Mimo y oficio

"Doloridas, sin consuelo, vienen a cumplir el oficio de llorar a sus hermanos", señala el coro en Los sietecontra Tebas, de Esquilo. En estas páginas, como en el teatro griego, dieciséis voces se reúnen para recordar,para subrayar sus afectos por el director de este suplemento desde su aparición, en junio de 2015: Roberto Diego Ortega. El conjunto destaca un gesto, un carácter, una memoria tejida a través de la amistad de años o de pocosmeses de intercambiar correos. El conjunto aplaude su vida noble, su trabajo más que luminoso. Descanse en paz.

Rocío Del Vecchio, Roberto Diego, Rafael Pérez Gay, Ciro Murayama y Adrián Román en 2019 .Foto: Cortesía de Camacho

Al recibir la noticia que navegó de servidor en servidor desde México hasta alcanzar Barcelona, me dije a mí misma: pareces el dios Jano, mirando el pasado y el futuro a la vez. Porque ante la partida definitiva de alguien que supo ser cercano de pronto se nos revela todo lo que compartimos con él en ese extraño país llamado memoria y todo lo que, irremediablemente, ya no se producirá y quedará guardado en el cajón de lo imposible.

Conocí a Roberto demasiado tarde. Me extendió una invitación a su hogar —para un editor, una revista, un suplemento, es exactamente eso—, y lo hizo para que escribiera de lo que sigue siendo para mí una herida abierta: la invasión de Ucrania. No fue un encargo más: al otro lado me encontré a alguien que escuchaba con un respeto delicado y cómplice. Cuando uno percibe esa calidad humana, es sensato no dejarla escapar. Y así fue con nuevas colaboraciones, precedidas de correos amables y siempre certeros.

Ahora que sé que en el futuro ya no disfrutaré de este valioso diálogo trasatlántico; pienso en el pasado, en la novela que le envié sobre un matemático de un Estado totalitario que, gracias al amor y al arte, siente cómo le brota un alma, y eso en cierto modo lo salva. Intuyo que eso mismo era el cometido que tenía Roberto a través de estas páginas de cultura que cuidaba con mimo y oficio.