Dos meses de guerra en la Franja de Gaza

Aunque el encono de Putin contra Ucrania sigue activo, ese conflicto se vio desplazado del foco noticioso global el 7 de octubre, por el ataque del grupo palestino Hamás contra Israel, desde la Franja de Gaza, con unos 1200 ciudadanos muertos y más de 200 secuestrados —muchos, menores de edad. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, orquestó en respuesta una ofensiva contra los habitantes de la Franja, misma que arroja un costo civil alto, con alrededor de 15 mil gazatíes fallecidos, entre ellos un alto porcentaje de niños. Carlos Martínez Assad, investigador emérito de la UNAM y especialista en Medio Oriente, desmenuza la historia de la disputa por ese territorio y esclarece las complejidades de la contienda, que parece lejos de su fin

Palestinos lloran a sus muertos, el 3 de diciembre, tras el ataque al hospital de Khan Yunis.
Palestinos lloran a sus muertos, el 3 de diciembre, tras el ataque al hospital de Khan Yunis. Foto: Fatima Shbair / AP

Como dice aquella canción llamada "Flotar en el viento", de Bob Dylan: "¿Cuántas muertes se necesitan para saber que ha muerto mucha gente?". Ésa es la reflexión que deja la carga insoportable de imágenes de viviendas quemadas o destruidas por los bombardeos en la Franja de Gaza, que muestran la realidad de heridos que en el mejor de los casos arrastrarán alguna marca a lo largo de su vida.

LA IMPOSIBLE NEUTRALIDAD

Duele en el corazón y resulta humillante ver el sufrimiento de niño expuestos en los medios que, como nunca, han permitido presenciar el desarrollo de una guerra en el día a día. La globalización, positiva en más de un sentido, en este renglón nos acerca al infierno. Irrita la indiferencia de los causantes de la desgracia, porque sobre todo predominan sus fines egoístas (les llaman ideología y política) como motivo de sus acciones, sin considerar el costo social. Esto sería algo evitable si los líderes tomaran las decisiones correctas y no estuvieran dispuestos a arrojar al campo de batalla a quienes más padecerán, involucrándose en una guerra que no provocaron.

Sí, es difícil analizar un conflicto bélico en donde se mezclan las emociones y aquello que aún existe de razón, cuando es imposible la neutralidad o el deslinde que permita estar con alguna de las causas, porque en el conflicto de Gaza e Israel, los involucrados no aceptan matices. Por eso mismo muchas veces los argumentos salen sobrando, cuando unos y otros se muestran convencidos de que sus acciones están justificadas.

PRESIÓN INTERNACIONAL

Se trata de una contienda con larga historia y nuevos alineamientos. Así, en 1987, luego de la primera intifada,1 surgió un nuevo protagonista, al crearse Hamás (acrónimo de Movimiento de Resistencia Islámica), heredero de los Hermanos musulmanes. Se afincó en Gaza y desde 2007 asumió el control político, luego de unas elecciones legislativas.

Han pasado ya dos meses y algunos días del fatídico asalto de Hamás desde la Franja de Gaza a Israel, el 7 de octubre de este 2023, con un saldo de 1,200 israelíes muertos —de los que, al menos, 300 eran militares—, así como más de 200 secuestrados, entre ellos mujeres y niños, incluidos bebés. En respuesta, Israel declaró una guerra como no lo hacía desde 1973, cuando en el Yom Kipur de ese año fue atacado por Egipto y Siria.

Después de vivir más de 60 días de combate, el gobierno israelí reunido en torno al primer ministro, Benjamin Netanyahu, debido a las presiones internacionales y a la constante actividad de Hamás, se vio obligado en noviembre a aceptar treguas a los bombardeos sobre Gaza. Lo hizo a cambio de la liberación de los rehenes inocentes, con notable énfasis en mujeres, niños y aun bebés.

DIMENSIONES DE CADA UNO

No es fácil imaginar que cuando se habla de la Franja de Gaza se esté haciendo referencia a un muy pequeño territorio, de apenas 47 kilómetros de largo y entre 10 y 15 kilómetros de ancho, donde viven dos millones 300 mil palestinos; están confinados en esas fronteras entre el mar y una valla de cinco a seis metros de altura, coronada con alambres de púas espinosas del lado de Israel. Es uno de los lugares con mayor densidad demográfica del mundo, con más de cuatro mil habitantes por kilómetro cuadrado. Junto con los tres millones de habitantes de Cisjordania, de 5,860 kilómetros cuadrados —rodeados por una muralla de 500 kilómetros—, forman lo que se designa como Palestina.

Los dos pedazos de territorio están separados por un corredor en el territorio de Israel, país que cuenta con más de 22,145 kilómetros cuadrados, y una población de casi nueve millones de habitantes. Las dimensiones territoriales han cambiado de forma notable desde las resoluciones de la ONU; debido a las guerras, Palestina ha perdido aproximadamente seis mil kilómetros cuadrados, mismos que Israel ha ganado.

Ambos bandos reclaman Jerusalem como su capital. Ahí se encuentra uno de los puntos más disputados entre las dos entidades: la Explanada de las Mezquitas, uno de los lugares sagrados del Islam

Cisjordania es hoy gobernada por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), creada en 1964 para unir diferentes movimientos y la cual tuvo desde 1969 a Yasser Arafat co-mo su líder histórico; desde 1993 fue aceptada de modo institucional por los Tratados de Oslo y se reconoció la Autoridad Palestina. Gaza estuvo bajo su influencia, hasta que en 2007 se impuso el partido radical de Hamás, por medio de una victoria electoral. Esto le ha valido constantes enfrentamientos con Israel, al que identifica como país ocupante, de acuerdo con el estatus que le ha conferido la ONU sobre el conjunto de Palestina. Es decir que los palestinos cuentan con una autonomía relativa para organizarse según sus propias leyes, pero deben responder a todas las decisiones jurídicas impuestas por Israel.

Ambos bandos reclaman la ciudad de Jerusalem2 como su capital; de forma convencional se dice que la del Este es para los palestinos. Ahí se encuentra uno de los puntos más disputados entre las dos entidades, por su fuerte valor simbólico: se trata de la Explanada de las Mezquitas, uno de los lugares sagrados del islam. En ese sitio fue construida la mezquita de Al-Aqsa desde donde, se cuenta, subió al cielo el profeta Mahoma en su hermosa yegua Al-Buraq, para su encuentro con Dios quien, luego de recorrer el séptimo velo, le reveló el Corán. En el mismo sitio está la mezquita de la Roca, en donde según ese mismo libro Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Ismael, pero el ángel le detuvo a tiempo la mano, para intercambiarlo por un cordero. La Biblia, en cambio, relata el mismo pasaje respecto de su hijo Isaac. Las dos tradiciones religiosas reclaman el lugar porque Ismael fue padre de los musulmanes, mientras Isaac dio origen a los judíos. Para éstos, el muro colindante es llamado de los Lamentos, el lugar de oración que supuestamente es parte del templo destruido de Salomón, el cual habría estado donde hoy se encuentran las mezquitas. Es un tema abigarrado que implica una historia compartida por dos tradiciones religiosas que, lejos de unir, separan.

EL CONTEXTO ACTUAL

Abordar lo que ahora sucede es entrar en una densidad histórica que acumula experiencias y hechos a lo largo de miles de años. Baste mencionar lo ocurrido después de la Primera Guerra Mundial: al finalizar el conflicto, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos decidieron repartir el territorio que durante siglos perteneció al Imperio Otomano. En 1920 crearon diferentes Estados, aunque el de mayor territorio fue llamado la Palestina Británica, designación que recuperaba el nombre de cuando el Imperio Romano señoreó en la zona. Bajo el mandato sajón, la Palestina Británica acogió a los judíos que huían de Europa por causa del antisemitismo que auspició teorías como la de Teodoro Herzl, de crear un “Hogar judío”. Casi simultáneamente, Gran Bretaña también se comprometía con las tribus dispersas de árabes, para darles un Estado; la promesa no se cumplió o apenas lo hizo parcialmente, con la efímera Transjordania.

En 1947, la ONU, luego de conflictos armados entre británicos, lugareños y los judíos que llegaban, propuso la creación de dos Estados, para responder a las justas demandas que se habían configurado años atrás. Se creó el Estado de Israel, más que nunca justificado por el holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial, que provocó oleadas de emigrantes que llegaron para huir de la guerra y del antisemitismo europeo. No obstante, los árabes se inconformaron con la resolución, porque consideraban que el territorio les pertenecía y no había razón para compartirlo. El nuevo Estado surgió en medio de una guerra que tuvo como consecuencia la salida de miles de palestinos hacia los países vecinos que se habían creado desde 1920 y que en 1945 se unieron bajo la organización llamada Liga Árabe.

Los palestinos, igual que otros nativos, emigraron hacia varias partes del mundo. Sin embargo, en los países cercanos fueron confinados en campos de refugiados, donde renunciaron a adoptar la ciudadanía de quienes les daban asilo. Vivían gracias a los apoyos de la ONU, pues por el compromiso de conservar su identidad no podían trabajar ni aspirar a la educación ni a los sistemas de salud. Jordania fue el que más favoreció la integración, por las coincidencias étnicas; en su territorio se establecieron 10 campos de refugiados y otorgó a los palestinos la nacionalidad jordana. En Líbano no sucedió lo mismo; en ese país se crearon 12 campos, además de 10 en Siria. En la misma Palestina fueron abiertos 19 campos en Cisjordania (también llamada West Bank) y ocho, en Gaza; la vida en ellos sería regulada por Israel bajo el estatuto de país ocupante.

Esos 59 campos establecidos recibieron y siguen recibiendo ayuda de la UNRWA (Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo), creada desde 1949 como programa de la ONU, que en la actualidad atiende aproximadamente a 5 millones 600 mil palestinos.

SÁBADO NEGRO

Al día siguiente del asalto sabatino de Hamás sobre los kibutz de Israel colindantes con Gaza, el Ejército de Israel inició los bombardeos que ya superan los dos meses y han provocado la muerte de 15 mil gazatíes, entre ellos un alto porcentaje de niños. La Franja de Gaza se ha convertido en “el lugar más peligroso del mundo para un niño”, denunció Catherine Russell, directora de UNICEF, alarmada por los riesgos de epidemias y el aumento de los casos de desnutrición infantil. Esto puede completarse con lo que ha llevado a decir, desde la ONU, a António Guterres: “Estamos asistiendo a una matanza de civiles que no tiene parangón ni precedentes desde que asumí como Secretario general [de la Organización de las Naciones Unidas], en 2017”. Luego se pronunció por una transición; diversos actores rechazaron la propuesta de un “protectorado de la ONU en Gaza” (El Mundo, 20 de noviembre, 2023).

Según el Análisis de daños a partir de imágenes satelitales de Copernicus Sentinel-1 —elaborado por los investigadores Corey Scher y Jamon Van Den Hoek, del CUNY y la Universidad Estatal de Oregón, 19 de noviembre, 2023—, los bombardeos de Israel sobre Gaza han causado las siguientes afectaciones a la infraestructura:

  • 45 % de unidades residenciales dañadas (222 mil) o completamente destruidas (41 mil);
  • 38 % de los centros educativos averiados;
  • 73.5 % de hospitales derribados;
  • 33 % de centros de salud derruidos.

El informe reporta que buena parte de la capital ha sido reducida a escombros, se han perdido 390 mil empleos y la pobreza ha aumentado entre 20 y 45 %. Por órdenes de Israel, más de un millón de personas se han desplazado hacia el sur de la Franja de Gaza, que “[…] se está convirtiendo en un campo de concentración": con estas palabras se lamentó el primer ministro palestino, Mohamed Shtayé, en Ramala, en presencia de Joseph Borrell, jefe de la diplomacia de la Unión Europea, el 18 de noviembre.

Con muchas reticencias se aceptó la llegada de ayuda humanitaria a esa región, que se quedó sin agua, sin luz ni alimentos; se abrió el paso de Rafah —una puerta de apenas siete metros— que permite la salida a Egipto. Se acumularon allí decenas de camiones de carga, que transportaban apenas lo necesario para asistir a unos cuantos palestinos, aunque ya en los primeros días se les impidió el acceso; finalmente, la ayuda comenzó a fluir. El apoyo internacional puede resultar decisivo, pero difícilmente puede vivirse en departamentos donde se hacinan hasta 45 personas, que disponen de un solo baño o, en otros casos, viven a la intemperie, con los mínimos recursos de salud que no logran evitar la muerte de heridos de guerra o a consecuencia de una enfermedad, porque tampoco hay medicamentos para tratar a los pacientes. Ésa es la ayuda humanitaria que si bien calma las conciencias de los líderes de los países que apoyan esa zona devastada, muy escasamente apuntan a la solución del problema.

CÓMO SALIR DEL LABERINTO

Más significativas, en cambio, pueden resultar las treguas del cese al fuego acordadas entre Israel y Hamás, a cambio de grupos de rehenes. Con la mediación de Catar y de Egipto, y seguramente en medio de fuertes presiones, se alcanzó ese acuerdo. Solamente el ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir, del partido ultraderechista Poder Judío, votó en contra de la negociación con Hamás para lograr las treguas (hudna) por rehenes; insistió en llevar al Parlamento la propuesta de castigar con pena de muerte el asesinato de israelíes judíos por motivos políticos. Los familiares de los rehenes reaccionaron, acusándolo de poner en peligro a sus seres queridos y le espetaron la frase: “Deja de hablar de matar árabes y empieza a salvar judíos”.

Hamás expresó su acuerdo con la tregua humanitaria usando estas palabras: “Las disposiciones de este acuerdo fueron formuladas conforme a la visión de resistencia y la determinación que sirvan a nuestro pueblo para reforzar su tenacidad frente a la agresión”. La otra parte, el gobierno y el ejército israelí, insisten en que continuarán la guerra para rescatar a todos los secuestrados y eliminar a Hamás, a fin de garantizar que en el futuro no haya más amenazas provenientes de Gaza. La extrema derecha del sionismo religioso, como parte de la coalición gubernamental, juzgó negativo el acuerdo para la seguridad del país. Los familiares de los rehenes insisten en que todos deben ser liberados.

Asimismo en el campo palestino abundan las opiniones encontradas.

Una de ellas se expresa en la siguiente declaración: “Se propone la tregua pero, ¿cuál tregua? ¿Una de heridos, de muertos, de casas destruidas? No queremos una tregua para volver a nuestras casas, no queremos una tregua por un poco de comida”, dice Maysara al-Sabag, de 42 años, refugiada en Khan Yunis, al sur de la Franja, donde ella y muchos otros han dormido a la intemperie durante casi dos meses (L´Orient-Le Jour, 21 de noviembre, 2023).

El informe reporta que buena parte de la capital ha sido reducida a escombros, se han perdido 390 mil empleos y la pobreza ha aumentado entre 20 y 45 %

AJUSTE DE CUENTAS

Desde el día en que Hamás emplazó a la lucha se dejan oír demasiados puntos de vista dentro y fuera de Israel. Los más afectados incansablemente se pronuncian por la liberación de los rehenes, pero no dejan de insistir en un recuento de los hechos que permita determinar por qué y cómo los grupos de Hamás pudieron franquear una barda a lo largo de decenas de kilómetros, sin ser detectados. Y, como algunos afirman, las fuerzas militares llegaron varias horas después.

Bastante más complicados son los argumentos políticos, por el malestar que venía generándose desde el gobierno de Netanyahu, como lo acontecido en las semanas previas, cuando los judíos más conservadores, con el apoyo del ejército, decidieron rezar en la Explanada de las Mezquitas, por considerarlo el lugar donde estuvo el Templo de Salomón. En las reyertas hubo heridos y hasta muertos; se olvidó que algo semejante había sucedido cuando el exprimer ministro del Estado de Israel, Ariel Sharón, decidió lo mismo, dando lugar a una de las intifadas más sangrientas.

También surgen reclamos entre los israelíes, sobre cómo los recursos recibidos por el gobierno de Gaza han sido derivados a la construcción de túneles que, han dicho, pueden sumar 500 kilómetros bajo suelo israelí.Aunque han mostrado algunos túneles, ha resultado imposible comprobar su dimensión; al principio se decía que eran cavados en el sur, para comerciar con Egipto, mientras ahora se afirma que atraviesan la mayor urbanización de Gaza, en el norte.

Frente a tales acusaciones, la Comisión Europea respondió, luego de un análisis del mecanismo de ayuda para el desarrollo de Palestina, no haber encontrado elementos que indiquen que los fondos proporcionados por la Unión Europea hubieran beneficiado a Hamás, de forma directa o indirecta, para realizar ataques terroristas contra Israel (Virginie Malingre, Bruselas, Le Monde, 22 de noviembre, 2023). La afirmación pone fin a la polémica que dividía a los países europeos a partir de la declaración de Olivér Várhely, el comisario a cargo de la política de vecindad de la UE, respecto a la cancelación de pagos a los palestinos desde el 9 de octubre.

El Comisario de Economía, Paolo Gentiloni, reconoció que la ayuda para el desarrollo continuará. La Comisión espera que todos los apoyos a las ONG se nieguen a incluir cláusulas de incitación al odio. Con la declaración del vicepresidente de la Comisión, Valdis Dombrovskis, se dio el aval para continuar con la ayuda de 1,200 millones de euros para cubrir el periodo de 2021-2023, a través de las UNRWA.

Los puntos de paso entre Israel y Cisjordania están marcados por púas.
Los puntos de paso entre Israel y Cisjordania están marcados por púas. ı Foto: Carlos Martínez Assad

En este 2023, la Comisión ha entre-gado ya 92 millones de euros; hace falta transferir 168 millones que deberán permitir a la Autoridad Palestina en Cisjordania pagar los sueldos de sus funcionarios y sostener a las familias pobres de Gaza, pagar las facturas de siete hospitales en Jerusalem Este y reembolsar las facturas de las ONG en esos sitios. Los 75 millones destinados a la formación de infraestructura en Gaza no tienen sentido en el contexto actual, por lo que serán reasignados.

EL FUTURO

Quizá la pregunta más importante sobre lo que acontece en Gaza e Israel es qué pasará luego del cese de las hostilidades, en el caso de que los contendientes puedan negociar. Aunque por ahora parece imposible, y más si se escuchan los discursos agresivos de ambos bandos, pese a que ya son muchas las pérdidas sufridas, tanto por palestinos como por israelíes. El liderazgo de Netanyahu ha sido severamente cuestionado y el de Gaza, duramente criticado. Sin embargo, la agenda palestina ha vuelto a ocupar su lugar entre los gobiernos, particularmente de los países árabes, donde había desaparecido —nada más obsérvese el Acuerdo de Abraham, impulsado por el gobierno de Donald Trump, en el cual fue completamente excluida. Sucedió también en el esperado acuerdo de Israel con Arabia Saudita, que fue el punto de la disputa por el que no se había llegado a una conclusión.

Ahora se enfrenta un grave problema por parte de los sectores conservadores y de ultraderecha de Israel, que insisten en la lucha territorial. Ya lo han expresado el mismo Netanyahu y el ministro de seguridad en diferentes ocasiones: quien le hace la guerra a Israel pierde territorio. Esas pérdidas las ha experimentado Palestina en el frente de guerra de los países árabes con Israel, particularmente en la Guerra de los Seis Días, en 1967. Ante esa amenaza, no tan velada, el presidente Joe Biden ha afirmado que al final de la guerra, Gaza continuará con su existencia, y agregó que la Autoridad Palestina tendrá el gobierno como en Cisjordania, pero reforzado. Claro que no señala qué piensa respecto de los asentamientos que han llevado a 300 mil israelíes a vivir a Cisjordania, constituyéndose en una situación difícil de resolver.

En forma paralela a ese argumento, se ha puesto ya una lógica de transferencia de población, como afirmó Hala Abou-Hassira, la embajadora de la Autoridad Palestina en Francia (Madjid Zerrouky, Le Monde, 21 de noviembre, 2023). El 9 de octubre, las fuerzas israelíes pidieron a los habitantes del norte de Gaza abandonar sus casas en los barrios de “zonas de combate” para dirigirse al sur de la Franja; los que no lo hicieron se arriesgaban bajo su cuenta y riesgo. Según la ONU, 1,700 millones de personas huyeron para refugiarse en el sur. Se inició el gran éxodo de miles de familias y la única forma segura de hacerlo es a través del paso de Rafah, donde resulta imposible reagrupar a 2 millones 300 mil habitantes. El presidente de ese país no da señal alguna que apunte a una solución pero, como sucede en otros países del mundo, se sabe de la carga económica y social que significa aceptar a tal número de refugiados.

La pregunta más importante sobre lo que acontece en Gaza es qué pasará luego del cese de las hostilidades, en el caso de que los contendientes puedan negociar. Aunque por ahora parece imposible

Un derechista como Ram Ben-Barak, vinculado al sistema de seguridad de Israel, ha dicho que si en Gaza todos son refugiados, podrían dispersarse por el mundo y cien países podían acoger cada uno a 20 mil de ellos. Porque, según él, es mejor ser refugiado en Canadá que en Gaza. Así el mundo resolvería el problema, porque al fin que el sueño de cualquier gazatí es emigrar.

Al inicio de su administración, el presidente Joe Biden insistió, en presencia de funcionarios israelíes en la Casa Blanca en enero de 2021, sobre el “hecho de que la violencia extrema contra los palestinos en Cisjordania debe cesar y los autores de esa violencia deben ser considerados responsables… [y] Estados Unidos se encuentra presto a tomar sus propias medidas, notablemente prohibiendo las visas a los extremistas que ataquen a civiles en Cisjordania” (Noura Doukhi y Clara

Hage, L´Orient-Le Jour, 20 de noviembre, 2023). Desde el 7 de octubre pasado han muerto allí cientos de palestinos en combates con los colonos de los asentamientos, muchas veces apoyados por el ejército.

En su viaje reciente a la región, el presidente de España, Pedro Sánchez, causó revuelo con su discurso, donde dijo que respetaba el derecho de Israel a defenderse de los ataques terroristas de Hamás, pero “la matanza indiscriminada de civiles inocentes, incluidos miles de niñas y niños, es absolutamente inaceptable” (CNN en Español, 24 de noviembre, 2023). Acompañado por Alexander de Croo, primer ministro de Bélgica, agregó: “Han muerto demasiados civiles en este conflicto”.

La destrucción civil en la Franja de Gaza es inconmensurable.
La destrucción civil en la Franja de Gaza es inconmensurable. ı Foto: Adel Hana / AP

Sánchez abogó también por una solución definitiva entre Israel y Palestina, enarbolando de nuevo la propuesta de los dos Estados que hiciera la ONU en 1947, a través de la resolución 181. Coincide con algo que Biden está dispuesto a relanzar, como ya ha declarado: "[...] en nuestra encuesta de paz, Gaza y Cisjordania deberán reunirse con una estructura de gobierno única, bajo la égida de una Autoridad Palestina revitalizada, por lo que tra-bajaremos en la puesta en práctica de una solución de dos estados”. Todo esto “dependerá de la reducción de colonias en Cisjordania, pues su expansión mina la soberanía palestina”, estima Nicholas A. Heras.

Pese a todo, Benjamin Netanyahu es concluyente: “Estamos en guerra y continuaremos en guerra”. Alguien debía sugerirle leer a Amos Oz, quien en su ensayo Contra el fanatismo (Siruela, 2002) describió la vida en Israel durante la segunda mitad del siglo XX, como un lugar en donde “los palestinos vivían oprimidos, asediados, humillados, pasaban hambre y privaciones a causa del cruel gobierno militar israelí y, por su parte, los israelíes vivían aterrorizados, por los despiadados ataques terroristas a los civiles, hombres, mujeres y niños”. Ojalá todo eso quedara en el pasado, cuando esta guerra termine. No obstante, parece lejana la conclusión, al reanudarse los combates al término de la tregua de apenas siete días que sólo dejó la falsa idea de un arreglo pacífico que evite la muerte de más civiles inocentes.

Notas

1 El término "intifada" se refiere a la rebelión popular palestina.

2  Conservo la ortografía original, "Jerusalem", por las razones históricas que implica.

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