Los Ángeles, Fuego en el Balcón
JunioJade [8] '60
Querida Sheri Martinelli:
Es muy posible que no haya brío en mis poemas, ni en mí. Una situación degradante y vergonzosa, eternamente reprobado por los dioses por no decir lo suficiente o lo bastante bien o a su manera. Joder, he leído tus clásicos, he desperdiciado toda una vida en bibliotecas, pasando páginas, en busca de su sangre. Me da la impresión de que no se ha echado basura suficiente, las páginas no aúllan; siempre la dignidad afectada y la pedantería y la página abrasada por el sol y lánguida como la mies.
¿Pound? Parte de Pound estaba bien, claro, pero también había mucho de circo y charlatanería, del maestro repartiendo zarandajas y adaptándose para encajar los reveses, del efecto de hacer algo, dando la impresión de caminar erguido mientras está tumbado. […] Hay mucho de cierto en eso que dices de que me limito meramente a enumerar la vida y hay mucho de cierto en lo de que no estoy contando gran cosa y estoy contando demasiado en el sentido subjetivo, que hay cierta basura, pero sencillamente sobre la base de los clásicos y la certeza de que no voy bien, no puedo liberarme. La obra en sí debe encontrar su propia conclusión a partir de mí mismo y únicamente conmigo mismo como base, liberarse de lo que ha ocurrido o de lo que otros han hecho. Cumpliré los cuarenta en agosto y, quizás, aún sigo viviendo como un niño, escribiendo como tal, pero eso debe continuar mientras sea lo que me resulta más natural.
Los críticos tienden a sobrestimar o infravalorar una obra ahondando en el subsuelo, atisbando la trama en la dirección forzada que quieren dar a su propio relato. Si Dios se pusiera a mear unos lo verían como una bendición dorada y otros cogerían sus cerbatanas y se enmarañarían en sus reniegos.
He tenido tiempo para pensar mientras yacía medio muerto en los pabellones de caridad y estaba al sol en el hipódromo y dormía con las putas gordas, sus pies sudorosos plantados sobre mi corazón. Ya no sirve de nada seguir leyendo, la maquinaria ha quedado reducida a cenizas, no pienso adoptar la pose locuaz. ¿Prefieres
que elimine por completo la experiencia del poema? A Li Po le gustaba prender fuego a los suyos y ver cómo se iban flotando río abajo, y a LP también le gustaba darle al vino. No puedo cambiar mi curso para adaptarlo a la crítica. No adoro mis poemas, la verdad es que los aborrezco por completo, y sin embargo no estoy lo bastante furioso como para ponerme a hacer cabriolas sólo para prosperar. Recuerdo infinidad de poemas chinos de la mujer que espera a que su hombre regrese de las guerras, desgarrada de amor por un hombre y sencillamente esperando, la horrenda brecha de la espera, mirando la colina, la flor que se mece al sol sin que aparezca nadie y, sin embargo, comprensiva y dispuesta a sacrificar su hombre a los dioses. Poemas de 5 y 6 versos, experiencia sin lugar a dudas y, sin embargo, si me permites utilizar esa palabra vacía: hermosos. Ah, ya lo sé, sí, sí, todo ello ceñido al molde clásico. No, no, no. La experiencia. No me gusta la gente que dice que todo esto ya ha ocurrido, no podemos escribirlo. Está ocurriendo ahora. Ahora. Los muertos están muertos, y lo creas o no, precisamente porque están muertos sus palabras, en cierto sentido, también están muertas. Milton el Ciego no es ni remotamente tan trágico como cuando vivía. El arte sólo preserva una parte y está sobrestimado. Veo mis dedos sobre las teclas, tengo de cara a mí una planta medio muerta con una hoja como la oreja de un conejo caída hacia la izquierda, las mujeres del mundo deambulan por mi cerebro, una rata me roe el estómago y escarba, pasa una furgoneta de los helados bing bing bing bong bing bong bong, y el Arte, el Arte no es nada, son mis dedos sobre las teclas ahora esculpiendo y gritando Chopin y la música y la rebelión, al infierno con los clásicos, al infierno con la forma, al infierno con Pound, sal, sal, y sangra, sangra ilimitadamente contra la turba, la mediaRoma, el mediopoema, el mediofuego, el mediobeso. Sal, sal, sal.
Atentamente, Charles Bukowski.
Charles
Noche de escupir cerveza y maldiciones. La correspondencia de Charles Bukowski y Sheri Martinelli 1960-1967, edición de Steven Moore, traducción de Eduardo Iriarte, La Poesía, Señor Hidalgo, 2007.