El nuevo libro de Lucia Berlin

La figura de Lucia Berlin fue provocadora en su tiempo y lo sigue siendo hoy. Sus libros se inscriben en la tradición de aventuras, como sugiere en este texto Gabriel Rodríguez Liceaga, porque “narran la tremenda aventura que le implicó ser mujer”. A propósito de la publicación de Una nueva vida —volumen que incluye relatos inéditos, artículos, ensayos y fragmentos de diarios— el escritor reconoce la potencia de la estadunidense, así como la dificultad para comprender plenamente su alma, hasta en sus líneas más personales.

Lucia Berlin (1936-2004).
Lucia Berlin (1936-2004). Foto: jck.com
.
. ı Foto: Gráfico: La Razón de México

Las historias de Lucia Berlin son emocionantes e inolvidables, esconden una verdad humana, una comprensión definitiva de lo que representa haber nacido. ¡Además es graciosísima! Se suscribe a la tradición impuesta por ese bloque de autores que hicieron libros de aventuras (Joseph Conrad, Herman Melville, Rudyard Kipling, Emilio Salgari). A diferencia de ese clan, los relatos de Berlin no involucran islas de caníbales ni bucaneros o capitanes ciegos; en cambio narran la tremenda aventura que le implicó ser mujer.

Se casó tres veces, tuvo cuatro hijos, amo, amó otra vez, dejó que hombres adictos le arruinaran largos tramos de vida, se desveló escribiendo y oyendo rolitas, nació en Alaska, vivió en México, en Chile, fue alcohólica, superó crudas infernales en un mundo de vinaterías cerradas, hacía el quehacer en casas ajenas, fue enfermera, dio clases de escritura en prisión, la hizo de mula y pasó droga por la frontera, uff.

Su Manual para mujeres de la limpieza sorprendió al mundo entero. Almodóvar dice que la autora es su alma gemela, el Paris Review nos regaña por tardarnos en descubrirla, se le llama el secreto mejor guardado de las letras estadunidenses. Lydia Davis tiene razón: los cuentos de Berlin hacen que leamos sintiendo latir el corazón.

Acaba de publicarse Una nueva vida (Alfaguara), preparado por uno de sus hijos: Jeff Berlin. Reúne relatos inéditos, artículos, cartas personales, ensayitos y pedazos de diarios. Cuando uno lee “inédito” piensa que son textos que la autora no quiso publicar, páginas halladas en cajones con telarañas. Luego uno se imagina que las editoriales quieren seguir exprimiendo una obra finiquitada. Con Una nueva vida todo esto es verdad y no es verdad.

El libro está dividido en varias secciones. Después de una inerme introducción de Sara Mesa viene un ramillete de cuentos nuevos, no necesariamente inéditos —varios fueron excluidos del grandilocuente Manual, pero aparecieron en forma de libro.

Un par de relatos son tareas de Lucia para cursos de escritura creativa. Destaco uno muy breve, “El aperitivo”, en el que la voz narrativa prepara un banquete imaginario para Emma Bovary, Anna Karenina, Emily Dickinson y Sylvia Plath. En el cuento que da título al tomo, señala:

Se me ocurrió contarle a mi amiga Marla que estaba al borde del suicidio. Tremendo error. Hace poco que es psicóloga. Intentó llegar a la raíz de todas esas frustraciones y a obligarme a lidiar con la rabia. Yo no estoy enfadada con nadie. No puedo culpar a nadie más que a mí misma por haber sido una mujer y una madre espantosa, un desastre total. Tengo 60 años y sigo en ese horrible puesto de recepcionista.

Si ésta no es la Lucia Berlin todopoderosa que hemos aprendido a amar, entonces no sé qué es.

La segunda parte la conforman artículos y ensayos. Es divino leer sobre el hecho de que nadie sabe cómo se pronuncia su nombre: Lu-sii-a, Lusha, Lucía, Luchía. Ella está en paz con esta indeterminación pues su vida siempre fue afín a la de un personaje de las letras rusas: tiene sentido que veces la llamen Dmitri y a veces, Misha.

Son textos muy breves, profundos. Si el libro sólo incluyera esta sección valdría la pena. “Diseñar la literatura: el autor como tipógrafo” es un texto luminoso, íntimo: “[…] para mí la escritura es un acto no verbal, el placer del proceso ocurre en el silencio entre las notas”. En “Bloqueada” leemos su frustración: “Ahora mismo odio mi vida. No hay nada que quiera usar como material narrativo, ni siquiera puedo mirar atrás sin dolor”. Una vez más: Lucia, la todopoderosa. En los diarios vemos a la trotamundos visitar la tumba de Jim Morrison en París, repudiar a los alemanes, usar el adjetivo felliniano a propósito de un mercado de pulgas, escribir mal el nombre de la funeraria Gayosso, en fin.

Portada del libro "Una nueva vida"
Portada del libro "Una nueva vida" ı Foto: Especial

Al final de cada texto, su hijo brinda información sobre el origen de lo leído y el momento en el que fue escrito. Esto nos va armando, como un rompecabezas, la vida de la escritora. Pero sólo son las orillas del rompecabezas.

Marguerite Yourcenar, otra aventurera, dijo que escribió Memorias de Adriano porque sabía tan poco de su papá como de un emperador del siglo II. A ratos siento que esa misma ignorancia aplica a Jeff Berlin respecto de una mujer tan compleja y con una vida tan empapada de dolores y bellezas como su madre. La fama le llegó tarde, por eso nos agarramos con pinzas a lo que sabemos de su paso por la tierra y cómo esto influye en tal cuento.

El apéndice biográfico que concluye el libro deja claro que no sabemos nada del alma de la autora. Y por eso Una nueva vida comienza a oler a necedad, a producto más que a mito. Aparecerán más libros con cartas o novelas inconclusas, testimonios. Yo suplico que leamos y releamos el Manual para mujeres de la limpieza. Ahí está la Lucia Berlin heroica que, sin hacer autoficción, hizo de su vida material literario. Una literatura alegremente fundacional, viva.