Like a stone

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

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Like a stone Foto: Harry Shelton / unsplash.com

No importa cuántos premios haya ganado o cuántos libros haya vendido, nada me salva de besar concreto.

Estaba yo echado viendo la serie Bronco, cuando sonó mi celular. Me contactaban de los headquarters de El Cultural. Dónde estarás la noche del 15, me consultaron. En Towers, respondí. Excelente, porque esa noche tocan Los Tigres del Norte. Necesitamos que cubras el concierto. Hay un gafete para ti.

Así que una vez más la vida me sonreía. Me ponía en camino a mis ídolos, Los Tigres del Norte. All access. No todos los días tiene uno el lujo de conocer a esta banda multidimensional. Contestataria, que ha injertado en los Estados Unidos el tema de la frontera y del indocumentado con coraje y arrojo.

EN CUANTO COLGUÉ puse “Señor locutor” y me puse a cantar a grito pelado. Me di un baño y salí a la calle. Con todo el día por delante decidí que era demasiada emoción para manejarla sobrio. Y pues bueno, me fui a la cantina. Eran las dos de la tarde y en mi cabeza ya fulguraban las canciones que me han acompañado toda la vida. Le puse unas monedas a la rocola e hice sonar “La yaquecita”, ese pinche monumento de cumbia norteña.

Y así, al ritmo de Rosa Morada me fui ambientando y embriagando. Es que no era para menos. Y me puse a pensar. A quién me gustaría emparentar con estos titanes. Y concluí que un mano a mano con Los Lobos sería mi máximo en la vida. Para mí estos dos juntos son más importantes que los Creedence. Que cualquiera. Es más, incluso que la Santanera. En mi cartel de festival ideal estarían junto a The Clash.

En la cantina me topé al Cabbage Patch Prieto. Y juntos nos fuimos al bailongo. Pero antes, cómo no. Iba a pasar por unas cervezas y un pomo, porque hay que combatir la deshidratación. Y pues uno tiene que llegar armado hasta los dientes y ser pródigo y como Jesus el de la crush sacarse los alfajores de la riñonera a diestra y siniestra y fixearlos sin complejos. Con la mochila bien surtida llegué hasta el filtro para entrar a la explanada y como vi todo despejado se me hizo fácil y en lugar de hablarle a la persona que me entregaría el gafete me metí como pedro por su casa y madres, me apañó la guardia nacional.

Al parecer introducir bebidas alcohólicas está penado por la ley, así que me esposaron

Les dije la verdad, que era un periodista en una misión extremadamente peligrosa y que para calmar mis nervios debía remojarme con aquellos elixires, pero al parecer introducir bebidas alcohólicas está penado por la ley, así que me esposaron y me subieron a la patrulla. Y yo trataba de esclarecerles que no podían hacer eso, que tenía yo que entrevistar a Jorge, a Hernán y a Óscar. Que estaban interfiriendo con mi labor periodística. Y entonces la camiona arrancó y en diez minutos ya estaba yo en los separos. Tómala, barbón.

Me metieron en una celda con otros siete cabrones. Por suerte alcancé una litera libre y ahora sí, a besar concreto. Y mientras estaba oyendo el concierto de ronquidos, pedos y gargajos de los otros compas comenzaron Los Tigres a tocar y hasta mi suite se escuchaba la música. “Eres mi buena suerte”, cantaban y me paré a bailar. Algo pasó que no me dejaron hacer mi llamada y tuve que pasar la noche mascando barrote. Lo que más me sorprendió fue la habilidad de estos compas para dormir a pierna suelta en la cárcel. Qué pinche envidia me produjeron.

A las ocho de la mañana llegó Cuco, el celador, un don que se mete a una de mis cantinas favoritas, y me dejó hacer la llamada. Vino mi compa el Chavo, pagó la multa, sale más caro que una noche en un hotel boutique de la zona rosa, y salí. Me puse mi cinto, las agujetas a mis Dr. Martens y me fui directo por un menudote para resucitar. Y como era domingo de NFL pues ya la agenda estaba llena. Y pues esperaré a la siguiente oportunidad para cruzarme con Los Tigres. Que estoy seguro se presentará. Mientras tanto hay que encajar los raspones con petulancia. Y con entereza. Nunca me he quedado sin cumplir una asignación. Pero ahora fueron causas de fuerza mayor.

Y pues bueno así es esto, un segundo eres candidato a entrevistador de Los Tigres del Norte, y al siguiente estás enchironado y dos días después estás bebiendo gratis en el Club 51.

Y es desde aquí, desde la Torre Mayor, que escribo estas palabras mientras le doy mordidas ocasionales al salmón y cato el vino blanco mientras en mis airpods suena una playlist de Los Tigres. Seguiremos informando.