Lo íntimo de Andy Warhol

El ícono del Pop Art es explorado en la docuserie Los diarios de Andy Warhol, disponible en Netflix. Se basa en el recuento privado y cotidiano del artista, texto que fue editado por una amiga suya. Tras el intento de asesinato que sufrió en 1968 comenzó a escribirlo —cuenta Alejandro Rodríguez—, y así revela la vida estadunidense de los 60, 70 y 80. Tanto su obra como sus parejas son las constantes, con elementos clave de la época: porno y contracultura. Va esta reseña como invitación a ver la serie o acercarse al libro que la inspira

Andy Warhol (1928-1987). Foto: biografiasyvidas.com

La obra de cualquier artista comprende muchas lecturas y por ello mismo es valiosa. No se agota en una sola apreciación, sino que depende de quién la ve, cómo se acerca a ella, en qué momento de su vida la aprecia e incluso si lo que está observando es considerado arte (o no) y por quiénes. Como bien dijo el huraño Nietzsche: “No vemos las cosas como son, sino como somos”. Tanto Marcel Duchamp como Andy Warhol confrontaron a la alta crítica con sus creaciones pictóricas o plásticas: llevaron a cuestionar si un urinario o una lata de sopa Campbells expresan o tocan alguna fibra sensible para que se les pueda denominar arte y no sean una simple ocurrencia, banal. Es un tema tan en boga en estos días, en los que una idea primaria sin el menor esfuerzo ya es denominada creación, por algunos.

A ANDY WARHOL lo ubicamos por ser pionero del Pop Art de la segunda mitad del siglo XX, por dar colorido y simbolismo a una sociedad ultraconsumista. Las imágenes de la lata de sopa, de Marilyn, de Elvis, así como sus autorretratos, el logo de Paramount y las leonardescas Últimas cenas fosforescentes son apenas la superficie de su muy interesante obra, polémica, no siempre aceptada, pero propositiva y original.

El año pasado se estrenó en Netflix la docuserie Los diarios de Andy Warhol, que se basa en el libro póstumo editado por su amiga, Pat Hackett; para mal, la producción no hizo el ruido que se merece. Andy muere en 1987, presuntamente por una negligencia médica que se explica en el último capítulo —del total de seis que contiene el documental. El libro aparece en 1989 y en español está editado por Anagrama en diferentes versiones, de modo que se encuentra al alcance.

En 1968, Warhol ya tenía un éxito primario como rock star naciente, un montón de fieles seguidores y un grupo creativo que se reunía en un edificio de Nueva York para pasar la tarde, crear, experimentar lo dionisiaco. En el mes de junio, una examiga suya, modelo, que se sentía manipulada y controlada por él, no como ente individual sino como una extensión del artista ­—quien parecía manejarla a su antojo—, le disparó a quemarropa: era Valerie Solanas, quien aparentemente sólo quería recobrar su libertad. Lo hirió de gravedad, pero él pudo sobrevivir.

TRAS ESTE INCIDENTE, que figura a la manera de parteaguas en la cosmovisión de Warhol (y cómo no), éste decide llevar un diario, apuntes que pueden ser la descripción de sucesos cotidianos, como ir a cenar y al cine, hasta reflexiones más profundas sobre el éxito, la muerte, la soledad, el dinero, la sociedad neoyorquina, su proceso creativo, la televisión y planes de emprendimiento o retiro. Tal cual lo que es un diario convencional, un escrito íntimo que no se cuida porque no es para el público (al final sí lo fue), sino para uno mismo. Por ello, para algunos puede resultar más valioso, por la sinceridad que implica.

Durante los seis capítulos de la docuserie vemos, en esencia, dos cosas: la vida de Warhol de forma lineal, desde su niñez como hijo de inmigrantes hasta su etapa adulta, la cual mantiene siempre ­—pero siempre—, dos constantes: su obra y la pareja en turno. Ambas coexistían. El otro rasgo presente es la vida en Estados Unidos durante los 60, 70 y 80. Y, claro, con los elementos imprescindibles que dieron a esos años su toque distintivo: la naciente industria del porno, el Estudio 54, el florecimiento de diseñadores de ropa que triunfaron en Europa y los movimientos contraculturales, de los que en definitiva él formaba parte. Pero todo parte del diario, que se convierte en el eje narrativo. No se trata de una investigación o tesis que persiga la verdad.

Por supuesto que aparecen testimonios, varias voces con sus diversas versiones sobre lo que ocurrió o no, pero lo importante es cómo Warhol lo experimentó, independientemente de que esté apegado a la realidad. Sus textos son francos, nostálgicos, de alguien que se reconoce como un ser solitario, pero que lo sabe y lo lamenta. A pesar de tantas fiestas, eventos sociales y de ser siempre el foco de atención, el vacío está ahí y él logra verterlo en páginas nocturnas.

En 1968, Warhol ya tenía éxito como rock star naciente, un montón de seguidores y un grupo que se reunía para experimentar lo dionisiaco

Quizá el momento de mayor tensión esté en los capítulos cinco y seis, con la aparición del sida. Andy vio cómo sus amigos cercanos iban muriendo y pensaba que en cualquier momento sería su turno (aunque no fue así). En un régimen presidido por los muy católicos Nancy y Ronald Reagan, la enfermedad no se trató en un principio como pandemia, sino como un feroz castigo divino en respuesta a la homosexualidad (de ahí la contestación del artista, en sus últimas pinturas: la manipulación cromática de Cristo en la Última cena, de Leonardo da Vinci).

La sexualidad de Warhol es misteriosa. En estos tiempos hubiera sido aceptada (podría declararse no binario o asexuado y muchos lo comprenderían bien), pero en los años 70, la autodefinición binaria era obligatoria. Se entiende que solía amar muy profundamente, de una forma espiritual y estética (en el caso de Jean-Michel Basquiat, de quien también hay docuserie en Netflix, se puede hablar de fusión eroartística), pero el hecho es que al artista que empezó como dibujante publicitario poco o nada lo carnalizaba. O quizá sí, porque seguirá siendo un mito.

Para comprender la ya de por sí compleja obra de Andy Warhol, no está de más acercarse por medio de la serie (o el libro) a su vida personal, sus pensamientos más privados, sus anhelos y miedos nocturnos, que forman parte esencial de la luz y las sombras que, como todos, lo marcaron.