ADIÓS AL TIRANO
Cuenta Luis Buñuel en Mi último suspiro, su libro de memorias: “En España, cuando yo era joven, salvo raras excepciones, no se conocían más que dos posibilidades de hacer el amor: el burdel y el matrimonio. Cuando, en 1925, llegué por primera vez a Francia, me pareció extraordinario y hasta de mal gusto que un hombre y una mujer se besaran en la calle. También me asombraba que un chico y una chica pudieran vivir juntos sin estar casados. Era algo inaudito. Estas costumbres me parecían obscenas.
Desde aquellos tiempos lejanos han ocurrido muchas cosas. De modo particular durante los últimos años he comprobado la progresiva y, finalmente, total desaparición de mi instinto sexual, incluso en sueños. Me alegro, pues me parece haberme liberado de un tirano. Si se me apareciera Mefistófeles, para proponerme recobrar eso que se ha dado en llamar virilidad, le contestaría: ‘No, muchas gracias, no me interesa; pero fortaléceme el hígado y los pulmones, para que pueda seguir bebiendo y fumando’”.
Luis Buñuel, Mi último suspiro. Memorias, Plaza & Janés, 1982.
JUEZ
Presuponiendo que la ciencia del corazón humano vale tanto como la ciencia de los códigos, o incluso más, la Administración de Justicia no saldría sino perjudicada por un exceso de profesionalidad. En fin, cuando un hombre elige la profesión de juzgar a sus semejantes, debe resignarse, por doloroso que le resulte, a la paradoja de que no se puede ser juez si se tiene en cuenta la opinión pública, pero tampoco si no se la tiene. A las inquietudes propias tiene que prever la suma de las que le vendrán de la atención que la opinión pública dedica a ciertos casos. Y esto vale la pena para todas las latitudes, para cualquier país en el que los tribunales no se hayan covertido en aras.
Leonardo Sciascia, Para una memoria futura (Si la memoria tiene futuro), Tusquets, 2013.
LOBO
Di la palabra “lobo” en Suecia e inmediatamente se desatará un intercambio animado y con un tono cada vez más agresivo. Es como si en una fiesta, alcohol mediante, se empezara a discutir sobre cuestiones religiosas. Levanta pasiones. Insospechadas. Hay claramente dos tipos de suecos: los que quieren que el lobo no desaparezca de la fauna sueca y los que sí. Muy pocos se muestran indiferentes al respecto. Al igual que el oso, el lince y el demonio, el lobo pertenece a un grupo de seres cuyo nombre verdadero no se quiere oír en las antiguas comunidades rurales por miedo a invocar así al ser temido. […] Selma Lagerlöf [Premio Nobel y autora de El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia] escribió sobre una manada de lobos que, una noche centelleante de invierno en Värmland, asaltó violentamente a Gösta Berling y a su amada, Anna Stjärnhok, mientras iban en trineo. Los enamorados salieron con vida por los pelos, gracias a que Gösta logró defenderse con un látigo hasta alcanzar las escaleras. En otro fragmento de la saga de Gösta Berling, Lagerlöf escribe sobre los montes de Värmland: “Ahí viven lobos, que de noche surgen y asaltan los trineos de la gente de campo, hasta tal punto que una esposa ha de coger al niño que está sentado en sus rodillas y arrojárselo para salvar su propia vida y la de su marido”.
Lars Gustafsson y Agneta Blomqvist, Imágenes de Suecia, trad. Neila García, Nórdica Libros, 2018.
JUAN DE MAIRENA
Antonio Machado creó a su alter ego: Juan de Mairena. Entre los hallazgos de sus decires pueden leerse estos:
Y a los arbitristas y reformadores de oficio convendría advertirles:
Primero. Que muchas cosas que están mal por fuera están bien por dentro.
Segundo. Que lo contrario es también frecuente.
Tercero. Que no basta mover para renovar.
Cuarto. Que no basta renovar para mejorar.
Quinto. Que no hay nada que no sea absolutamente impeorable.
*
—¿A usted le parece Balzac un buen novelista? —decía a Juan de Mairena un joven ateneísta de Chipiona.
—A mí sí.
—A mí en cambio, me parece un autor tan insignificante que ni siquiera lo he leído.
*
Tenéis –decía Mairena a sus alumnos– unos padres excelentes, a quienes debéis respeto y cariño; pero, ¿por qué no inventáis otros más excelentes todavía?
*
Los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas son los que no han ido nunca a ninguna parte. Porque ya es mucho ir; volver; ¡nadie ha vuelto!
Antonio Machado, Decires y pensares filosóficos, Edicusa, 1970.
CRÓNICAS MARCIANAS
¿Qué es Crónicas marcianas? Es el rey Tut [Tutankamón] salido de la tumba cuando yo tenía tres años, las Eddas nórdicas cuando tenía seis, y los dioses griegos y romanos que me conquistaron a los diez: puro mito. De haber sido ciencia ficción práctica y tecnológicamente eficiente, hace tiempo que estaría tirada en la cuneta, cubierta de óxido. Pero como se trata de una fábula de autoseparación, incluso los físicos más reputados de Caltech [Instituto Tecnológico de California] aceptan respirar la atmósfera compuesta del oxígeno fraudulento que yo he liberado en Marte. La ciencia y las máquinas pueden aniquilarse mutuamente o ser reemplazadas. El mito, visto en espejos, que no puede ser tocado, permanece. Si no es inmortal, casi lo parece.
Ray Bradbury, Crónicas marcianas, “Green Town, en algún lugar de Marte; en algún lugar de Egipto. Una introducción de Ray Bradbury”, ed. y trad. Jesús Isaías Gómez López, Cátedra, 2022.
ALCOBA
Si a veces volvía con facilidad mientras dormía a esa edad en donde se tienen miedos y placeres que hoy no existen, la mayoría de las veces me dormía sumido en inconsciencia similar a la de la cama, los sillones y todo el cuarto. Y únicamente me despertaba durante el momento, como una pequeña porción de todo lo que dormía, en que pudiese tomar por un instante conciencia del sueño total y saborearlo, oír los crujidos del enmaderado que no se perciben, más que cuando la habitación duerme, enfocar el caleidoscopio de la oscuridad, y volver muy pronto a sumarme a esa insensibilidad de mi cama sobre la que extendía mis miembros como una viña sobre el emparrado. Durante esos breves despertares yo no era más que lo que serían una manzana o un tarro de confitura que, en la tabla donde se los coloca, adquiriesen por un instante una vaga conciencia y que, habiendo comprobado que reina la oscuridad en el aparador y que la madera suena, no tuviesen mayor inquietud que la de volver a la deliciosa insensibilidad de otras manzanas y otros tarros de confitura.
Incluso a veces era mi sueño tan profundo, o me había cogido tan de improviso, que perdía la noción del lugar donde me encontraba. Me pregunto en ocasiones si la inmovilidad de las cosas que nos rodean no les ha sido impuesta por nuestra certidumbre de que son esas cosas y no otras. Siempre sucedía que cuando me despertaba sin saber dónde estaba, todo giraba en torno mío en la oscuridad, las cosas, los países, los años.
Marcel Proust, Ensayos literarios I, prol. Bernard de Fallois, trad. José Cano, Tembleque, Edhasa, 1971.