De un abanico de libros de poesía frente a mí elegí el de Eva Castañeda. Me atrajo el título: Ensayos para una historia de economía doméstica (Elefanta Editorial, 2023). Supuse que hallaría en sus páginas una perspectiva feminista. Además, advertí una preocupación generacional con la que me identifico. Hojeaba el libro para asegurarme de que se tratara de poemas y vi que uno de los textos finales era una carta a Karl Marx. Ya se me antojaba escribir de él, sobre todo porque me invitaba a elaborar un texto más introspectivo, uno donde no tuviera que maquillar mi voz con teorías, así que lo compré y me senté a leerlo ahí, en la librería.
“DESDE HACE TIEMPO quiero escribir sobre la relación entre el amor, la política y la economía. No será un ensayo o tal vez sí. Tampoco un poema porque no podría”. Son las primeras líneas del libro. Me acomodé mejor en el sofá, al advertir la dimensión del discurso. Pensé en Octavio Paz, quien sugirió que la poesía no es política o el poeta no se afilia a partidos, palabras más, palabras menos; me reservé la referencia y continué. El fragmento citado, la confesión de la autora, se relaciona con “Un poema sobre El arco y la lira”, el cual aparece más adelante y en el que Eva tunde a Paz, con razón. Yo también quisiera que la poesía fuera un lugar sin mafias, porque una cosa es ser letrado en una tradición y otra es pensar o escribir bajo un mismo modelito —ya sea de tipo canónico o marginal—, para acceder a un grupo en cualquiera de los bandos. “Con pies de plomo el señor poeta recorre la poesía / la mexicana”, acusan los versos. Paz es el más político entre los poetas —quizá porque le viene de una condición romántica; así lo justifica él en varios ensayos sobre el oficio. Si tenía razón, justo por esa naturaleza que comparten los poetas, Eva no se resiste al tema. Es congruente al decir que para hablar de política el poema no es el canal. La escritora es irónica y sagaz al referirlo.
“Pienso en la importancia de las condiciones materiales para el ejercicio de la autonomía”. Eso lo subrayé con tinta roja. No me sorprendió la preocupación —a todas luces, también de género—, sino desde hace cuánto nos sigue dando vueltas en la cabeza el tema. Como si se tratara de una herencia histórica. Esta incomodidad aparece constantemente en la mesa, en una conversación casual, y a veces se muda a la literatura. La angustia no es propia de una clase precarizada, también la reflexionamos desde el privilegio. No es para menos por donde se le mire, porque de ello (de)penden nuestra posición y vínculos con el mundo. Nada más. “Intertextualidad”, ensayo del que extraje la cita sobre el amor y la política, es entrañable por certero e íntimo. Cuenta la historia de dos mujeres —madre e hija— y sus distintos significados sobre qué son los lujos; para la madre, estudiar; para la hija, escribir. “Yo con mis libros y ella con la realidad”. Aparece otro tema central del libro: la realidad contra la escritura, el amor, la autonomía, los deseos. Entonces cobra más sentido la preocupación por las condiciones materiales, a las que reiteradamente vuelve Eva en sus textos, porque sesgan nuestra existencia: la realidad se rige por el dinero. Esto incluye a la poesía. Recuerda la vez que le leyó versos a su madre o cuando tras hablarle del despertar del pueblo ruso y el socialismo a través de obras de Máximo Gorki, ésta respondió: “suenan muy bonito, pero la vida es otra cosa”.
Quisiera que la poesía fuera un lugar sin mafias, porque una cosa es ser letrado en una tradición y otra es pensar o escribir bajo un mismo modelito
“KARL MARX ENAMORADO” y “Años de explotación y cansancio” discurren sobre el ser revolucionario en tiempos de capitalismo, en suma: el costo del ideal del amor. Porque éste, el desamor y la poesía son parte de la realidad. Recorren el libro como un fantasma que lleva consigo las vicisitudes del mundo; a veces se manifiestan en una segunda persona a la que se interpela, pero no da réplica, ni Marx podría responder a esta invitación revolucionaria: “Habrá que transformar al mundo antes de amar”. El propio Paz decía “Amar es combatir”; por ello no me extraña que el tema se torne una analogía de lucha entre clases sociales: “Transformar su marcha, reavivar los pedazos y hacer que todo reviente”. Un poeta que no ama no puede ser revolucionario, salvo que hoy nuestros poetas pueden posponer el amor por las exigencias del sistema neoliberal y capitalista. Entonces señala: “Este es apenas un ejercicio de imaginación, por eso compré una casa, caballos y unos árboles que, en principio, podrían ser falsos como la idea de amor, belleza o felicidad que se vende. / La casa que quiero también se vende”.
Ensayos para una historia de economía doméstica, de Eva Castañeda, no es un libro de poesía, o no de poesía como la pensamos, pero sí nos deja en qué pensar. Su escritura es honesta, sin regodearse en la victimización; la poeta se culpa y una se incomoda porque se ve en ella, por ejemplo, cuando se muda sin su librero rojo. Sobre todo, Eva deja en claro su posición frente a la poesía y la realidad, al no esconderse tras el lenguaje figurado. Hoy, que la vida no se detiene en despojarnos de todo o hacernos mendigar los sueños, ¿por qué habremos de reclamarle con metáforas? “Sigamos, y que sea la rebelión entonces”.
Nota
1 Agradezco las atenciones de Agustina, de El Entusiasmo Libros, quien amablemente me facilitó las novedades editoriales en poesía, entre ellas, este libro.