Mujeres oscuras: Embriaguez en seis autoras

Según los estereotipos de género que imperan en nuestra sociedad, un cuerpo masculino puede hacer lo que le plazca, pero uno femenino, no. Por eso, en los hombres literatos, el alcoholismo se celebra, pero si a una mujer escritora le gusta beber es profundamente criticada. Fue el caso de Marguerite Duras, Patricia Highsmith, Lucia Berlin, Shirley Jackson, Carson McCullers, Adela Fernández y Fernández: todas fueron despreciadas por esa elección personal. Iván Farías habla de sus historias y talento, de lo singular de su trabajo creativo.

Patricia Highsmith (1921-1995).
Patricia Highsmith (1921-1995). Foto: wikipedia.org

Una mujer que se escapa

a la bebida es una mujer

que no está cumpliendo

con sus obligaciones,

ni con su casa ni con su familia.

LESLIE JAMISON

El Floridita era el bar predilecto de Ernest Hemingway en Cuba; lo honran ahí con una estatua en su mesa habitual. Hay una cerveza llamada Poe, que recuerda el alcoholismo de ese autor. En la Ciudad de México, muchos van a beber al Tío Pepe porque entre sus visitantes estuvo William Burroughs. Sin embargo, no conozco placas o estatuas en bares para las escritoras asiduas a tomar. El alcohol ha sido motivo de censura para creadoras que han quedado a la sombra de sus colegas, porque su alcoholismo las hace ver con menos valía.

DEMASIADO TERRENAL

Marguerite Duras, prolífica narradora en lengua francesa, además de cineasta, debió enfrentarse a infinidad de críticas adversas a su obra, que iban por fuera de lo literario y eran más bien misoginia encubierta. Calificaban sus libros como masculinos, según apunta la escritora norteamericana Rachel Kushner en su artículo para The New Yorker.1 Querían que escribiera de los temas que en aquellos momentos se adjudicaban a las mujeres, es decir, el hogar. Sin embargo, Duras habla de sus deseos sexuales, reflexiona sobre la guerra y la soledad, en una literatura sin cortapisas o dobles entendidos, lo cual molestaba tanto a los críticos de aquellos tiempos… e incluso a los de hoy en día.

Otro rasgo característico de su personalidad era el alcoholismo, que la llevó a tener una cirrosis que la mandó al hospital. En su libro de entrevistas y memorias, La vida material, apunta: “Cuando una mujer bebe es como si un animal o un niño estuvieran bebiendo. El alcoholismo es escandaloso en una mujer, y una mujer alcohólica es rara, es un asunto serio. Es un insulto a lo divino en nuestra naturaleza”. 2 Parece como si la embriaguez rompiera el encanto de hada que deben tener las mujeres, ese grado espiritual que le fue impuesto por el hombre: la borrachera las convierte en terrenas.

EL DOBLE DE UNA PERSONA

Como Duras, la estadunidense Patricia Highsmith pasó una infancia dura: ambas tuvieron muy tensa relación con su madre. Además, Highsmith

la pasó mal por su preferencia homosexual: muy temprano se dio cuenta de que debía mantener escondidas del ojo público sus relaciones con mujeres. Pronto abandonó el apellido de su padre biológico, Plangman, para tomar el de su padrastro, al que odiaba.

Apunta Duras: El alcoholismo es escandaloso en una mujer, y una alcohólica es rara, un asunto serio. Es un insulto a lo divino en nuestra naturaleza .

Al no tener acceso a publicar en las revistas literarias de moda, como medio para ganarse la vida, trabajó bajo seudónimo en una editorial de historietas de baja estofa. Así comenzó con una doble vida, en la que de manera diurna era guionista; al atardecer, se introducía en la noche neoyorquina. "Entiendo por qué la gente bebe: es para tener la confirmación de que son los individuos más importantes del mundo",3 señala. Poco a poco se fue hundiendo en el gusto por el alcohol, que nunca abandonaría. Eso contrasta con una cita de su diario, del 3 de abril de 1941: “No se me ocurren grandes escritores, ni pensadores ni inventores que fueran célebres borrachos. Poe, claro. Pero la bruma rosada de la ebriedad es singularmente poco productiva; fértil en apariencia al principio, pero llevas las ideas a la práctica concreta y se desvanecen cual burbujas de jabón”.4

Con el tiempo y debido a los rechazos maternos, amorosos y literarios, Highsmith comenzó a refugiarse en la misantropía y, de nuevo, la bebida. En 1961, apenas veinte años después de la cita anterior, apuntó: “Los homosexuales prefieren la compañía de otros no tanto por una desviación sexual común de lo que es socialmente aceptado, si-no porque saben que todos han pasado por el mismo infierno, las mismas pruebas, las mismas depresiones —y los que se encontraron han sobrevivido. Los que no estaban presentes se han sui-cidado, o se las han arreglado, o han decidido, o han podido conformarse”.5

Pese a tener gran éxito en Europa, las ventas no la acompañaban en su país, por la manera como trataba temas como el crimen o la culpa. Al público estadunidense, tal vez, no le gustaba ver reflejada la parte hipócrita de su ser, que ella retrataba tan bien.

ALCOHÓLICA ITINERANTE

Nacida en Alaska, hija de un ingeniero de minas y de una madre un tanto racista, Lucia Berlin es una autora injustamente poco leída mientras estuvo viva, aunque tuvo un merecido descubrimiento hace unos años, gracias a la recopilación de cuentos Manual para mujeres de la limpieza, donde la autobiografía y la literatura se dan la mano.

Su obra es directa, sin artificios, busca la belleza del acto diario, muy en concordancia con Raymond Carver, autor al que admiraba. También como él, Berlin conoce las profundidades del alcoholismo, mientras cambia de trabajos ínfimos, hasta conseguir un empleo en una universidad, lo cual le brindó cierto equilibrio. Sin embargo, ya era demasiado tarde: años de mala vida, de mudanzas entre Chile, México y varios lugares de Estados Unidos, además de su gusto por el vodka, habían minado su salud.

El cuento que da título al libro narra con detalle el día a día de una trabajadora doméstica, la manera en que puede acceder a los secretos de una familia al tender camas y barrer pisos. La mirada siempre penetrante, llena de inteligencia, vuelve una odisea de conocimiento cotidiano algo tan sencillo como el transporte en un autobús o la espera frente a la lavadora de ropa.

Sus cuatro hijos, mudos testigos de la escritura, veían cómo muchos de los textos de la nacida en Alaska estaban impregnados de su propia vida. En "Inmanejable", por poner un ejemplo, aparece una mujer que debe apurarse a beber un buen trago de alcohol antes de convulsionar y dejar solos a sus pequeños. Uno de ellos recordará después esa imagen tan fuerte y tan real, que dio lugar uno de los mejores cuentos del libro.

Pese a que tuvo el reconocimiento de algunos de sus colegas escritores, nunca fue bien recibida por una editorial. Antes de su muerte advirtió a sus hijos que en el futuro su obra sería aplaudida, una intuición similar a la que tuvo Jim Thompson, quien le pidió a su futura viuda no apresurarse a vender los derechos de sus obras.

LA LOCA DE LA COLINA

Shirley Jackson tuvo gran éxito con su cuento "La lotería", que habla de un cu-rioso sorteo dentro de un pueblo de la América profunda, donde se sortea quién va a ser asesinado por los vecinos. A partir de él cambió el destino de la californiana o, al menos, el literario: tuvo reconocimiento, aunque siempre ensombrecido por los lectores que se referían una y otra vez a ese cuento, pese a que escribió un puñado de increíbles novelas y muchos más relatos de gran factura e igual de oscuros. Ah, y también estaban los críticos que no la querían, que la llamaban "Virginia Werewoolf”, como bien subraya Zoë Heller en un texto de The New Yorker,6 además de que se dedicaban a subestimar su prosa y sus temas, las casas embrujadas y los demonios.

Pero el infierno de Jackson no estaba únicamente en sus escritos, sino

en su propia familia. Su esposo, Stanley Edgar Hyman, quien también era escritor, comenzó a decir que ella practicaba brujería. Quizá buscaba dar un poco más de publicidad al espíritu sombrío de las obras de la autora. El asunto en parte era cierto, pero ella no quería darlo a conocer. Así que los lectores, además de referirse una y otra vez a "La lotería" —muchos creían que esa ficción era real— e insultarla por hablar mal de los pueblos de Estados Unidos, ahora la acusaban de ser bruja. Hyman creyó en Jackson y le brindó un espacio para escribir, pero al mismo tiempo decidió que serían una pareja abierta, claro, mientras él pudiera mantener sexo con sus alumnas de la universidad y ella escribiera para llegar a fin de mes, atendiendo a sus cuatro hijos y las labores del hogar.

Jackson también tuvo una difícil relación amor-odio con su madre. Cuando le hicieron un reportaje para Life, con amplias fotos en el estudio donde trabajaba, su mamá le escribió, diciéndole que cómo era posible que se dejara retratar con ese aspecto. Por eso, ante el ataque de lectores, críticos y su propia familia, Jackson comenzó a beber, primero de manera social y luego para mantener el talante y el ritmo de trabajo que le pedían los gastos de una construcción vieja y enorme.

Ella se autodefinía como “una escritora que, por una serie de errores de juicio, propios de la ingenuidad y la ignorancia, se ve sumida en una familia con cuatro hijos y un marido, en una casa de 18 habitaciones, sin ningún tipo de ayuda".7 La mayoría de sus historias tienen como protagonista una vivienda que busca devorar a sus inquilinos. No es un refugio contra las inclemencias del mundo exterior, si-no una trampa mortal en la que sus habitantes son torturados.

ENFERMEDAD COMO SIGNO

Carson McCullers sí tuvo, a diferencia de sus compañeras de mesa, éxito de lectores y de crítica, pese a las constantes comparaciones con Faulkner. Dijo: “Yo tengo más que decir que Hemingway, y Dios sabe que lo he dicho mejor que Faulkner",8 refiriéndose a su coterráneo del sur de Estados Unidos. Sin embargo, asimismo compartía problemas severos con su madre, una mujer dominante que impulsó su carrera musical: quería salir de la pobreza a través del éxito de la hija.

McCullers, en cambio, se inclinó por las letras, un arte en el que resultó también un talento asombroso. Con apenas 23 años publica El corazón es un cazador solitario y de ahí en adelante siguen los éxitos literarios, pese a que su vida iba cayéndose a pedazos. Tuvo un matrimonio desastroso con James Reeves McCullers, escritor de poco talento, homosexual reprimido, del que se divorció poco después. Los problemas físicos no dejaron de acompañarla: incluían fiebre reumática, influenza, pleuresía y hasta una rotura de cadera. Además, el periplo con Reeves la llevó a consolidar el alcoholismo que la acompañó hasta su muerte. Pronto empezó a tener relaciones homosexuales y se enfrentó, así, a la conservadora sociedad de esa región del país.

Adela Fernández y Fernández (1942-2013).
Adela Fernández y Fernández (1942-2013). ı Foto: cinent.com

Su literatura está poblada de seres marginales, sordos, jorobados, negros

y adúlteros, enfermos mentales, además de una pléyade de pobres de todo tipo, ésos que las grandes obras sólo usan como mero telón de fondo. McCullers pone la atención en su punto de vista, no les niega su humanidad ni relevancia. También nos regala una buena cantidad de mujeres peculiares, llenas de fuerza.

LA HIJA DEL MACHO

Podemos agregar a la escritora mexicana Adela Fernández y Fernández, autora de cuentos siniestros. Sus relatos están plagados de terror psicológico, con personajes malsanos y fantasmales, además de una gran influencia de las tradiciones indígenas.

En Inmanejable , de lucia Berlin, aparece una mujer que debe apurarse a beber un trago de alcohol antes de convulsionar y dejar solos a sus pequeños .

Su cuentística es apenas reconocida, pese a tener libros muy sólidos, como lo son El perro o el hábito por la rosa (1975), Duermevelas (1986) y Vago espinazo de la noche (1996). De ella dice Miguel Ángel Hernández Acosta: “La narrativa de Adela Fernández tiene la aridez de los desiertos, es hiriente como el frío de las mañanas de invierno y acongoja cual entrada a la madurez. Sus personajes son extraños y están signados por la maldad o por la desgracia".9

Será tal vez que, al ser la hija de un cineasta tan prominente como Emilio El Indio Fernández, se mantuvo de cierta manera en un segundo plano, como custodia de la enorme casa en Coyoacán que dejara el cineasta. En una sola mañana, la escritora podía beberse una botella de tequila para ir calentando el ambiente de quienes visitaban el sitio para conocer una edificación que fue escenario de decenas de películas.

Tal vez no haya placas en los bares donde bebieron, ni nadie compre una marca de whisky en honor a estas grandes mujeres, pero yo brindaré con un mezcal por cada una de ellas.

NOTAS

1 https://www.newyorker.com/books/page-turner/a-man-and-a-woman-say-what-you-like-theyre-different-on-marguerite-duras Revisado el 29 de septiembre, 2023.

2 Citado por Laura Becherer en Un cóctel propio: combinados para damas letraheridas, Nórdica Libros, Barcelona, 2022.

3 Patricia Highsmith, Diarios y cuadernos 1941-1995, Anagrama, Barcelona, 2022.

4 Idem.

5 Idem.

6 https://www.newyorker.com/magazine/2016/10/17/the-haunted-mind-of-shirley-jackson Revisado el 30 de septiembre, 2023.

7 https://elpais.com/elpais/2019/05/02/ideas/1556793186_130621.html Revisado el 30 de septiembre, 2023.

8  Carson McCullers, prólogo de La balada del café triste, Seix Barral, Barcelona, 2017.

9  http://armasyletrasenlinea.uanl.mx/2021/03/adela-fernandez-una-maestra-del-relato-siniestro/ Revisado el 30 de septiembre, 2023.