red atencional fronto-parietal, que estaría activa al seleccionar de manera consciente los estímulos a los que dedicamos un mayor trabajo intelectual. También se habla de otro sistema atencional, involuntario o periférico, que monitorea estímulos que están por abajo del radar de la consciencia (si se me permite el empleo de esa metáfora), pero que pueden acceder al espacio global de trabajo neuronal si alguna característica específica les confiere relevancia emocional.

Además de C0 y C1, Stanislas Dehaene y Hakwan Lau conciben un tercer estrato cognitivo: ellos hablan de “C2”, y se refieren al automonitoreo, que nos permite estimar, por ejemplo, la probabilidad de estar en lo cierto o de equivocarnos al tomar una decisión. Si alguien me hace una pregunta acerca de la anatomía de la corteza cerebral, siento que mi respuesta no será tan mala, porque estudio neuroanatomía desde hace 25 años, pero si me preguntan cuántas palabras están contenidas en la obra literaria de Jane Austen, mi mejor respuesta es: no tengo la menor idea. Nunca he hecho ese conteo o un cálculo aproximado. El automonitoreo nos da acceso a la metacognición, es decir, la cognición acerca de la cognición.

Aunque el problema de la consciencia parece algo muy teórico, es muy relevante en la vida cotidiana, ya que podemos comunicar aquello que aparece en nuestra experiencia consciente. Las interacciones sociales y los tejidos culturales se relacionan estrechamente con ella. En los campos de la medicina psiquiátrica, en la neurología o en la psicoterapia, hay acertijos que nos obligan a reflexionar acerca de todo esto. Por ejemplo, he atendido pacientes que perdieron la vista, pero que no son conscientes de esa pérdida. ¿Cómo es posible? Y, ¿qué consecuencias tiene la nueva situación en la vida de esas personas? La respuesta a esas preguntas va más allá de la mera especulación: se requiere un estudio clínico y científico riguroso para acercarnos a una conclusión válida o para alejarnos, al menos, de la falsa certeza.