Un monstruo de cuatro cabezas cimbró a la Ciudad de México. Su nombre: Depeche Mode.
Con una formación cerrada como un puño, Dave Gahan y Martin L. Gore, los dos sobrevivientes de una banda que ya ha alcanzado el estatus de inmortal, ofrecieron una cátedra sobre el arte de la renovación. Después de la muerte de Andy Fletcher, muchos temimos por el futuro del grupo, pero la presente gira es una muestra de cómo superar la pérdida a través de la música. Su envidiable longevidad los mantiene en estupenda forma. Y no muestran signos de deseos de retirarse.
A LAS 9:30 de la noche del pasado jueves, Gahan, L. Gore, el tecladista y el fenómeno Christian Eigner saltaron al escenario para ofrecer un concierto lleno de sorpresas. Atrás quedó aquel roster que incluía dos coristas de color y músicos de apoyo. Como en sus inicios, ese cuarteto le insufló nueva vida a sus clásicos. Esta versión de Depeche se destacó por un énfasis mayor en las guitarras. Con solos que se convirtieron en protagonistas del sonido. Más rockeros y menos techno era la consigna con la que la banda salió a reconquistar a un público que había agotado las entradas a la velocidad de la luz. Y si algo hay que agradecerle a este Depeche es que no hayan caído en el conformismo de ofrecerle a los fans pan con lo mismo.
Además, esta nueva encarnación ofreció un setlist nada predecible. Por supuesto que incluía algunos de sus clásicos, pero también se discutió con canciones que normalmente no espera uno escuchar en vivo, como “John The Revelator”, “Precious” o “Wrong”. Joyitas de su discografía para paladares exquisitos. Y por supuesto que no podían faltar las rolas de su nuevo disco, Memento Mori, que desde su publicación estableció que el poder de composición de la banda sigue sin oxidarse. Tras una breve intro, siguió “My Cosmos Is Mine” y a partir de ahí se desató el incendio.
HUBO MUCHOS MOMENTOS emotivos. Como el tributo a Andy Fletcher. Y la interpretación de Martin L. Gore de “Soul With Me” acompañado sólo por el piano. Y es que si el Martin guitarrero es una sensación, el baladista es más imponente aún. De pie en el escenario, armado únicamente de su voz, soltó un sinatrazo que te erizaba la piel por su profunda belleza. Una voz que te hechiza y te hace querer quedarte toda la noche escuchándola. Ante una audiencia de alrededor de 65 mil personas, la desnudez emocional de Martin eclipsó el enorme escenario. Instantes en los que se despoja de su faceta de side kick para masacrarte a base de pura vulnerabilidad. Esa humildad que lo hizo pasearse por la ciudad y visitar la tienda de discos 99 Records.
Gahan ha conseguido vampirizar el tiempo, y no para de girar entre canción y canción
Algo similar ocurrió con Dave Gahan. El que salió a comerse el escenario dista siglos de aquel que fue visto en el aeropuerto rodeado de guarros. En los videos que circularon en redes se le ve como un tipo de lo más normal, pero la transformación que sufre cuando está frente al micrófono es impactante.
De qué hablamos cuando hablamos de frontmen.
Pues de Gahn precisamente. Como los grandes, ha conseguido vampirizar el tiempo, y no para de girar entre canción y canción y de hacer pasos de baile como si estuviera peleando una guerra imaginaria contra
miles de fantasmas.
“Walking in My Shoes”, con ese riff criminal, tendió un puente por el que transitaron su discografía, hasta “Enjoy the Silence”. Que supuso la pausa para el encore. Que reanudó el concierto con otro momento Depeche.
El dueto en la pasarela entre Martin y Gahan en “Waiting for the Night”. Esa amalgama de voces que culminó con el abrazo de todos y los celulares prendidos por la audiencia que pasó de la euforia más ensordecedora a conmoverse hasta el tuétano.
En seguida la gran M que dominaba el centro del escenario se iluminó con estilo ochentero para “Just Can’t Enough”. De entre todo lo que hay que destacar sin duda es lo bien que sonaba. Clarísmo, potente. Un verdadero agasajo para el tímpano.
Fue impresionante ver cómo esas 65 mil personas abanicaban los brazos de un lado a otro por petición de Gahan durante “Never Let Me Down Again”. La antesala de una gran salida: “Personal Jesus”. Con otro riff venoso que nos trajo el viejo oeste a la Ciudad de México.
Recuerda que morirás, pero mientras eso ocurre, baila, es el mensaje que mandó Depeche esa noche. Y por lo que se intuye, queda mucho Depeche por disfrutar.