Le debemos mucho a Grossman

Cuando fallece una escritora o escritor, se dice que muere también una lengua entera. Lo mismo habría que señalar de quienes traducen, los intercesores entre idiomas, entre mundos, cuya labor es tantas veces menospreciada. La reciente partida de Edith Grossman (1936-2023) —que llevó al inglés los universos de autores como Gabriel García Márquez, Augusto Monterroso y Miguel de Cervantes­— es motivo para que Estela Peña Molatore recuerde a la traductora que, a través de su voz, puso en alto la literatura hispanoamericana

Edith Grossman (1936-2023). Foto: wikimedia.org

It was inevitable: the scent

of bitter almonds always reminded

him of the fate of unrequited love.

Dr. Juvenal Urbino noticed it as

soon as he entered the still darkened

house where he had hurried on an

urgent call to attend a case

that for him had lost

all urgency many years before.

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Admirador declarado de William Faulkner, Gabriel García Márquez reconocía que a los 23 años “había leído ya, traducidos y en ediciones prestadas, todos los libros que me habrían bastado para aprender la técnica de novelar”.1 Y porque los escritores aprenden unos de otros, los de la talla de Gabo nunca habrían alcanzado la grandeza literaria sin la influencia de la literatura traducida. Su educación en el oficio de narrar habría sido incompleta sin las versiones que enriquecieron su acervo cultural, sin los mentores a larga distancia que fungieron como guía en la mente del incipiente escritor.

“Nada de esta rica fertilización literaria cruzada podría haber ocurrido si Cervantes, Faulkner y otros tantos no se hubieran traducido”, añade. Y es válido también en el sentido inverso, pues “es imposible concebir la novela contemporánea en inglés sin tomar en cuenta a García Márquez. La influencia de [su] escritura […] es evidente en una gama de escritores importantes como Toni Morrison, Salman Rushdie, Don DeLillo y Michael Chabon”,2 afirmaba categórica en Por qué la traducción importa, la célebre traductora Edith Grossman, que falleció el pasado 4 de septiembre.

A EDIE, COMO la llamaban, quien fue la traductora de ficción latinoamericana más importante de los últimos 50 años, le debemos mucho. Su legado se manifiesta en la multiplicidad de voces literarias que llegaron a tantos lectores a través de su maestría. Brillante en lo suyo, defensora ferviente del papel que juegan los traductores, no sólo en el ámbito literario sino en la comprensión del mundo, desde muy joven se interesó por los idiomas y la literatura. Nacida en Philadelphia en 1936,

estudió en la Universidad de Penn-sylvania y completó una maestría en español en Harvard. Esta formación académica sentó las bases para su futura carrera como traductora literaria, a la que llegó por azar y casi con renuencia, pero abrazó con pasión.

En la década de 1980, Grossman saltó a la fama por su brillante traducción al inglés de El amor en los tiempos del cólera (1988), de García Márquez. Su habilidad para capturar la profundidad de la prosa del nacido

en Aracataca, Colombia, la convirtió en su traductora de confianza. Esa colaboración continuó con las versiones al inglés de El general en su laberinto (1991), Del amor y otros demonios (1995), Noticia de un secuestro (1997), Vivir para contarlo (2003) y Memoria de mis putas tristes (2005).

La relación entre Grossman y García Márquez fue más que profesional; era una amistad basada en el respeto mutuo por el arte de la palabra y en la certeza del autor de contar con una de las lectoras más atentas de su obra. Cuando el colombiano se enteró de que Grossman traduciría El Quijote, la llamó y, entre bromas, le soltó: “Dicen que me estás poniendo cuernos con Cervantes”. Y es que 400 años después de la primera traducción de El Quijote (la de Thomas Shelton, en 1612), la estadunidense dio a la obra maestra de Cervantes su más brillante expresión en inglés.

GROSSMAN NO SOLAMENTE destacó por su destreza técnica en la traducción, sino por su compromiso de promover la literatura en español en un mundo anglófono, que a menudo desvalorizaba a autores extranjeros. Su labor contribuyó, en gran medida, a superar las barreras culturales y lingüísticas que suelen dificultar la difusión de la literatura internacional en el mundo de habla inglesa.

Creo que la traducción es el cemento que mantiene unida a la civilización literaria. Es la forma en que aprendemos sobre otras literaturas y personas

Aunque apreciada por los escritores, con frecuencia la traducción literaria es subvalorada por los editores, pasada por alto por los reseñistas e ignorada por los lectores. Pero la incansable lucha de Grossman por el reconocimiento del traductor hizo que su nombre apareciera en las portadas, al lado de los de Cervantes y García Márquez. Llevó también al inglés obras de Mario Vargas Llosa, Carmen Laforet y Augusto Monterroso.

“Creo que la traducción es el cemento que mantiene unida a la civilización literaria. Es la forma en que aprendemos sobre otras literaturas, otras personas [...] como aprendemos sobre el mundo”.3 Hoy, mientras lamentamos la pérdida de Edith Grossman, recordamos su trabajo con gratitud. Su pasión por verter al inglés obras hispanoamericanas y su defensa del trabajo de los traductores seguirán inspirando a muchas generaciones de amantes de las letras.

Notas

1 Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Diana, México, 2015, p. 11.

2 Edith Grossman, Por qué la traducción importa, traducción de Elvio Gandolfo, Katz Editores, Madrid, 2011, p. 33

3 Del blog "Traductores famosos" https://www.motaword.com/es/blog/gabriel-garcia-marquez Consultado el 18 de septiembre, 2023.