Soy un monstruo, mi cuerpo no es mi cuerpo.
Está hecho de partes de cada una de las personas que he amado. Parezco una pintura cubista, un rompecabezas de piezas desiguales, un Lego para armar sin instrucciones.
Por fuera soy retazos de las muchas pieles que abracé, texturas suaves, rugosas, con lunares, color moreno, pálido, oliva. La cabeza es la de un amor antiguo, la rebané con todo y cuello; la cara ovalada en el retrato blanco y negro era de mi abuela. Me gustaba la fisonomía cóncava del cráneo de un amante actual. Lleva encima el pelo lacio que le arranqué a mi rubia hermanastra. Los pies quedaron largos, los hurté de un querido compañero, muy alto, los tenía siempre en la tierra y solía darme consejos de hacia dónde dirigirme cuando no sabía el camino.
La pierna izquierda era de mi padre, musculosa. Me impulsa a correr maratones, a dar grandes zancadas, como él. La derecha, bien formada, es la de mi madre, quien me enseñó a dar pasos firmes, a no caer y mantenerme estable cuando la vida se empeña en derribarme. Las orejas pequeñísimas se las robé a la más guapa de mis amigas, no escuchan necedades; los pulmones son de las comadres que vivían entre el valle y la montaña, con ellos respiro el aire puro. Los hombros rectos los tomé de la más alta y espigada; los senos proceden de la que se hizo estrella porno. Ensamblé los esqueletos de un par de camaradas, machos alfa de fuerte complexión. La nariz ha sido un tema complicado, la cambio a cada rato.
Parezco pintura cubista, un rompecabezas de piezas desiguales, un Lego para armar sin instrucciones
El dulce y apasionado corazón que late en el pecho es de una de mis hijas, los ojos verdes e inteligentes de la otra, las manos creativas e inquietas, del menor. El dedo índice me señala con quien me acostaré esta noche, se lo corté a un novio cuando rompimos, lo engañé con su mejor amigo. El estómago fue de un colega que no se tragaba las mentiras. La boca es del último hombre a quien besé, tú sabes quién eres. La coloqué con todo y su lengua de caricias vaginales.
No encuentro un cerebro que me sirva, los desecho. He explorado el de un científico, el rigor de su método me aburre. Una psicoanalista que sobreinterpretaba mis sueños y ansiedades. Muy cuadrado el ingeniero, sensible el arquitecto, demasiado abstracto el filósofo, superficial una cantante pop. Sigo buscando candidatos. Si te interesa, lector, responde a esta columna de El Cultural, aquí estoy.
*Espiar las culpas.