Philip K. Dick

La inteligencia artificial y la mística

El escritor Philip K. Dick es célebre por adelantarse a su tiempo y, como un vidente, describir en sus novelas de la segunda mitad del siglo XX lo que se avecinaba en nuestra época. Menos famosa es su faceta mística, apegada a la doctrina de la cristología. Luis Bugarini recorre el pensamiento del estadunidense, pasando por los conceptos espirituales que profesaba, sus ideas más delirantes, hasta las especulaciones sobre los alcances de la inteligencia artificial, que eran ciencia ficción entonces y, hoy, se han convertido en realidad.

Philip K. Dick (1928-1982).
Philip K. Dick (1928-1982). Foto: imdb.com

Uno puede hallar escritores radicales, singulares sin limitación, desbordados de creatividad y de búsquedas impensadas, cuya imaginación solamente puede admirarse a la distancia, pero nunca desearse; los que rompen las normas como un arte y se retiran de la comunidad para crear desde un islote; aquéllos que son únicos en toda la extensión de la palabra. Por encima de todos ellos, en una categoría creada ex profeso, por siempre imposible de alcanzar, se encuentra Philip K. Dick (1928-1982).

1. ¿QUÉ ES LA REALIDAD?

El desarrollo acelerado de la inteligencia artificial (IA) es la nueva búsqueda de las grandes potencias, sea por parte de entidades políticas o empresariales de alto nivel —como en su momento ocurrió con el uranio y el plutonio o con la información robada a los adversarios ideológicos. Eso lleva a recordar al escritor estadunidense que desde los 50 comenzó a explorar, desde la ciencia ficción, modalidades del universo en las que esa forma de inteligencia se integra por completo a la vida cotidiana de los individuos. No siempre con los mejores resultados, claro. Porque en el universo narrativo de Dick hay empresas dirigidas por androides (que no siempre saben que lo son) y aparece la exploración espacial que no precisa de intervención humana.

Explica el autor nacido en Chicago: “Los dos asuntos esenciales que más me han intrigado son: ¿qué es la realidad? y, ¿qué constituye a un auténtico ser humano?”.1 Estas dos preguntas se encuentran en el centro del temor actual por el desarrollo acelerado de la IA. ¿A qué realidad debemos atender? ¿A la biológica o a la virtual? ¿A la que sucede en la pantalla de nuestro teléfono o a la de una señora que nos vende el pan? Y más: ¿esas realidades se complementan o resultan excluyentes? La cascada de preguntas se amplía: ¿esos cambios nos asemejan a los individuos del siglo XII a. C. o ya somos otra clase de ser humano? La imposibilidad de responder de forma contundente a estas preguntas alarga la vigencia narrativa de Dick, para quien llegar a una hipótesis sobre la realidad se volvió un empeño vital que terminó por descarrilar su cordura o por iluminarlo, a juicio del lector.

Al centro de los libros que le han dado celebridad a Dick hay androides que llevan una vida convencional (¿?) en la ejecución de tareas regulares. Y el androide, al menos a este momento de 2023, es uno de los puntos más altos del recelo ante la IA. Las personas les temen, como si sospecharan que tarde o temprano les quitarán su trabajo y se amotinarán. O porque será imposible ocultar la inmoralidad de nuestras decisiones, ante lo cual ellos declinarán mantener su obediencia al ser humano. La ciencia ficción ha dado títulos que son presagios de los días por venir.

Mi teoría es ésta: en un sentido importante, el tiempo no es real. O quizá es real, pero no como lo experimentamos

ABRÍ CON UN APUNTE sobre la singularidad de Philip K. Dick y no carece de razón. Su divagante personalidad se nutre de estímulos que arrollaron a la persona hasta dejarla irreconocible como un ser humano ordinario. Un alud de lecturas místicas alteró su percepción y, con ayuda de las anfetaminas (propia de los años 60 en los Estados Unidos, con la contracultura y la psicodelia), llegó a la siguiente conclusión en 1958, que conviene citar in extenso:

Mi teoría es la siguiente: en un sentido importante, el tiempo no

es real. O quizá es real, pero no como lo experimentamos o imaginamos que es. Tuve la certeza, aguda y abrumadora (y aún la tengo), de que no obstante todos los cambios que vemos, un paisaje inmóvil subyace bajo el mundo del cambio: y este paisaje invisible y subyacente es el de la Biblia; en específico, el periodo posterior a la muerte de Cristo que es, en otras palabras, el que coincide con el Libro de los Hechos. 2

¿Qué decir ante una afirmación semejante? No son teorías inventadas por Dick. Provienen del gnosticismo clásico y los demasiados libros esotéricos que habrá leído. Lo que subrayo es que él las creyó y pudo transmutarlas en una narrativa donde la integración de algoritmos a la vida humana es una realidad. Con ello se ayudó a visualizar el que podría ser el futuro de la humanidad, que no suele ser promisorio.

2. TEMOR A LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

En fechas recientes, la conexión entre los nuevos lenguajes tecnológicos, el onirismo de Dick y sus preocupaciones teológicas hicieron posible el lanzamiento de la serie televisiva El hombre en el castillo (Prime, 2015), que lleva cuatro temporadas y buena recepción de la crítica. Sueños eléctricos (Prime, 2017), por su parte, si bien naufragó debido a su narrativa ultramoderna siguiendo cuentos de Dick, queda como un esfuerzo significativo por traducir su mundo a un formato comprensible, lo cual no siempre es fácil. Su mundo paranoide no suele llegar bien a los lectores, pero logra audiencia cuando es llevado a la pantalla.

Es usual que el caos que ocurre en las historias de Philip K. Dick sea producto de la avaricia de los poderosos, o de quienes controlan la acumulación de capital, sea en la Tierra o en cualquier otro universo

El autor estadunidense le habla al mundo contemporáneo por su capacidad para integrar elementos a la vida humana, que en su momento eran impensables. La conquista del espacio, por ejemplo, que se volvió una realidad en 1969, ofreció pautas a los escritores de ciencia ficción para proyectar la colonización del cosmos, con lo que el individuo reinició su oportunidad de enseñorearse de mundos por conquistar. La crítica a nuestro tiempo se encuentra presente en diversas novelas. Es usual que el caos que ocurre en sus historias sea producto de la avaricia de los poderosos, o de quienes controlan la acumulación de capital, sea en la Tierra o en cualquier otro universo imaginado. El individuo de Dick, en una visión pesimista de la naturaleza humana, viaja por el espacio con sus carencias y su falta de cualidades.

Otros temores sonados del avance de la IA tienen que ver con la falta de veracidad de los resultados de los algoritmos, al final creados por individuos; la pérdida masiva de trabajo humano; el rompimiento de barreras de seguridad (datos personales) y, en el escenario más descabellado, la toma de control por parte de las máquinas. El tremendismo en los medios de comunicación se ha desatado por aplicaciones como el ChatGPT, de la empresa OpenAI, capaz de responder a preguntas al azar, así como por las acciones casi milagrosas de algoritmos interconectados para un mismo propósito.

Pero las preocupaciones de Dick van más allá de situaciones prácticas, de control del mundo y las mentalidades. El poder se gana con la fuerza bruta. Está a la mano del más hábil. Las inquietudes del autor serpentean por el camino de la ética, la ontología, lo que podemos conocer y cómo afecta nuestra relación con nuestros semejantes. En la conferencia que dio en Metz, Francia (1977), explicaba lo siguiente: “Las personas afirman recordar vidas pasadas; yo sostengo recordar diferentes, muy diferentes vidas presentes”.3 Era inquebrantable su convicción de que se habita en un solo presente inmóvil, el bíblico, pero cubierto por un velo que produce una errática percepción de la realidad (algo semejante a la caverna platónica).

DE MANERA VISIONARIA, en otro momento de la misma conferencia, especifica: “Vivimos en un programa de realidad informático y la única pista que tenemos de ello es cuando cambia alguna variable; entonces ocurre una alteración en nuestra realidad”.4 Es una idea semejante a la propuesta de la película Matrix (1999), sólo que más de dos décadas antes, dicha por un autor que pidió a la audiencia con el rostro solemne: “Son libres de creerme o no, pero consideren que no estoy bromeando, es un asunto de importancia”.5

A la altura de Jorge Luis Borges en lo que respecta a preocupaciones de la física moderna y la metafísica clásica, en específico por lo que hace a las paradojas de tiempo y espacio, numerosas novelas de Dick suceden en lo que ahora se conocería como multiversos, en donde la acción que sucede en uno de ellos repercute en otro, y así en espejo, hasta lograr que sea imposible conocer las causas reales de un fenómeno. La lectura de Dick requiere sensibilidad teológica y parapsicológica para que la aventura literaria resulte fructífera. De otro modo, el río de sucesos termina por resultar indistinguible de un carnaval de máscaras en el cual nada tiene sentido. Los célebres precogs6 no son más que individuos con habilidades telepáticas para predecir hechos por ocurrir. Los visionarios aparecen desde tiempos inmemoriales. De la misma forma que Borges, Dick se ayudó de la teología para construir su literatura.

La narrativa del nativo de Estados Unidos exige esfuerzo por parte del lector, que resulta mejor calificado para adentrarse en ese bosque si descubrió sus libros en la adolescencia. El mejor lector de Dick es un joven que recorre esas novelas sin entender demasiado, aunque intuye que tarde o temprano revelarán sus secretos a los más obstinados. Ese momento, para bien o para mal, tarda en llegar pero sí lo consigue.

Blade Runner (1982), de Ridley Scott, basada en  ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick.
Blade Runner (1982), de Ridley Scott, basada en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick.

3. PHILIP EN FRANCIA

El registro escritural de Dick es ondulante, inestable. Algunas novelas, como La penúltima verdad (1964), ofrecen una lectura amable y tersa, en tanto que otras como Simulacra, publicada el mismo año, presentan una discontinuidad del tiempo que dificulta un tránsito feliz para los lectores. Todos los tiempos son un solo tiempo y no pocas veces el mismo protagonista se desdobla en otros personajes. En el punto más alto del Dick más denso se encuentra la llamada Trilogía Valis, formada por Valis (1981), La invasión divina (1982) y La transmigración de Timothy Archer (1982). Dick, que nunca abandonó las inquietudes teológicas, utilizó sus novelas para autoimpartirse extensas cátedras sobre su entendimiento del mito y el destino del mundo, la naturaleza de la realidad y nuestro impedimento de romper el velo y alcanzar la otra realidad.

Quizá ningún otro escritor ha logrado empacar en libros de ciencia ficción reflexiones sobre la naturaleza del tiempo y la identidad, como él lo hizo. Uno llega a casa con la certeza de que leerá un colorido libro de ciencia ficción y lo que se encuentra es una indagación filosófica con la cual fisurar barreras mentales. No todos están a la altura del reto. La editorial Minotauro ha llevado a cabo la misión histórica de mantener a Dick vigente en las librerías. Ahora, debido a las recientes adaptaciones de sus historias a la televisión, se ha dado a la tarea de rescatar títulos que ya no eran fáciles de hallar, publicados en su momento por editoriales dedicadas a la ciencia ficción o a partir de colecciones temáticas como es el caso de Martínez Roca y Edhasa, entre otras. Así que es un momento sin igual para adentrarse en una de las narrativas más retadoras de la era moderna.

El reconocimiento de los lectores de Francia, que lo invitan a conferenciar en 1977, supuso un aliciente para su carrera. Dick se hallaba sofocado en el gueto de la literatura de ciencia ficción de su país, que confinaba a los cultivadores a revistas de ínfimo nivel. La segregación cambió de manera favorable, como lo atestiguan las carreras de William Gibson (1948) o Kim Stanley Robinson (1952).

El viaje al país galo le supuso tener reconocimiento internacional y la multiplicación de sus traducciones al francés, lengua del reconocimiento universal según Pascale Casanova en La República mundial de las Letras (1999). El poder de ese idioma en la literatura se mantiene canonizante a todos los niveles. Una vez que un autor llega a la lengua francesa las posibilidades de reconocimiento se diversifican. Al explicar esta situación, Dick aprovecha para lanzar un ataque a los lectores norteamericanos, por quienes nunca sintió gran simpatía. Refiere de ellos que “no les interesan las novelas conceptuales, de ideas, porque son antiintelectuales”,7 a diferencia de los lectores franceses, que admiran la estética del pensamiento.

Portada "La Penúltima verdad"
Portada "La Penúltima verdad"
Portada "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?"
Portada "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?"
Portada "Fluyan mis lágrimas dijo el policía"
Portada "Fluyan mis lágrimas dijo el policía"

ASÍ QUE ENTRE 1970 y 1982, Dick hace una cosecha sin igual de su obra. Entre la publicación de la novela Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1974) y el lanzamiento de Blade Runner (1982), cuyo guion se basó en el libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? —que no alcanza a ver en el cine pero cuyos storyboards revisa junto con Ridley Scott—, se abre un arco de doce años. En ellos, Dick es entrevistado por las televisoras más importantes del mundo, sus libros se traducen a las principales lenguas occidentales y la ciencia ficción se transforma hasta ser considerada como una posibilidad para la Gran Literatura. Es un cambio de paradigma que no puede pasar desapercibido. Aquello suponía un triunfo no sólo para él, sino para todos los cultivadores del género. A fuerza de tesón, Dick habilitó el uso de un subgénero de la literatura para dar espacio a preocupaciones de primer orden, filosóficas o teológicas, en narraciones en donde nunca es claro si lo que sucede es un sueño o producto de una realidad que sucede de manera sincrónica a la que estamos habituados.

La estética admirable de Blade Runner ha llevado a infinidad de lectores a los libros de este autor; muchos suelen declinar el esfuerzo luego de algunos intentos en los que no hallan la repetición amigable de un thriller que incluye androides. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968) no es una de las mejores novelas de Dick y sin embargo fue adaptada a la pantalla, cuando un director arriesgado admitió lanzarse a semejante aventura. Richard Linklater lo hizo con el aplauso de la crítica, ya que la adaptación de A Scanner Darkly (2006) es tan críptica como el libro.

4. LA RELIGIÓN DE DICK

El escritor atravesó la parte final de su vida entre la paranoia de que el gobierno lo vigilaba y la persistencia de visiones místicas. Quizá lo primero fuera cierto (era la época del macartismo y él se presumía de la izquierda de Berkeley), pero lo segundo nunca es fácil de probar. Se convenció de cruzar a la otra realidad por sí mismo, lo que no fue sino la materialización de su gnosticismo, en el que se prescinde de cualquier doctrina para ser partícipe de la presencia divina. Así que la tarea se vuelve una empresa individual y se experimenta de forma interiorizada.

The Exegesis of Philip K. Dick (2011), libro aún sin traducción al español, da cuenta de sus experiencias fuera de lo ordinario. Son casi mil páginas de intuiciones y visiones en las que el autor parece haber llegado a esa geografía sin tiempo que siempre buscó anhelante: la divinidad, un dios personal, abierto, de cualidades incomunicables por su naturaleza inefable.

Portada "Valis"
Portada "Valis"
Portada "La invasión divina"
Portada "La invasión divina"
Portada "La transmigación de Timothy Archer"
Portada "La transmigación de Timothy Archer"

Allá no hacen falta androides, ni inteligencia artificial. Un rayo de luz rosa llamado Zebra o Dios, invención de Dick, es el vínculo universal que conecta a los seres que tienen sensibilidad superior, capaces de percibir la energía de Valis (Vast Active Living Intelligence System o Sistema de Inteligencia Viva, Activa y Vasta), una forma superlativa de inteligencia.

Quizá lo que conmueve en su obra es la mutación, sucedida a lo largo de varias décadas, de fabulador a visionario. La escritura es un mecanismo probado para descender a las profundidades de la conciencia. Con ayuda de las drogas y de una intuición superior, que le permitió poner de lado el flujo de fenómenos que no dejan de ocurrir, Dick estableció un vínculo consigo mismo que es más una autopenetración que un desdoblamiento. El llamado océano de la información, desde donde hacen brotar los algoritmos y toda clase de pirotecnias tecnológicas que nos permiten resolver problemas en segundos, también es un escenario para probarse en el conocimiento de uno mismo. Es otra forma de escritura y requiere de una comprensión analítica y simbólica para desdoblar cada hallazgo y conectarlo con los venideros. Los iluminados del nuevo milenio serán iniciados por la inmersión en un sistema informático. No empleo la denominación profeta para referirme a él, aunque no es difícil ver que la usan quienes acuñan etiquetas sin ton ni son. La caracterología del profeta es rígida y no admite ligerezas producto del entusiasmo. Philip K. Dick fue una persona extraordinaria, es lo cierto.

A su modo, The Exegesis es su territorio final. El decantado esencial de su vida y obra. Es la bahía que representa todos sus aprendizajes y donde arribó después de un largo viaje de escritura. No pocas veces resulta ilegible, pero es Dick sin duda. El cúmulo de su visión teológica y filosófica asoma en esas páginas, mientras sus lecturas alcanzan las teorías más actualizadas de la época. Leyó atento a Teilhard de Chardin, teólogo francés que intentó conciliar la evolución con el entramado de una teoría más ingeniosa que verídica. Dick refiere:

No es de extrañar que me parezca absurdo si alguien dice ‘Cristo era un hombre, como nosotros’. Tampoco es de extrañar por qué me atrae el concepto de Cristo ‘plasmático’ de Pere [sic] Teilhard de Chardin (Corpus Christi). 8

Son narraciones en donde nunca es claro si lo que sucede es un sueño o producto de una realidad sincrónica a la que estamos habituados

LA CRISTOLOGÍA ES uno de los ámbitos más delicados de los estudios sobre cristianismo, pero Dick se acercaba animoso a los sitios donde detectaba ideas excéntricas o confusas, como si fuese su primer día de clases. Por citar un ejemplo, el teólogo francés acuñó el término Cristogénesis para referirse a que el universo transmuta en el cuerpo de Cristo (¡!). Esto es Philip K. Dick en estado puro.

Los peligros reales de la IA se encuentran lejos de nuestra época. Primero vendrá un periodo en el que podremos utilizarlos en nuestro beneficio (ahora mismo), antes de que otros lo hagan para el suyo. Luego se conciliarán fuerzas que no será sencillo desanudar y se mantendrán activas en perjuicio de la humanidad. Ya lo han contado demasiados escritores de ciencia ficción, entre otros, el propio Philip K. Dick. Los peligros que se encuentran ante nuestros ojos son la guerra, el hambre, la falta de empatía y el lucro excesivo con las necesidades del otro. De poco sirve angustiarse por los problemas del futuro cuando el presente nos muerde las orejas.

Notas

1 Lawrence Sutin (editor), The Shifting Realities of Philip K. Dick. Selected Literary and Philosophical Writings, Vintage Books, New York, 1995. p. 260.

2 Lawrence Sutin, Op. cit., p. 269. Énfasis de Philip K. Dick.

3 Ver https://youtu.be/DQbYiXyRZjM Énfasis añadido.

4 Ibidem. Énfasis añadido.

5 Ibidem.

6 En el relato "El informe de la minoría" (1956), de Philip K. Dick, aparecen los seres llamados precogs, una contracción de precognative, esto es, precognitivos ('los que saben antes'). En la historia ayudan a la policía al arresto de sospechosos antes de que cometan delitos.

7 Ver https://youtu.be/ScEh95Ns974 Énfasis añadido.

8 Segmento no incluido en Pamela Jackson y Jonathan Lethem (editores), The Exegesis of Philip K. Dick, Houghton Mifflin Harcourt Company, New York, 2011. Aquí puede consultarse el original mecanografiado: https://web.archive.org/web/20120728153313/http://www.philipkdick.com/new_ex-thepartofmymarch.html (tercer párrafo, últimas cuatro líneas).