La entrada asemeja una bóveda. Pero dentro no hay joyas, billetes o lingotes de oro. Hay otro tipo de tesoro. El trabajo de más de 30 años. Una colección de memorabilia de Pink Floyd.
Una vez traspasada la puerta, que no anuncia nada, se encuentra un pequeño recuadro con una alfombra. Sólo existen dos reglas para poder entrar. Quitarse los zapatos. Y nada de alimentos. Pero alcohol, sí, por supuesto. Una vez ahí, empieza el viaje. Una puerta gigante de madera tallada conduce al interior. La figura que se encuentra esculpida en la puerta es nada menos que el par de esculturas que aparecen en la portada del disco The Division Bell.
EL BAR ES UN HOMENAJE a la adoración que su propietario, Jesús Haro, profesa por Pink Floyd. Pero es también una especie de diario. De todos los viajes en los que ha adquirido los preciados objetos que decoran el espacio. Detrás de la mayoría de la merchandising en exhibición hay una historia. Fotografías, autógrafos y boletos de conciertos narran la pasión detrás de este proyecto.
Es un santuario.
Y como todo santuario de un audiófilo, está diseñado para vivir la experiencia de la música al máximo. El recinto está insonorizado. Cuenta con un revestimiento que impide que el sonido rebote. Y cuenta con un equipo de primera. Bocinas Bowers & Wilkins. Un amplificador Marantz. Cuatro bocinas más en el techo. Y la estrella del lugar: la flamante tornamesa con la forma del prisma de The Dark Side of the Moon, de la marca Pro-Ject. La Ferrari de las tornamesas. De las cuales, hasta el momento sólo hay ocho en México. Y una se encuentra en el Brain Damage Bar de Torreón. Costó 42 mil pesos. Si usted tiene la oportunidad de escuchar en vivo esta tornamesa, no la desaproveche.
La pared del lado derecho alberga una serie de fotografías enmarcadas de distintos pósters de la banda. Además de un collage hecho por el propio Jesús Haro con las fotografías que se tomó con Roger Waters, su ídolo, en una de las visitas de éste a México. En el centro del muro hay una gran pintura de los rostros de los cuatro integrantes de Pink Floyd, hecho por un artista local. Hay también camisas autografiadas enmarcadas. Y un gobelino de David Gilmour, tocando la guitarra.
En la pared central, además de la tornamesa y el equipo, hay un televisor de más de 60 pulgadas. Ahí se encuentran en unas repisas distintos boxsets de la discografía. Las ediciones de 20, 30, 40 y 50 años del Dark Side of the Moon. Cajas de Animals, Pulse, Wish You Were Here. Esta última, firmada por Gilmour. Donde se lee la dedicatoria: “To Jesus”. Y otros artículos, como un ocho track de The Wall. Los cómics de Pink Floyd. Y la caja especial conmemorativa numerada y codiciada de The Wall, que Roger Waters lanzó autografiada hace unos años.
Es un homenaje a la adoración que su propietario, Jesús Haro, profesa por Pink Floyd
En la pared izquierda se despliega la discografía completa de Pink Floyd, incluidas las antologías, y los discos en solitario de sus integrantes, de manera cronológica. Comenzando por The Piper at the Gates of Dawn y finalizando con la version acústica de Waters del Dark Side of the Moon. Hay ediciones japonesas, mexicanas, bootlegs y de laser disc. Está el vinil de La Carrera Panamericana. O Music from the Body, de Waters y Ron Geesin. O el soundtrack Zabriskie Point, con la foto de la película.
En la cuarta pared destella una guitarra firmada por Roger Waters.
EL ÚNICO MOBILIARIO es un sillón enorme. A los pies de éste se encuentra una alfombra. El bar cuenta con un aparato de refrigeración frío-calor, que mantiene la temperatura siempre a 22 grados. Es el sueño de todo amante de la música. Un lugar donde puedas aislarte del mundo y escuchar tus discos favoritos. Con la calidad de sonido a la que todo mundo aspira.
Sólo la música tiene el poder de empujar a una persona a construir templos como el Brain Damage Bar. Es la obra de un clavado. Pero un clavado también fue Waters. Su clavadez lo llevó a edificar obras maestras como The Wall y The Dark Side of the Moon.
Durante muchos años, Jesús Haro tuvo guardada toda esta memorabilia en cajas. Finalmente su sueño se materializó. Y no cabe duda de que es uno de los mejores tributos que uno le puede hacer a la banda que más ama.
El Brain Damage Bar se reserva el derecho de admisión. El horario obedece a los caprichos de su creador.