Los artistas vs la IA

AL MARGEN

Los artistas vs la IA Foto: unsplash.com

Los sectores creativos cada vez recurren con mayor frecuencia al uso de la Inteligencia Artificial para desarrollar imágenes. Proliferan en la publicidad, en portadas de libros y en sitios web de medios —aunque nunca libres de polémica. Los debates en torno a sus usos en estas industrias se han centrado en la manera en la que abonan a la precarización de creadores, quienes ya batallan para que su trabajo sea valorado y remunerado dignamente, o a la amenaza que suponen como reemplazo del trabajo creativo. Pero hay un frente de esta lucha que no ha ganado mucho terreno en la opinión pública y en el que vale la pena profundizar: los derechos de autor.

Cualquiera de nosotros podríamos ingresar a algún sistema de generación de imágenes con IA —por ejemplo, DALL-E—, y escribir una frase como “perro estilo Van Gogh” o “naturaleza muerta estilo Caravaggio con hamburguesas” y nos arrojaría imágenes cuyos colores y formas emulan aquellas que reconocemos como propias de estos afamados pintores del pasado. Esto sucede porque esos modelos han sido entrenados, por así decirlo, con su obra para aprender a imitarla. Si bien esto tiene pocas implicaciones legales cuando se trata de los artistas de nuestro ejemplo, fallecidos en siglos pasados, el asunto se complica cuando se trata de artistas vivos.

Diversas empresas de IA ya han comenzado a enfrentar demandas de artistas que consideran que su propiedad intelectual ha sido vulnerada por esta práctica, ya que han usado material de su creación que cuenta con derechos de autor sin su consentimiento. Si a esto sumamos que dicho entrenamiento abre la posibilidad de que sea usado para copiarlo, entramos en terrenos legales muy pantanosos.

Han surgido respuestas interesantes a esta problemática. A fines del 2023, la Universidad de Chicago lanzó Nightshade, un software que permite a artistas “bloquear” su trabajo para que no pueda ser usado por IA. Se ha descrito como una forma de “envenenarlo”, de manera que si se utiliza para entrenarlos les generará confusión, arrojando imágenes caóticas. A la par, el mismo equipo universitario creó Glaze, otra herramienta que permite “esconder” el estilo individual de los creadores alterando píxeles de forma prácticamente imperceptible al ojo humano.

Aunado a las problemáticas en torno a los derechos de autor frente a las herramientas de IA, un nuevo dilema ha surgido también en relación a los artistas que las han aprovechado para crear su propia obra. Recientemente, una solicitud de registro de derechos de autor le fue rechazada al artista estadunidense Jason M. Allen por su uso de IA, a pesar de que él ha explicado que trabajó 600 versiones antes de llegar a la pieza final. Es decir, que hubo un trabajo creativo de un ser humano en ese proceso.

Siempre ha existido la inspiración en el arte, el guiño u homenaje a otro creador. También han sido muchos los artistas que se han acercado a las tecnologías de su tiempo —pensemos en Vermeer y la cámara oscura, o Siqueiros y su experimentación con pinturas industriales. Entonces, ¿dónde inicia y dónde termina la propiedad intelectual en las imágenes generadas por IA? Parece que aún no lo sabemos.