Abrir La Titería a otro tipo de público que disfruta el teatro surge en un momento de tinieblas en la vida cultural, cuya muestra es que varios teatros inhabilitados están bajo la amenaza de convertirse en cines. No creo que debamos oponernos a que se abran más salas cinematográficas a pesar de la Cineteca de las Artes recién inaugurada, amén de todas las que hay en cuanta plaza comercial existe, pero, ¿no sería, incluso sólo arquitectónicamente, un desperdicio sustituir la caja escénica de los teatros del IMSS por una pantalla que, aunque sea muy grande es plana? Me pregunto. Por eso es importante celebrar esta iniciativa.
Este nuevo giro inicia con la obra Los Siniestrados dirigida por el dramaturgo mexicano Javier Malpica, con una colaboración entre los grupos Teatro sin Arnés, La Titería y Mucho Teatro. Esta es una comedia que nos remonta a alguno de los terremotos que padecimos dos veces en un 19 de septiembre. La trama se desarrolla en ese derrumbe de nuestra realidad que sucede de un momento a otro sin avisar y nos recuerda qué pequeños somos y qué difícil es vivir el día a día con nuestras carencias y tratando de realizar nuestros deseos.
Los personajes, que tienen un estrecho vínculo que los convierte en familia sin serlo, muestran en escena cómo los malentendidos silenciados durante años y que pudieron ser inofensivos, se vuelven piedras muy pesadas de cargar, cada vez más pesadas, por mantenerse en secreto. Es curioso, los protagonistas no sienten culpa por el fraude cibernético en el que se han involucrado, pero sí por un beso inocente de la adolescencia que los sumergió en una desinformación sensible respecto a uno del otro y los dejó recluidos entre escombros desde entonces, alejándolos si no de un posible amor, sí de un sosiego para vivir una relación cercana sin tantas telarañas. Y también hay traición, engaños, maltrato; La Güera y el Peque, que se dicen primos, lucran con la buena voluntad de los donativos para los damnificados. No pueden ser tan nobles como su religiosidad se los demanda. Tal pareciera que se adhieren a ella como una necesidad imperiosa de redención más que por una fe verdadera que los serene espiritualmente. Hay un proverbio sioux que David Bowie citó o se lo atribuyen: “La religión es para los que temen ir al infierno, la espiritualidad es para quienes ya han estado en él”. Parece que estos personajes pertenecen a los primeros.
La trama se desarrolla en ese derrumbe de nuestra realidad que sucede de un momento a otro sin avisar y nos recuerda qué pequeños somos
Mis hijos adolescentes se agarraban la cabeza ante lo que sería el preludio del desenlace y se volvían hacia mí esperando una respuesta. ¡Guácala! ¡Iu! Exclamaron. En ellos también causó más impacto un beso inocentón que el fraude, la traición o el engaño. Es edificante que se hayan involucrado así. Después nos la pasamos debatiendo durante el trayecto a casa. Esta obra teatral, por esta ocasión, cumplió a cabalidad la función de emocionarnos, divertirnos y hacernos preguntas.
La actriz Mahalat Sánchez, quien ha tenido una notable carrera también en cine, y Alejandro Navarrete, actor de cine y de populares series televisivas y egresado del extinto Foro Teatro Contemporáneo que dirigía el reconocido director de teatro Ludwik Margules, nos brindan actuaciones memorables maniobrando con destreza el difícil juego de la comedia y la emotividad al unísono. Bien por su talento y bien por la dirección de Javier Malpica, autor multipremiado. En 1997 obtuvo el Premio Nacional de Teatro que otorga el INBA y el Gobierno del Estado de Baja California por la obra Cartas en el asunto. En el año 2000 su obra Canon obtuvo el premio de dramaturgia durante el Primer Concurso de Teatro Joven, organizado por el ISSSTE. Y mereció el Premio Nacional de Literatura para Niños María Enriqueta Camarillo 2004 por Hasta el viento puede cambiar de piel; el Premio Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2002 por Lo que parece imposible… sólo lo parece; el Premio El Barco de Vapor 2002 por Clubes rivales; y el Premio FILIJ de Cuento para Niños 2001 por Mi mamá, la casa y un cuarto muy especial, entre otros.
En el Congreso Binacional de Teatro de la UTEP ( The University of Texas at El Paso) en noviembre de 2008, organizado por Kirsten Nigro, escuché la lectura dramatizada de “Papá está en la Atlántida” de Malpica. Fue conmovedora. Su manera de hablar de lo terrible sin caer en estruendos me dejó con un sabor de boca “amargo y dulzón” muy grato.