Diccionario de mexicanismos: formas de hablar

El lenguaje no es ningún templo intocable, sino un cuerpo vivo, en movimiento. El Diccionario de mexicanismos. Propios y compartidos —coordinado por Concepción Company para la Academia Mexicana de la Lengua— es un registro de nuestros giros cotidianos, un retrato preciso del español mexicano del siglo XXI. El libro presenta un paisaje de palabras donde el humor y lo anómalo tienen lugar, un bosque de voces que mezcla lo culto, lo popular y lo coloquial. Al recuperar comentarios sobre él, Adolfo Castañón invita a conocer este proyecto extraordinario.

En la presentación de la obra, el periodista  Leonardo Curzio y la lingüista Concepción Company.
En la presentación de la obra, el periodista Leonardo Curzio y la lingüista Concepción Company. Foto: Moisés Pablo / Cuartoscuro

In memoriam

Aurelio González Pérez

(1947-2022 ), amigo,  maestro,

compañero miembro

de la Academia Mexicana

de la Lengua y de su

Comisión de Lexicografia

En casa no se conocían o no se decían groserías. Esos modismos mexicanos perlados de ch y de voces enfáticas. A las flatulencias se les llamaba “plumas”, voz menos malsonante que la popular que es sinónimo de problema, la cual se encuentra registrada con esa acepción en el volcánico Diccionario de mexicanismos. Propios y compartidos, coordinado por Concepción Company Company para la Academia Mexicana de la Lengua (AML) y publicado por Editorial Planeta (2022).

LAS GROSERÍAS, en mi caso particular, de niño educado por una familia de clase media, apenas las vine a escuchar y decir en la preparatoria, en 1968; tenía 16 años. En tal espacio llegaron a mis oídos las voces impronunciables que había visto pintarrajeadas en las paredes de los baños y que volvería a encontrar, convenientemente encuadernadas, en obras como la Picardía mexicana (1960), que logró reclutar entre sus prologuistas a cariátides de la cultura como Octavio Paz y Antonio Alatorre. Esas expresiones uniformarían, como las sudaderas y la mezclilla, a los militantes de izquierda y las obras de la literatura de la onda. El habla epocal era y es narcisista y tiránica, para socializar había que ponerse la jerga en la boca…

Tesoro lingüístico, este Diccionario de mexicanismos puede leerse como un censo universal de lo mexicano o un atlas geográfico, inventario y termómetro de la vida cotidiana vivida o desvivida en México, enciclopedia de la fauna, la flora, el desierto, los dichos y las censuras que pintan al país en una ordenada alacena de localismos y términos supranacionales, indigenismos, marcas.

Cornucopia verbal de la cauda nacional, este libro es a la par vitrina y red de espejos de los dichos mexicanos en los diversos pisos y clases, regiones y ámbitos nacionales. Parece surgir de la nada, pero detrás de su factura están, como piedra de los días, décadas de trabajo de una corporación (la Academia Mexicana de la Lengua) y de una persona —Concepción Company—, tanto como de un equipo que se ha formado con los años. Este instrumento tuvo un antecedente, el Diccionario de mexicanismos (2010), publicado por la autora en Siglo XXI y presentado por José G. Moreno de Alba; antes estuvo el Índice de mexicanismos (1997), prologado por José Luis Martínez. El Diccionario de 2010 fue objeto de comentarios de Gabriel Zaid y Luis Fernando Lara. Podría pensarse que esos enunciados adversativos sirvieron a coordinadora y equipo para curarse en salud con esta nueva fragua que viene a llenar, por lo leído en comentarios como los de Gonzalo Celorio, Guillermo Sheridan, Juan Villoro y Julia Santibáñez, entre otros, un vacío no tanto de índole lingüística sino acaso civil y aun política.

PARECERÍA QUE la explosión de este géiser lexicográfico llena necesidades relacionadas con la identidad nacional en relativa quiebra, en el ámbito educativo y cultural, en los últimos y penúltimos años. Pongo una muestra mínima de lo dicho por cada uno:

En la presentación de la obra, el director de la AML, don Gonzalo Celorio, saludó en estos términos las 791 páginas del Diccionario de mexicanismos. Propios y compartidos: El diccionario no es puritano ni prescriptivo, sino descriptivo. De ninguna manera dice cómo se tiene que hablar, sino cómo se habla, qué voces usamos. Evidentemente hay voces cultas, populares, coloquiales, formales, obscenas, etcétera; contiene unas marcas de carácter geográfico, pues no es lo mismo el español que se habla en el noreste de México que el español que se habla en el sureste […] Así como hay virtudes prodigiosas en nuestra manera de expresión, hay también una cantidad enorme de lacras y de vicios que también están expresados en nuestra manera de hablar. Dime cómo hablas y te diré quién eres.1

El escritor y también miembro correspondiente de la Academia Mexicana, Guillermo Sheridan, expresó:

Es delicioso pasearse por él como por un paisaje de palabras y expresiones, las frases enigmáticas, los sonidos anómalos y las acepciones inusitadas. Pasear ya no por uno de símbolos (como decía otro poeta), sino por un bosque de voces que nos responde con sonidos familiares (y a veces no tanto: ¿sabía usted que güinduri significa un caballo con manchas en las ancas?, ¿y la cundemba, un arbolito con lenticelas? Yo no). Es un bosque de ramajes entreverados en el que los árboles del latín, el sefardita, el andaluz y el árabe, promiscuamente se ayuntaron con las lenguas indígenas en la tarea genésica de ponerle nombre a cada planta y bicho de nuestra porción de paraíso; un bosque de voces en el que los legañosos arcaísmos (truje) conviven con palabras recién nacidas (darketo) y el anglicismo (hocho: hot dog) con el nahuatlismo, y lo hacen con una elasticidad y un ingenio a la altura de nuestra capacidad para el caos.2

A su vez, el narrador y cronista Juan Villoro sostuvo:

El Diccionario de mexicanismos no reconoce otro tribunal del idioma que la gente. En la presentación en Cádiz, Concepción Company explicó una de las decisiones centrales del proyecto: ¿cómo abordar los muchos refranes y las frases hechas que definen un idioma? La solución consistió en otorgar relevancia a los “verbos ligeros”, que sirven de apoyo para lo que viene después. Quien se asome a la voz “dar” visitará una ruidosa plaza pública. Ahí habla un país que da atole con el dedo o da… baje, batería, calambres, calor, carrilla, charolazo, chicharrón, color, cran, el albazo, el ancho, el azotón, el gatazo, el marranazo, hasta llegar, con alfabética justicia, al momento de dar vuelo a la hilacha, frase que explica cómo se creó este lúdico diccionario.3

En ese concierto, la poeta y editora Julia Santibáñez manifestó:

Es relevantísima la propuesta de este Diccionario: ofrece una imagen de la riqueza del español mexicano y, sobre todo, de cómo hablamos hoy unos cien millones de nosotros, no cómo deberíamos hacerlo. Las voces incluidas están documentadas durante al menos cinco años, con alto empleo tanto por escrito como oralmente.4

EL DICCIONARIO DE MEXICANISMOS. Propios y compartidos no sale de la nada. Remite a una cadena de publicaciones e intentos que vienen desde las fichas que hizo don Joaquín García Icazbalceta, los sucesivos diccionarios de mexicanismos de Francisco J. Santamaría, Guido Gómez de Silva y la misma Concepción Company, pasando por el ya citado Índice de mexicanismos, editado por la Academia. Tiene como primos hermanos el Diccionario del español de México, editado por El Colegio de México, y el Diccionario de México, de Juan Palomar de Miguel, por citar algunas referencias.

Otra cifra pertinente para calibrar la raigambre de este volumen es la trayectoria lingüística y de investigación de la coordinadora, que lo es de una obra magna individual y colectiva, la Sintaxis histórica de la lengua española (cuyo primer volumen se publicó en 2006) y ese atlas geohistórico que es la red de redes, el CORDIAM —Corpus Diacrónico y Diatópico del Español de América—, que concentra y armoniza documentación lingüística de toda Hispanoamérica desde el siglo XVI hasta mediados del XIX, a partir de documentos rescatados de archivos judiciales y civiles, en cuya factura ha participado la lingüista uruguaya Virginia Bertolotti.

Este Diccionario de mexicanismos se desarrolla como un ameno juego de pelota entre la oralidad y la escritura, cosa que han olfateado los comentaristas citados, como una atractiva trufa intelectual que sazona este caldo lingüístico o chilpachole en el que navegan las clases sociales, las regiones y las raíces, para regocijo de los poetas, a quienes nos gusta andarnos columpiando por las ramas como monos gramáticos y sintácticos. Es este libro un frondoso bosque para que cada chango escoja su mecate y se entere de las diversiones, por ejemplo, de “chango” y de “mecate”.

DETECTA EL EQUIPO de lingüistas encabezado por Company que ciertos ejes son más productivos que otros. Uno de ellos es el del erotismo y sus sombras pícaras y galantes, heterosexuales, homosexuales y transgenéricas, que dictan desde “lo oscurito” —voz incluida—, sus pautas y usos.

Mexicanismos puros y no tan puros, este diccionario es un arca mestiza y plural, polifónica y multicultural, políticamente inclusiva pues las voces de varias polis, aldeas y regiones convi-ven elegantemente gracias a la higiene lexicográfica con que esos bichos que son las palabras han sido recogidos y estudiados amorosamente por un grupo de coleccionistas fervorosos. Su religión es mostrar al mundo el estado general de los usos y las usanzas del español hablado en ese continente llamado México, a inicios del siglo XXI, o sea, hoy mismo. Es un libro de urbanidad intelectual en el sentido más fuerte de la palabra.

¿Cuántas especies de esta arca de Company, et. al. lograrán sobrevivir en un siglo? No lo sabemos y acaso importe poco en la medida en que el DMPyC es ya considerado por algunos, como los comentaristas referidos, to-do un hecho literario: una acción del saber en movimiento.

Notas

1 "Diccionario de mexicanismos. Propios y compartidos retrata la identidad lingüística de sus hablantes”, INBAL, Boletín Núm. 139, 13 de febrero, 2023, en línea: https://acortar.link/N7CzgF

2 Guillermo Sheridan, “El léxico de México”, El Universal, 11 de abril, 2023.

3 Juan Villoro, “Cómo hablamos”, Reforma, 14 de abril, 2023.

4 Julia Santibáñez, “Del ‘chiras pelas’ al ‘hacernos weyes’”, La Razón, 18 de abril, 2023.