Es un misterio y un prodigio que una obra que tenía por objetivo explorar la identidad y mentalidad nacional ante la derrota militar y el catastrófico colapso de un sistema fascista, expansionista y colonialista se convierta en icono del monstruoverso y en un producto con inagotables posibilidades de infinitas secuelas y mercancías. Godzilla Minus One (Godzilla menos uno), de Takashi Yamazaki es la trigésimo séptima película en la serie de Godzilla (33 de ellas hechas por los estudios Toho) y es un muy apropiado homenaje, en su setenta aniversario, a Gojira, de Ishirō Honda que en 1954 inaugura el género kaiju.
La cinta de Yamazaki parte del complejo de culpa individual para convertirlo en un reflejo del Zeitgeist de una nación devastada que se encuentra en el punto cero de su historia moderna, con las ciudades e industria en ruinas, la economía fulminada y la moral por los suelos. Y por si el castigo de la destrucción de su ejército, los bombardeos incendiarios de la población, las bombas atómicas y la ocupación estadunidense de 1945 a 1952, fuera poco, llega Godzilla (como se americanizó su nombre que originalmente venía de la fusión de gorira y kujira, o bien, gorila y ballena) a buscar venganza por la disrupción de su entorno con las pruebas nucleares de Castle Bravo en el atolón Bikini, de ahí el Menos uno del título. Gojira aparece como un símbolo de angustia existencial nacional, como un ejercicio de autoflagelación, seppuku cultural y colectivo por las destrucción dejada por el militarismo imperial y expansionista. Pero también el gran reptil representa las consecuencias de agredir al medio ambiente y es un síntoma del malestar del mundo en la posguerra. El monstruo era a la vez una metáfora de la bomba atómica y un símbolo de la culpa no reconocida por la población, hundida por décadas en la propaganda supremacista nipona. No obstante, Godzilla ha pasado de ser aterrorizante a heroico, de solemne a encantador; figura paterna e icono planetario entrañable, uno de los productos principales de exportación del poder suave japonés, junto con Hello Kitty. El cine kaiju oscila, como péndulo entre la seriedad y la bufonería camp, con numerosos intentos de inyectar realismo y solemnidad por medio de la acción y el estrépito de la destrucción.
EL MENOS UNO TAMBIÉN se refiere a que Yamasaki comienza su historia antes de la cinta original, en 1945 cuando la derrota de Japón parece inminente. Su enfoque no son las esferas del poder ni el ejército ni los científicos, sino la gente común, las víctimas de la propaganda, la política y la guerra, que tratan de reconstruir sus vidas entre las ruinas, sus muertos y la vergüenza. Kōichi Shikishima (Ryunosuke Kamiki), un piloto Tokko o kamikaze, aterriza en la isla Odo en el Océano Pacífico, argumentando que su avión tiene un problema técnico. El jefe de los mecánicos, Sosaku Tachibana (Munetaka Aoki), sabe que se trata de un pretexto para no llevar a cabo su misión y entiende, ya que piensa que “Morir con dignidad” ante la derrota es inútil. No imaginan que el monstruo que los locales conocen como Gojira va a atacar la base esa misma noche. Shikishima, quien se encuentra atormentado por la culpa tiene una oportunidad única de redimirse cuando puede matar al monstruo con la ametralladora de su avión. Sin embargo, el piloto se paraliza y el reptil mata a todo el equipo de mecánicos, excepto a él y a Tachibana, quien lo responsabiliza de la muerte de sus colegas.
Shikishima padece de la culpa del sobreviviente y tiene un auténtico regreso sin gloria: descubre la casa familiar en ruinas, sus padres han muerto y su vecina, Sumiko (Sakura Ando), lo acusa de cobardía y lo responsabiliza por la muerte de sus hijos. En un mercado choca con Noriko Ōishi (Minami Hamabe), quien lleva en brazos a una bebé, Akiko (Sae Nagatani), que recogió entre las ruinas. Shikishima les ofrece refugio a las dos huérfanas. Sumiko olvida su resentimiento y les da una bolsa de arroz para alimentar a Aiko. Estos gestos de humanidad y compasión son el contrapunto de la depresión y culpa. Los tres se vuelven una especie de familia. Shikishima consigue un empleo como francotirador en el Shinsei Maru, un destartalado barco de madera, equipado con una ametralladora con la que desactiva minas marinas que flotan alrededor de la costa. La frágil embarcación recuerda al yate de Tiburón (Spielberg, 1975) que es demasiado pequeño para cumplir con su misión.
LA CALMA PARECE VOLVER al Japón, no obstante, las pruebas nucleares estadunidenses afectan a Godzilla y lo hacen mutar en un ser aún más poderoso, cuatro veces más grande, capaz de regenerarse y curar sus heridas instantáneamente, así como con la capacidad de proyectar un aliento incendiario atómico. Este enorme Godzilla es un recordatorio de que la guerra no ha terminado y es un regreso a la pesadilla de la destrucción aliada. Nuevamente Shikishima se enfrenta al monstruo, ahora en el océano, su elemento, mientras, como es previsible, se dirige a Tokio. El ejército japonés ha quedado muy disminuido y Estados Unidos no quiere intervenir por temor a la reacción soviética. Debido a eso el pueblo japonés debe improvisar una defensa con los pocos recursos que han quedado después de la debacle. La estrategia de defensa, sin el apoyo oficial, es el antídoto del autoritarismo brutal y deshumanizante del imperio, es la contraparte de una guerra de agresión. La cinta comienza con la obsesión militarista de imponer tiránicamente el sacrificio de la propia población como única opción digna de lucha y termina con la defensa de la vida mediante el ingenio y la ciencia.
Todo film kaiju debe contender con la proporción y la escala entre los monstruos y la humanidad, entre el sufrimiento y los edificios aplastados
Todo film kaiju debe contender con la proporción y la escala entre los monstruos y la humanidad, entre el sufrimiento y los edificios aplastados. Yamazaki ha realizado una película excepcional, no únicamente por su inteligente y versátil uso de la acción sino por sus personajes y diálogos. Los efectos especiales (que costaron una fracción de lo que se invierte en cualquier cinta hollywoodense) de Yamazaki, Kiyoko Shibuya y su equipo ganaron el primer Óscar a una cinta de Godzilla y son esenciales para la articulación y coherencia del drama, las emociones y la inmensa catástrofe. Aunque parezca imposible en una película kaiju, aquí tenemos un afortunado contrapunto entre lo grandioso y lo íntimo, entre la tragedia familiar y la catástrofe nacional, entre la vergüenza que le come las entrañas al protagonista, la negación de la responsabilidad colectiva y la complicidad de la sociedad con el régimen. Esta es una cinta sutil en la que las pesadillas culpables, la devastación real y godzilliana se confunden entre resonancias operáticas. Godzilla Minus One es una oportuna revisión de la mitología bélica y una mirada al costo humano de la destrucción de poblaciones en nombre de objetivos presuntamente bélicos. Valiosa lección en un tiempo de masacres de civiles en Gaza, Congo, Sudán y Ucrania.