Alienígenas, naves y la nueva carrera espacial

La fascinación por seres de otros planetas fue una respuesta ante la Guerra Fría. En 1947, el piloto Kenneth Arnold dijo haber visto nueve platillos voladores; más tarde se dio el supuesto choque de una nave extraterrestre. Hoy, cuando varios países compiten por ventaja en el espacio y Estados Unidos insiste en militarizarlo, en el Congreso estadunidense tres expilotos aseguran que su gobierno oculta información sobre inteligencias distantes mientras, en México, Jaime Maussan presenta momias de aliens. Aunque es poco probable que estemos solos en el cosmos, Naief Yehya analiza posibles resortes de esta oleada y sus muy terrenales implicaciones políticas.

Alienígenas, naves y la nueva carrera espacial
Alienígenas, naves y la nueva carrera espacial Foto: shutterstock.com

Hubo un tiempo, no muy remoto, en el que ver a un grupo de hombres declarando con absoluta seriedad y bajo riesgo de perjurio, ante el Congreso de un país, que éste ha ocultado por décadas no sólo información sobre visitantes extraterrestres y sus prodigiosas naves, sino también algunos de los susodichos aparatos e incluso cadáveres de alienígenas, hubiera sido escena de una película de ciencia ficción o la revelación más estremecedora de la historia humana.

GRANDES SECRETOS, VERDADES ORDINARIAS

Sin embargo, esto pasó el 26 de julio de este año y no causó mucha más conmoción que un resultado medianamente inesperado en el Mundial Femenil, como el cero a cero de Jamaica contra Brasil. La mayoría de la gente que vio la noticia hizo una mueca o dijo algo irónico, para luego seguir revisando novedades en las redes sociales. Sólo los fanáticos y evangelistas del culto ovni cantaron victoria. No obstante, la vindicación de quienes han querido probar que no estamos solos y que los Fenómenos Aéreos No Identificados (FANI, según el nuevo término oficial de lo que antes llamábamos ovnis) son tan reales como Corea del Norte, se sintió francamente ordinaria.

Durante este verano, el House Oversight Committee on National Security (Comité de Supervisión de la Cámara de Seguridad Nacional) del Congreso estadunidense dio la oportunidad a tres militares retirados de testificar frente a los representantes. El mayor David Grusch habló de la existencia de un programa que ha operado durante décadas para recolectar máquinas y dispositivos llegados del espacio, con el fin de hacer ingeniería inversa en ellos. Grusch declaró que también han recogido y almacenado restos biológicos, los cuales no ha visto con sus propios ojos, pero que se lo contaron algunas personas (no dio nombres) de su entera confianza, que tienen conocimiento directo del programa (cuyo acceso le fue negado). Señaló que lo amenazaron para que no declarara, pero no especificó quién ni cómo. Grusch ni siquiera presumió de haber visto fotos de los objetos extraterrestres.

Como se trataba supuestamente de información clasificada, no podía más que insinuar y comentar, igual que en una charla de bar cuando se cuenta un chisme a medias, confiando en la complicidad del interlocutor para completar los vacíos con su imaginación. No hubo revelaciones incuestionables ni evidencias de primera mano. De cualquier manera, esos testimonios opacaron a los del piloto de la Marina, Ryan Graves, y del comandante David Fravor, quienes hablaron de sus encuentros con objetos voladores de origen desconocido.

Durante las siguientes semanas, ya sin encontrarse bajo juramento, Grusch manifestó a los medios que en una bodega en algún lado hay naves capturadas del tamaño de campos de futbol, y que tienen un vehículo espacial con forma de campana que estuvo en posesión del gobierno de Benito Mussolini a partir de 1933. Añadió que las tropas estadunidenses lo tomaron como botín después de la Segunda Guerra Mundial. Este material, que hubiera hecho salivar a un muy joven Steven Spielberg, tenía un gusto algo rancio y retrofuturista. Mientras, la AARO (All-Domain Anomaly Resolution Office u Oficina de Resolución de Anomalías para Todos los Dominios), que fue creada para aclarar dilemas como éste, negó por completo lo dicho por Grusch. El Departamento de Defensa (DD) aprobó que el mayor diera su testimonio sobre este tema presuntamente confidencial, pero no reconoció la validez de sus palabras ni la exactitud fáctica de su información. Colegas y superiores de Grusch, quien tiene 36 años, han reiterado que es una persona confiable, irreprochable y cuenta con todo su respeto. Sin embargo, la revista en línea The Intercept descubrió que tuvo por lo menos un par de episodios de psicosis debido a un trastorno de estrés postraumático, a la angustia y depresión que padeció en 2014 y 2018. En este último caso fue internado en un psiquiátrico, después de amenazar con que se suicidaría. Su esposa, Jessica, declaró que es alcohólico. Esto no es un argumento para descalificar el testimonio de lo que le contaron, pero resulta una curiosidad interesante que haya conservado su autorización de seguridad a pesar de esos incidentes.

El mayor David Grusch (1987), en su comparecencia  ante el Congreso de Estados Unidos, el 26 de julio pasado.
El mayor David Grusch (1987), en su comparecencia ante el Congreso de Estados Unidos, el 26 de julio pasado. ı Foto: AP

HAGAMOS HISTORIA ESPACIAL

Si bien se han registrado relatos de seres que vienen de los cielos en una variedad de tradiciones desde la antigüedad, en el siglo XIX hubo reportes de personas que veían barcos de vapor en el cielo. Es obvio que la tecnología de la época impregna la fantasía y los sueños. La obsesión popular moderna, que fusiona entusiasmo y pánico por las naves de otros mundos, es un fenómeno que surge en la década de los 40, como efecto secundario del orden mundial postnuclear y de la Guerra Fría. Es imposible hablar de este fenómeno sin recordar a Carl Jung, quien estaba realmente interesado en el fenómeno ovni y escribió en su fascinante ensayo, Platillos voladores. Un mito moderno de cosas vistas en los cielos: “Es difícil, sino imposible, formarse cualquier idea correcta de estos objetos porque no se comportan como cuerpos sino como pensamientos ingrávidos”.1

El avistamiento seminal de este fenómeno tuvo lugar en 1947, cuando el piloto Kenneth Arnold vio lo que describió como una flotilla de nueve objetos brillantes, mientras piloteaba un pequeño aeroplano cerca de Mount Rainier, en el estado de Washington. Al reportarlo a la prensa usó la palabra saucer, platillo, y a partir de entonces el término platillos voladores, creado por un reportero, quedó por siempre asociado con los visitantes de otros mundos. El disco volador es inquietante por su simpleza, minimalismo y ausencia de características culturales identificables. Así, estaba destinado a volverse un emblema internacional del fenómeno ovni. Ésa no fue la primera vez en que una nave ajena a la Tierra tenía forma circular; aparentemente ese mérito le pertenece al serial de aventuras espaciales Flash Gordon, que en 1934 presentó: “Un escuadrón de giroscopios espaciales mortales”. El cine de serie B había inoculado la cultura popular con la ilusión de los discos que, como ojos, nos vigilan.

El evento que finalmente cimentó la mitología ovni también ocurrió en 1947 y fue el supuesto choque de un platillo volador en Roswell, Nuevo México, que vino a convertirse en la piedra de toque de la narrativa alienígena del siglo XX. Aquí ya no sólo se trataba de la fascinación por objetos voladores remotos y misteriosos; se añadía un elemento de tragedia. La catástrofe de esos visitantes los hacía falibles y vulnerables, eran extraños pero también nuestro reflejo. Mientras se multiplicaban los reportes de objetos en el cielo que a la distancia semejaban platos, los intrusos imaginarios invadieron hogares y cines, además de volverse una presencia común en los cómics, donde el primer alienígena fue quizá Superman, quien debutó en 1938. Más tarde, el pionero en el cine y la televisión fue Marvin, el Marciano, que apareció al lado del conejo Bugs en 1948. Pero Estados Unidos de pronto se tuvo que poner serio en el asunto del espacio, cuando en 1957 la URSS colocó en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik, con lo cual ganó la carrera espacial hasta ese momento y dio rienda suelta al terror de que el comunismo llegaría desde el cosmos.

MITOS Y ARQUETIPOS

El gobierno estadunidense creó varios programas a fin de estudiar estos reportes. El más conocido de ellos fue el Project Blue Book, que entre 1952 y 1969 hizo el estudio de miles de casos y culminó dejando 700 como inexplicables, pero con la conclusión de que el análisis no enriqueció a la ciencia y que además no había nada extraterrestre en él. Ese desdén y el carpetazo final no hicieron más que provocar frustración y estimular la sospecha de que el gobierno ocultaba algo. Como dijo Jung, “los reportes de ovnis pueden parecer a la mente escéptica como una historia que es contada en todo el mundo pero difiere de un rumor ordinario en que se expresa en forma de visiones o quizá debe su existencia a ellas en primer lugar y ahora se mantiene vivo por ellas”.2 Los objetos en el cielo eran, al menos en parte, manifestaciones de la paranoia anticomunista y la culpa atómica estadunidense, que pronto se volvieron inspiración de una fértil veta fílmica hollywoodense.

Los objetos en el cielo eran, al menos en parte, manifestaciones de la paranoia anticomunista y la culpa atómica estadunidense, que se volvieron inspiración de una fértil veta fílmica hollywoodense

Los visitantes de la postguerra mundial fueron imaginados como poderosos invasores, en el molde de La guerra de los mundos, de H. G. Wells (1898). No olvidemos el tremendo impacto y pánico que desató la transmisión radiofónica de esta obra en 1938, narrada por Orson Welles. La alternativa era creerlos estoicos benefactores universales, que deseaban protegernos de nosotros mismos, como en El día que la Tierra se detuvo (Robert Wise, 1951): “Vivan en paz o sigan su curso actual y enfrenten su destrucción”. No se puede decir que esa visión de futuro resultara exagerada. La modernidad había entrado en una fase de vertiginoso progreso, consumo y despilfarro, sin precedente. Se vivía en efecto en otro mundo, en donde los secretos de ambos lados de la Cortina de Hierro definían sus expectativas y prospectos, en lo que sin duda parecía la antesala de la guerra final. En ese contexto preapocalíptico, el ovni y el alienígena pasaron a formar parte del folclore de Estados Unidos. La primera potencia mundial exportó muy pronto su obsesión esquizofrénica, que al mismo tiempo nutría la imaginación y fomentaba el conspiracionismo, pero ridiculizaba a quienes la creían.

Los avistamientos fueron interpretados por los altos mandos militares como posibles amenazas bélicas. Así que el fenómeno tomó un carácter de seguridad nacional. La ciencia pasó a un segundo plano ante la fijación estratégica de la defensa. A lo largo de los años, el gobierno estadunidense ha revelado que, en algunos casos, lo que la gente ha visto son aviones secretos, por lo tanto es normal que se les abordara de forma misteriosa y con extrema precaución. A los avistamientos de naves siguieron los más inquietantes encuentros cercanos y las abducciones. Estas últimas narrativas podían ser interpretadas por su carácter racial, ya que contaban cómo seres avanzados tecnológicamente, procedentes de un lugar remoto, secuestraban personas para estudiarlas y experimentar con ellas, a veces sexualmente. Los recuentos de estas experiencias (fueran vividas o soñadas) son muy reveladores del inconsciente de una nación que, aprovechando su ventaja tecnológica, se enriqueció con la explotación y esclavitud de seres humanos secuestrados en África.

La euforia de los ovnis comenzó a disminuir con la desintegración de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría. Pero gradualmente el interés regresó, especialmente en 2017, con la publicación de videos que mostraban objetos extraños en el cielo y el agua, en publicaciones consideradas serias, como el New York Times, que acompañaron las imágenes con textos crédulos, diseñados para competir por los clics de los cibernautas. Asimismo se reveló la existencia y el presupuesto (22 millones de dólares) del Programa de Identificación de Amenazas Aeroespaciales Avanzadas, del Pentágono, que comenzó en 2007 y supuestamente cerró sus puertas en 2012, aunque siguió operando.

El piloto Kenneth Arnold (1915-1984),  primero en avistar platillos voladores, en Washington, 1947.
El piloto Kenneth Arnold (1915-1984), primero en avistar platillos voladores, en Washington, 1947. ı Foto: National Air and Space Museum

Para los creyentes, los ovnis son imaginados como distintos objetos: extraterrestres, interdimensionales o ultraterrestres (de una civilización humana perdida). No obstante, la mayoría de estos avistamientos se deben a globos meteorológicos (algunos desinflados), cristales de hielo, fenómenos ópticos, basura voladora o aeronaves experimentales. El aumento de los avistamientos también coincide con la multiplicación y diversificación de los drones, algunos de los cuales tienen formas caprichosas y capacidades de vuelo diferentes a las de los aviones tripulados.

LA ERA DE Q

No sorprende que en la era de la conspiración QAnon (que asegura que los demócratas estadunidenses son un culto pedófilo vampírico, que trafica con niños, además de que Donald Trump es el enviado de Cristo para detenerlos) se hable sin pudor ni pruebas de naves capturadas y cadáveres alienígenas, como en la película Día de la independencia (Roland Emmerich, 1996). El hecho de que los republicanos conservadores del Congreso de Estados Unidos hayan llamado a una sesión para explorar estos misterios no habla de apertura y transparencia, sino de su paranoia conspiracionista y del renovado espíritu escéptico de las masas derechistas de ese país, recelosas de las instituciones que les han mentido durante décadas, pero depositan su fe en cualquier charlatán con un canal de YouTube o conspirainfluencer en Facebook. De igual forma exhibe el rechazo a los expertos, las autoridades y la ciencia, que es muy característico de estos movimientos populistas. La serie Los expedientes secretos X (concebida por Chris Carter, 1993-2002), que tanto disfrutamos hace algunos años, dejó una huella profunda en el inconsciente colectivo, no tanto por la gran Scully, con sus dudas razonables, sino por convertir en dogma el “Yo quiero creer” (I want to believe), de Mulder. Por tanto, no se trata de una ciudadanía informada que exige la verdad, sino de una masa inmersa en un diluvio conflictivo de noticias reales y falsas, que se fusionan con memorias confusas, con secuencias fílmicas de Los hombres de negro y series derivativas de invasiones alienígenas.

Por supuesto que hay cosas inexplicables en el cielo, lo mismo que en el agua, en la tierra y en la comida. La ciencia todavía tiene mucho, muchísimo que avanzar para responder a nuestras dudas e inquietudes. Pilotos de la marina y otras fuerzas militares han reportado más de 650 casos de objetos no identificados, algunos de ellos de formas, patrones de vuelo y velocidades inexplicables para nuestra física aeronáutica actual. Puntos, bolas, cilindros, triángulos y manchas en el cielo a menudo no son identificables ni explicables fácilmente, aunque ello no las haga extraterrestres. Lo definitivo es que al ver un objeto distante en movimiento se tiende a perder de vista la tridimensionalidad y eso lleva a confundir las direcciones de los desplazamientos y la geometría.

El que los republicanos conservadores del Congreso de Estados Unidos hayan llamado a una sesión para explorar estos misterios no habla de apertura y transparencia, sino de su paranoia conspiracionista .

LA MUERTE DE LA SORPRESA

En 2023 hemos perdido la capacidad de sorprendernos. La estrella de un reality show no sólo llegó a la presidencia del país más poderoso del mundo, sino que propició un fallido y estridente levantamiento al perder la reelección; ahora es probable que vuelva a ganar la presidencia. El fascismo está de regreso con ferocidad en todos los continentes, incluso el parlamento canadiense celebra como héroe a un nazi miembro de la SS, que peleó contra la URSS. La epidemia de Covid-19 puso en evidencia la fortaleza y el alcance de las ideas anticientíficas, así como la falibilidad de los sistemas de higiene que supuestamente debían proteger a la humanidad (o, por lo menos, a los sectores privilegiados de la misma). ¿Cómo sorprendernos de algo si estamos inmersos en el absurdo y la incongruencia?

De este modo, 2023 fue el año en el que la fuerza aérea estadunidense reventó un globo espía chino que tuvo la desfachatez de recorrer su territorio. Aparentemente ese paseo clandestino despertó a la fuerza aérea, que en un arranque derribó tres objetos no identificados en Alaska, Canadá y Michigan. Después de la humillante incursión del globo chino y el escándalo político, que varios republicanos aprovecharon para acusar a Joe Biden de no proteger las fronteras aéreas, NORAD (el Comando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica) decidió ajustar la sensibilidad de sus radares: empezó a ver en sus pantallas un concierto de apariciones que no podía tolerar. Un oficial de ese comando declaró sobre los objetos avistados que no se sabía qué clase de sistema de propulsión les permitía mantenerse en el aire y que “nada podía ser descartado”. Esta ambigüedad es la mejor invitación a creer en cosas extrañas. Poco tiempo después se reveló que uno de los objetos derribados era un globo pico, con un costo que va de 15 a 200 dólares, controlado por señales de radio y que se usa para exploración atmosférica. Éste en particular parece haber pertenecido al grupo de aficionados Northern Illinois Bottlecap Balloon Brigade; fue lanzado en octubre de 2022. Después de circunnavegar el mundo, un jet caza F-22 lo derribó con un misil Sidewinder, de medio millón de dólares. Otro de los objetos era aparentemente un cometa o papalote, del cual todavía colgaban los hilos.

Lo que parece una extraordinaria coincidencia es que esta nueva oleada de ovnis ocurra al tiempo de una nueva carrera espacial. Rusia lanzó una nave a la Luna, que terminó estrellándose contra el piso del satélite, pero sin duda vendrán otros intentos. La India tuvo éxito en su primer alunizaje y China tiene un programa espacial ambicioso, que ha puesto a temblar a la NASA. La Fuerza Espacial que creó Trump con la intención de militarizar el espacio y controlar la inmensidad celeste adquiere ahora un tinte amenazante, ante la desesperación del imperio por conservar la supremacía.

Jaime Maussan presentó en septiembre lo que, dijo, eran cuerpos de extraterrestres.
Jaime Maussan presentó en septiembre lo que, dijo, eran cuerpos de extraterrestres. ı Foto: Cuartoscuro

MÉXICO Y LAS MOMIAS

Las audiencias del Congreso estadunidense abrieron las puertas a más revelaciones estridentes y a espectáculos ejecutivo-alienígenas en todo el mundo. México no podía quedarse atrás. Nuestro honorable Congreso reclamó su lugar en la mesa de lo insólito y lo estrambótico. Así regresó a ese recinto el investigador del fenómeno ovni, Jaime Maussan, quien tomó el podio (invitado por el diputado del partido Morena, Sergio Gutiérrez Luna) para presentar pruebas irrefutables de su irrefrenable protagonismo patológico. El 12 de septiembre mostró un par de momias de seres pequeños, humanoides que “no forman parte de nuestra evolución terrestre” y que de acuerdo con pruebas de carbono 14 (presuntamente realizadas por la UNAM, institución que después se deslindó de cualquier responsabilidad, al revelar que sólo le dieron acceso a una muestra de tejido y nunca a las momias) tienen más de mil años de antigüedad.

Las momias habían sido desenterradas cerca de Nazca, en Perú, fuera de cualquier contexto arqueológico profesional: un supuesto campesino las entregó y se negó a mostrar dónde fueron halladas. No se explicó cómo se extrajeron de ese país, ni estuvo presente ningún representante de ese gobierno, que avalara el descubrimiento, la custodia y la transferencia de esos restos, que de ser legítimos deberían tener gran valor arqueológico para el patrimonio cultural e histórico de aquella nación. La ministra de Cultura de Perú, Leslie Urteaga, dijo que hay un caso penal abierto desde 2017, en Nazca y Palpa, relacionado con estos objetos. Maussan no se hizo acompañar de científicos, sino de sus colegas, otros autodeclarados expertos. En 2015, el mexicano ya había estado involucrado con otra momia, la de un niño con el cráneo deformado, procedente de esa misma zona; la momia resultó ser una falsificación, no como las que mostraba ese día, que según él eran verídicas y, ahora sí, uno de los descubrimientos más importantes del siglo XXI. No sé si para asimilar esta fantasía de Maussan es necesario haber visto Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (Spielberg, 2008), con sus alienígenas de cráneos alargados o, al contrario, no tener noticias de esa película.

Estafadores y saqueadores de reliquias peruanas llevan mucho tiempo fabricando momias extraterrestres con partes humanas y animales, llegando hasta el extremo de mutilar auténticas momias para sus creaciones alienígenas. Entre el público y los diputados estaba el expiloto de combate estadunidense, Ryan Graves, quien señaló que aquello era charlatanería. Luego participó en una videollamada el astrofísico Abraham Avi Loeb, exdirector del Departamento de Astronomía de Harvard, quien ha dicho que naves extraterrestres han aterrizado en la Tierra.

De acuerdo con su opinión, el objeto llamado Oumuamua (el cual no se parece a ningún asteroide ni cuerpo celeste semejante y es mucho más brillante y veloz que cualquiera de ellos), que en 2017 pasó por nuestro sistema solar, es producto de una civilización extraterrestre. Loeb dijo que las momias debían ser puestas a disposición de la comunidad científica, para ser estudiadas. Pero esto no sería bueno para el negocio de Maussan, el P. T. Barnum mexicano, quien declaró después: “No voy a poner mi prestigio en peligro, mi carrera de 50 años, para presentar algo falso”. De ese modo demostró que si algo tiene es un sentido del humor extraordinario.

Las momias de Maussan son, de acuerdo con varios científicos independientes, ensamblajes de huesos animales y humanos antiguos, unidos por pegamento

Las momias de Maussan son, de acuerdo con varios científicos independientes3 —que han analizado los rayos X y también los resultados de ADN (aunque no han tenido acceso a las momias mismas)—, ensamblajes de huesos animales y humanos antiguos, unidos por pegamento sintético y piel artificial, hechos por personas con un conocimiento muy precario de la anatomía y la mecánica ósea. Los seres con tres dedos pero sin nariz, que no evolucionaron en este planeta, tristemente se volvieron en pocas horas un chiste planetario, un meme, un circo mediático celebrado con pasteles que replican su forma. Crédulos y escépticos pudieron refugiarse por un rato en las ocurrencias de Maussan del terror real de la narcoviolencia, de los feminicidios, de la machacona propaganda electoral y de la crisis climática. Quizás sólo por eso debamos agradecerle.

¿QUÉ HABRÍA HECHO GALILEO?

La misión Kepler de la NASA descubrió que entre las más de 200 mil millones de estrellas en la Vía Láctea, por lo menos 20 mil millones son similares a nuestro Sol y una de cada cuatro puede tener un planeta aproximadamente del tamaño de la Tierra, que esté más o menos a la misma distancia que existe entre la Tierra y el astro del sistema solar. Algunos quizá tengan agua líquida en la superficie y posean condiciones

químicas equivalentes a las de nuestro planeta. Esa conjetura conservadora hace poco probable que estemos solos en el universo. No obstante, cuando un científico como Loeb habla de inteligencias extraterrestres se convierte en un paria, víctima de un juicio moral equivalente al que recibió Galileo de la Inquisición, en 1615.

Claro que ahora, en vez de que esa herejía científica se pague con la cárcel o la muerte, el castigo es la marginación y el ridículo (todo lo cual le será soportable por la renovada fama y fortuna que le ha traído su libro: Extraterrestrial). Para los profetas del culto alienígena, los embaucadores seriales, los campeones de la credulidad, los enemigos de los escrúpulos y los verdugos de la ecuanimidad, la supervivencia depende de aumentar la intensidad emocional del escándalo. Ya no basta con mostrar luces en el cielo ni fotos borrosas del chupacabras: se requiere algo más orgánico, sórdido y perturbador. O, por lo menos otra momia, que esta vez sí será auténticamente extraterrestre.

Notas

1 Carl Jung, Flying Saucers. A Modern Myth of Things Seen in the Sky, MJF Books, New York, 1978, p. 6.

2 Idem, p. 8.

3 https://www.bioinformaticscro.com/blog/dna-evidence-for-alien-nazca-mummies-lacking/

https://antropogenez.ru/review/1119/

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Portada del libro "Overol, apuntes sobre narrativa mexicana reciente".