Queda la música de José Agustín

Nacido en Acapulco, rompió con la inercia del escritor de corbata. Puso en el centro del rock, la contracultura, las drogas, la literatura marginal estadunidense. Su partida —el martes 16 de enero­— deja un vacío irreparable en nuestro país. Aquí, Carlos Velázquez —quien incluso prologó una edición de La tumba— reconstruye el universo de José Agustín a partir de una serie de analogías que conjuntan música y literatura en el mismo magma, como ocurre en la obra de este autor que siguió fielmente la frase de Bob Dylan: “Para vivir fuera de la ley hay que ser honesto”

José Agustín (1944-2024). Foto: victorlopezjaramillo.com

Nació bajo un buen signo: lo bautizaron con el mismo nombre que a su tío, el compositor José Agustín Ramírez. El inconsciente trabaja de formas insospechadas. No hay duda, por lo que vendría después, de que ello tuvo un impacto decisivo en su psique. Lo habían marcado a fuego con una de las artes más elevadas: la música. Y su sensibilidad respondió al llamado. Pero en lugar de colgarse una guitarra o estudiar piano clásico, se decidió

por la música de las palabras. Y con la palabra como instrumento cimbró el corazón de miles de lectores, como si de un disco se tratara.

DISCO ETERNO

En la historia de la literatura mexicana, la figura de José Agustín refulge con una luminosidad única. Su obra misma puede interpretarse como una evolución del rock. Que comienza como un divertimento juvenil, para luego alcanzar la psicodelia y la progresión y después, la profundidad de la madurez. Así lo demuestran sus novelas. Internarse en su trabajo es asistir a ese paralelismo.

Existe un milagro que ocurre frente a nuestros ojos todo el tiempo y, sin embargo, nos pasa desapercibido. Ese milagro es la conexión que se establece entre un autor y un lector. Desde siempre cosechar lectores ha sido una tarea difícil. Pero existen autores que nacen con un don único para atraerlos a su universo. José Agustín era uno de ellos. Los requisitos para que ocurra dicho fenómeno no son del todo inextricables. Quién no ha movido los pies al ritmo del rock & roll. La prosa de José Agustín tenía ese tipo de poder. Ponía tu mente a bailar. Ésa es sin duda una de las claves por las cuales La tumba deslumbró a los lectores de su época. El puro goce. O el goce puro. Que se eleva por encima de la trama del libro y sus implicaciones existencialistas. Si algo dejó claro José Agustín con su debut es que los nuevos pensadores eran capaces de encaramarse a las cimas de la desesperación, pero al mismo tiempo pararse en una boda a bailar cada vez que sonara una de Bill Haley.

Portada del libro "La tumba" ı Foto: Especial
Portada del libro "De perfil" ı Foto: Especial
Portada del libro "Inventando que sueño" ı Foto: Especial

El escritor mexicano por antonomasia había sido unidimensional, hasta que José Agustín rompió con esa inercia. Su principal herramienta: la contracultura. Una de las máximas enseñanzas que nos legó fue la de capitalizar aquello que otros consideraban condenable. José Agustín fue el responsable de incorporar a la literatura mexicana las corrientes marginales de la literatura gringa. Pero dichas corrientes al margen eran consideradas menores por las viejas generaciones. La dichosa vieja guardia. Que no supo ver lo que José Agustín sí pudo: la contracultura no era una falacia extranjerizante, por el contrario, había echado raíces en nuestro país. Estaba en marcha una contracultura nacional y sus valores afectarían para siempre a la literatura mexicana, que a partir de entonces no volvería a ser la misma.

Y esto lo hizo cuando era apenas un muchacho. Uno que poseía el don de clarividente.

Esta capacidad de dislocarlo todo sólo es atribuible a un genio. Y si alguien dudara de que José Agustín fue un genio, su obra sí que fue genial. Pero esto no habría sido posible sin la influencia que la música tuvo en su vida. Ese disco eterno que giraba en su tocadiscos mientras escribía. Y también ese otro disco eterno que giraba dentro de su cabeza y le dictaba las ideas para las novelas y los cuentos que pergeñaría a lo largo de los años.

Para conocer a fondo a José Agustín, además de internarse en sus novelas portentosas, es indispensable acercarse a sus textos de carácter personal, que están diseminados en varios de sus libros. En los que sin sospecharlo incursionaba en la no ficción. Lo que lo vuelve una especie de pionero de esta rama. Textos entrañables y divertidos en los que narra pequeños episodios cotidianos. Los cuales lo conectan con el joven narrador de La tumba y De perfil.

Su obra puede interpretarse como una evolución del rock. Que comienza como un divertimento juvenil, para luego alcanzar la psicodelia y la progresión

Si La tumba sonaba a Elvis y a Little Richard, De perfil sonaría a Rubber Soul, el sexto disco británico de los Beatles. El salto que dio su autor de un libro a otro sucedió a una velocidad pasmosa. Justo como la que se dio en el rock & roll. Así como los Stones dejaron un día de cantar versiones blancas para demostrarle su simpatía al diablo, José Agustín escribió De perfil para cantarle su simpatía a otros demonios, como Nabokov.

Aquello ya no era un juego. Las cosas estaban en marcha. Y José Agustín, cada vez más hambriento por entrar al estudio.

"MUSIC SELECTOR IS THE SOUL REFLECTOR"

Existen múltiples José Agustín. El novelista. El cuentista. El columnista. El cineasta. El dramaturgo. El budista. El junguiano. Y el melómano. En una de sus colaboraciones para la revista La mosca situó a Bob Dylan como uno de los máximos poetas vivos. Para José Agustín, como para muchas personas, las letras de las canciones de rock, además de entrañar una cantidad exorbitante de poesía, eran reportes del mundo real. Esta sensorialidad que percibía a través de las letras de las canciones la incorporó a su trabajo. Su objetivo, además de nutrir su visión, no era la de educar al lector en sí, sino transmitirle parte de este nuevo conocimiento que había descubierto.

Éste sería decisivo en su desarrollo como autor. A partir de finales de los 60, la cultura del rock sería tan importante en la obra de José Agustín, o incluso más, que la bibliografía. Tanto, que su escritura sufrió otra transformación. Iniciándose en su fase psicodélica. De Rubber Soul, el sonido de su trabajo saltó directamente a Jimi Hendrix. La experimentación que sufría su trabajo parecía obedecer más a los cambios en la música que a lo que la tradición dictaba. Si bien es cierto que para entonces ya había un grupo de autores que compartían su forma de abordar la literatura, José Agustín fue el primero en desafiar la noción de un canon. Escribía a contracorriente de los valores que se suponía eran de venerar.

Así como Neal Cassady fue un motor para el desarrollo de Jack Kerouac como autor, Parménides García Saldaña fue una presencia importante para José Agustín en aquella época. Amigos íntimos, colegas y fanáticos de la música, estaban destinados a encontrarse. A diferencia de Parménides, que enloqueció y cuya carrera literaria se truncó, José Agustín supo mantener los excesos al límite. Su ambición era demasiado grande como para tirarse a perder. Intuyó que dentro tenía todavía una cantidad de obras que reclamaban por salir a la luz. Se dedicó con ahínco a trabajar sin descanso. Y a subir la apuesta cada vez más.

Si en De perfil había ahondado en el lenguaje, en Inventando que sueño lo hizo con la forma. Si bien en México se ha experimentado con el cuento, no existe otro libro como éste. Ahí está ya la inyección de pop directa en el epígrafe. Que consiste en la letra completa de “Satisfaction”, de los Stones. Y es aquí donde empieza a incorporar en las portadas, como parte de la obra misma, los dibujos de Augusto Ramírez. La elección personal de la ilustración y el hecho de incluir la letra, en ausencia de un epígrafe meramente literario, van sentando las leyes de una obra que ya apunta a configurar un estadio aparte dentro del corpus de la literatura nacional.

No es que José Agustín se considere a sí mismo un outsider, de hecho, Inventando que sueño se escribió gracias a una beca del Centro Mexicano de Escritores. Pero sí se asume como un buscador. Para quien las claves radican dentro de una canción pop. Y no duda al momento de utilizar la clave como una directriz estructural, como ocurre en la novela Se está haciendo tarde (final en laguna), en la que unos versos de “Everybody’s Got Something to Hide Except Me and My Monkey”, rola de los Beatles, fungirán como disparador de las partes del libro.

Para muchos escritores norteños y sureños, nacidos en los 60 y los 70, José Agustín fue una influencia decisiva, más incluso que Fuentes o Paz

Aunque nació en Acapulco, en realidad José Agustín es chilango. Y en Se está haciendo tarde se sale de la Ciudad de México, en la que antes había situado su obra, para trasladarla a Guerrero. Sabe que el paradisíaco puerto es el territorio ideal para describir el lado menos amable de los nacientes 70. El horror que le supuso pasar un tiempo en la cárcel. La novela, sin proponérselo, o quizá sí, resulta una obra descentralizadora. Y alentaría a muchos escritores del interior del país, desde los 80 hasta nuestros días, a mirar sus propios terruños como lugares que merecen ser narrados.

Para muchos escritores norteños y sureños, nacidos en los 60 y los 70, José Agustín fue una influencia decisiva, más incluso que Fuentes o Paz. No pocos escritores y lectores vieron El rey se acerca a su templo como un amuleto para escapar de la aburrida provincia. Hasta antes de José Agustín, el ídolo de la juventud mexicana lectora era Cortázar. Pero eso cambiaría para siempre.

NUESTRO HOGAR, EL FUEGO

A diferencia de su maestro Dylan, que no tuvo una gran década, sólo al final se redimió con Oh Mercy, José Agustín publicó dos grandes novelas en los 80: Ciudades desiertas y Cerca del fuego. Éstas no hicieron sino confirmar la estatura de su autor. Quien conforme el tiempo avanzaba, demostraba que no era un nostálgico atrapado en el pasado. No hay duda de que son dos obras de madurez. Y una vez más mutó el sonido de José Agustín. Desde las primeras páginas de Ciudades desiertas se aprecia una música distinta. Aquí hay ecos de Elvis Costello y del primer U2. La tentación de repetirse, si es que estuvo presente, no lo doblegó y, al contrario, pudo desdoblarse en dos grandes momentos: uno que apuntaba hacia los Estados Unidos y otro que volvía a poner la mirada en el centro.

Ciudades desiertas es realmente una novela transnacional. Que posó la mirada sobre esa zona geográfica de la cual provenía gran parte del alimento intelectual del que él se nutría. Lo interesante es que no escribe una historia basada en su admiración por la mú-sica. Algo que sin duda pudo hacer. Prefirió plasmar una especie de novela de protesta sobre la migración. Dos personajes que, como muchos paisanos que cruzan la frontera, realizan un viaje con una beca a la tierra del Sueño Americano. Al escritor no le tiembla la mano para reflejar lo tedioso de la vida gringa y la soledad a la que ese estilo de vida somete a sus individuos. Como tampoco le tiembla al momento de narrar una crisis sexenal en México, en Cerca del fuego.

Portada "Se esta haciendo tarde" (Final en laguna) ı Foto: Especial
Portada "Ciudades desiertas" ı Foto: Especial
Portada "Cerca del fuego" ı Foto: Especial

Pese a que una de las preocupaciones centrales del trabajo de madurez de José Agustín es mostrar el lado oscuro de las cosas, para nada se trata de una obra pesimista. La vitalidad de su prosa ha sido desde siempre un imán para sus lectores. En cada uno de sus libros celebra la vida. Pero esa celebración es inseparable de un soundtrack. Si estos libros se hubieran publicado en la era de Spotify, habrían gozado todos de una playlist desde el inicio. Ojalá que alguno de los fans de José Agustín se dé a la tarea de releer todos sus libros y haga playlists de las canciones que aparecen en ellos.

La literatura gringa, desde Melville hasta los Beats, pasando por la Generación Perdida, siempre escribieron con la idea de publicar la gran novela que fuera la representación exacta de su país. En México esa pesquisa no existió. O no ha existido. Al menos de manera consciente. Sin embargo, no hay duda de que varias tuvieron ese espíritu abarcador. Y es innegable que Cerca del fuego es una de las grandes novelas mexicanas de la segunda mitad del siglo pasado.

Durante los 90, José Agustín volvió a dar otro salto sonoro. La grungera Dos horas de sol. Que recuerda a Sonic Youth y al Neil Young de Ragged Glory.

El autor (aquí, con su esposa, Margarita) recibió un homenaje en Bellas Artes en 2016, con la mesa "José Agustín: 50 años De perfil". ı Foto: Isaac Esquivel / Cuartoscuro

En los 2000 publicaría dos novelas más, en dos búsquedas distintas. Después nos fue arrebatado por un accidente que le impidió continuar escribiendo. Pero antes de que eso ocurriera dejó una obra dilatada. Que hace no poco fue reeditada otra vez, con prólogos de distintos autores. Una excelente oportunidad para volver a leer esos libros. Varios de ellos ya todos unos clásicos. Que han envejecido como los discos de Dylan y de los Stones. Los que uno nunca se cansa de volver a poner en la tornamesa mental.

QUEDA LA MÚSICA 

José Agustín utilizó esta frase de Bob Dylan como epígrafe: “Para vivir fuera de la ley hay que ser honesto”. Consejo que siempre siguió al pie de la letra. A diferencia de muchos intelectuales, de épocas pasadas o presentes, nunca le gustó relacionarse con el poder. No recibió prebendas. Vivió de sus libros. Siempre fue honesto en la página. Y en su persona. Lo que hace que la admiración que despierta sea más valorada. Sólo estuvo al servicio de la literatura.

José Agustín ha fallecido a los 79 años. Y aunque ya no esté más entre nosotros, nos queda la música. La música de sus libros. La mejor de todas las músicas.