El lado salvaje de Mónica Lavín

La escritora y ensayista Ana Clavel nos aproxima con esta reseña al más reciente libro de cuentos de Mónica Lavín, y nos advierte: “Con el tiempo uno se acerca a las novedades editoriales de los amigos escritores con ilusión, pero también con cautela. Uno no es ya un lector inocente. De tanto leer, me he vuelto una lectora amañada y exigente. Con reserva semejante, pero también voracidad infinita, me adentré en el nuevo volumen de cuentos El lado Salvaje (Tusquets, México, 2024)”

Portada del libro El lado salvaje de Mónica Lavín
Portada del libro El lado salvaje de Mónica Lavín Foto: Especial

Confieso que desde el principio el título me atrapó. Pero un título tan atractivo puede ser un riesgo. Revisé el índice y muy pronto descubrí que así se llamaba uno de los cuentos incluidos. Por lo tanto, no se trataba de esperar que todas las historias tuvieran que ver con una vertiente indómita, oculta, animal, rebelde, como podría esperarse. Decidí, entonces, iniciar con otro cuento, el primero, “Red Trolley”: Una pareja de hermanos se encuentra de paso por San Diego y siente la placidez de convivir en una ciudad tranquila y segura, tomar unos margaritas y brindar antes del regreso. La narradora aborda en la noche el Red Trolley que comunica varios puntos de la ciudad. Desconoce la nueva ruta y su celular se está quedando sin batería. Hay señales que anuncian que las cosas podrían salirse de control: la insistencia en la seguridad de las ciudades gringas anunciada en los libros de primaria donde la protagonista estudió inglés, la idea paradisiaca de que San Diego, tan ordenado, podría ser un oasis para vivir y envejecer a gusto… Todo es tersura hasta que, montada ya en el tren ligero, algo falla y las señales ominosas se manifiestan en una espesura de silencio y oscuridad. Lo cierto es que desde el principio del relato se percibe lo siniestro asomándose en cada minuto feliz de los hermanos.

En “Cantata para tres mesas y un pastel de manzana”, con una estructura novedosa se nos presentan tres puntos de vista narrativos en torno a la figura desconcertante de un mendigo que entra a una cafetería y se sienta a disfrutar un pastel de manzana, ante el estupor y rechazo de otros clientes: una escritora que acude al lugar para leer y escribir, una madre que premia a su hija con un postre por sus buenas calificaciones, y un grupo de amigas que creen ver en el pordiosero al joven maestro de arquitectura por el que en otro tiempo suspiraban. La historia se resuelve con un giro inesperado de humor, pero la incertidumbre queda como una madeja incómoda que pone al descubierto ese lado cruel y despiadado que desatan los prejuicios y que, compartimos secretamente todos.

Los otros relatos que proponen desde la estructura una manera de contar diferente e innovadora son “La mácula”, que se refiere a un gran globo ocular integrado por la mirada de la abuela que padece esa degeneración visual, la mirada del oftalmólogo encantador, y la de la nieta que de pronto se descubre manchada, maculada de deseo por el especialista; y “La vida larga e incierta de Manolita”, donde una muñeca con rostro de porcelana se convierte en interlocutora y testigo de cuatro generaciones de mujeres. Un cuento que por la intimidad y ternura reveladas, sugiere el paso inevitable y devastador del tiempo y, al final, la ilusión de una nueva historia en manos de la bisnieta creadora. Contado con tal manejo de vocabulario y precisión de estilo, tanto el aire de las épocas como la vestimenta de Manolita, lo convierten en una pieza memorable.

En “El sombrero negro”, descubrimos que a veces uno viaja, o va por la vida, para al final regresar con una instantánea que convoca la memoria, un fogonazo de belleza y epifanía, donde, por ejemplo, fulgura la imagen de un hombre con sombrero negro que espera en una estación lejana con una rosa en la mano.

“Globos”, es un relato marcadamente erótico que obliga a salivar ante la posibilidad de encontrar al amante en una habitación de hotel lleno de globos donde el deseo se hincha y lubrica nuestros sentidos. “Allí está la casa de Dolores del Río” sugiere una orgía en la que el parentesco de las hermanas, la edad de la madre, la llegada de desconocidos en un yate turístico, no es obstáculo para que surja el desenfreno y la locura vital. Los límites de realidad y fantasía se desdibujan en el relato “El deprimido”, que alude al paso a desnivel de una avenida importante de la ciudad, en cuyo flujo cae atrapada la protagonista para dar rienda suelta al deseo personificado por un conductor vecino a su automóvil, o incluso su ex marido que, de regreso del pasado, vuelve a ser el joven amante con la promesa de un futuro compartido. Un cuento que oscila entre la ligereza de una situación insólita, con visos de un sentido del humor reconcentrado, y la profundidad existencial de quien debe situarse a la mitad del río entubado, “entre la que fui y la que ahora era”.

Estos cuentos, con sigilo y maestría, descorren el velo que nos muestra nuestra rareza, ese lado indómito, no domesticado, que a veces nos lleva a la ruina

Reservé el cuento que nombra al libro para el final —esa es una de las sorpresas de un libro de relatos, que uno puede escoger las piezas conforme al azar, o si se prefiere a un designio personal—. “El lado salvaje” nos cuenta la historia de una “gringa loca”, residente en Puerto Morelos, Quintana Roo, que desde adolescente se apropia de su deseo de piel y de hombres. Sin culpa, sin temores, sin moderación. Camina por el lado salvaje de su instinto erótico, dejando atrás familia, amantes, hijo, más amantes y, por supuesto, la vida misma. Proclama su derecho al cuerpo y a su disfrute sin ataduras en una narración honesta que confronta y aturde porque desafía nuestra noción de lo conveniente donde situamos una cierta estabilidad emocional. Sin duda, su destino está marcado por la condición de outsider, la subversiva, la que se sale del camino y, sin embargo, en la pluma de Mónica Lavín, lejos de suscitar rechazo, consigue seducirnos con su lenguaje íntimo y provocador.

Estos cuentos, con sigilo y maestría, descorren el velo que nos muestra nuestra rareza, ese lado indómito, no domesticado, que a veces nos lleva a la ruina, pero que otras, nos permite boquear y percibirnos vivos. Son piezas que develan el sutil corazón de las tinieblas que habita en todo buen relato.

Mónica Lavín, El lado salvaje, Tusquets, 2024, 232 pp.